Mi Columna
Eugenio Pordomingo (2/7/2012)
la-avaricia-y-la-usuraEstoy harto, aburrido, hastiado, cansado y cabreado  de escuchar noticias que hacen referencia a los ´mercados´, ´deuda soberana´,  ´bonos basura´, ´euribor´,  ´prima de riesgo´, ´mercado de deuda´, ´mecanismo europeo de estabilidad´, ´rescate´,  etc.,  eufemismos y subterfugios con los que tratan de confundirnos -lo suelen conseguir-, pero escasa información nos llega en la que se nos expliquen la verdadera causas que ha originado la actual crisis económica, política y de valores. Los que intentan explicarnos los orígenes de ello lo suelen hacer, olvidándose de lo que ellos mismos decían tiempo atrás.

Hasta hace poco la causa de esos males se atribuía a la ideología -todo el mundo tenía sus soluciones- y más en concreto a los personajes que, supuestamente, la representan. Unas veces son de un signo y otras de otro.  Los análisis se suelen hacer dependiendo de cómo le ha ido a uno en la vida o -si miramos por el retrovisor- de lo que le aconteció a mi familia durante el conflicto pasado.  

Yo he querido contribuir a refrescar la memoria con algunas frases o comentarios de mandatarios políticos, y he procurado hacerlo con autores nacidos, criados y muertos -cuando no asesinados- en la tierra (anglosajona) que quizás ha sido el germen institucional de la codicia moderna. Buscando en la red -incluido el digital espacioseuropeos– me he topado, por ejemplo, con Thomas Jefferson, que en 1802 nos «avisó» del peligro de los banqueros.

Jefferson, tercer Presidente de los Estados Unidos,  se percató del peligro de los bancos y, en consecuencia, de los banqueros. Si por entonces hubiesen existido las Cajas de Ahorros, su opinión hubiera sido aún peor, ya que los Consejos de Administración de esas entidades se nutren de políticos (de todas las ideologías) y sindicalistas (empresarios y trabajadores).

La democracia jeffersoniana, corriente del liberalismo anticapitalista, es una democracia participativa que propugna la separación de poderes, la separación Iglesia-Estado, la libertad de conciencia, la protección de las libertades individuales y la libertad de expresión y de prensa. Bajo estas premisas ideológicas, no es de extrañar el pensamiento de Jefferson: «Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a ellos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, seguida por la recesión, hasta el día que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron». Jefferson no se olvidó de la moneda: «El poder de emitir moneda tendría que ser quitado a los Bancos y devuelto al pueblo, a quien propiamente pertenece.»

James Madison, sucedió a Jefferson en la presidencia de Estados Unidos, y su opinión sobre los banqueros queda reflejada en esta frase: «La historia demuestra que los cambistas (los Bancos) han utilizado toda forma de abuso, intriga, engaño y medios violentos, para mantener su control sobre el gobierno, controlando la moneda y su emisión.»

Poco después, en 1865, el diario Londosn Thimes editorializa así: «Si esta maliciosa política financiera, que tiene sus orígenes en Norteamérica, afianza sus raíces, el gobierno empezará a imprimir su propio dinero sin coste alguno. Pagará todas sus deudas y será exento de la deuda. Tendrá todo el dinero necesario para su comercio. Será próspero sin precedentes históricos en todo el mundo. Los cerebros y las fortunas de todo el mundo irán a Norteamérica. Aquel país debe ser destruido o destruirá cualquier monarquía en todo el planeta.»

El presidente Abraham Lincoln (1861-1865) se opuso al Banco Central e imprimió dólares emitidos por el gobierno, los  llamados ´Greenbacks´, sin ningún interés de emisión. Las consecuencias llegaron casi de inmediato. En 1865, mientras asistía en compañía de su esposa a la representación de la comedia musical  Our American Cousin, en el Teatro Ford, le dispararon un tiro  a la cabeza. Su autor, John Wilkes Booth,  simpatizante del Sur. No pocos historiadores achacan a ciertos banqueros la autoria intelectual del magnicidio.

El artículo del London Times, citado antes,  iba dirigido contra Lincoln por haber emitido los ´Greenbacks´, sin control alguno del Banco Central.

Más tarde, el también presidente James A. Garfield (marzo a septiembre de 1881), manifestó: «Cualquiera que controle la masa monetaria de nuestro país es el dueño absoluto de toda la industria y el comercio… y cuando Uds. comprendan que el sistema entero es muy fácil de controlar, de una manera u otra, por un puñado de poderosos hombres que están en la cumbre, no hará falta explicarles cómo se originan los períodos de inflación y depresión».

Garfield era republicano. Murió el 19 de septiembre de 1881 a consecuencia de las heridas causadas por dos disparos que le propinó, mientras estaba en la estación de tren de Washington, un abogado que había sido rechazado para un puesto diplomático. El presidente pasó 70 días acostado en su cama, mientras los médicos trataban de localizar una de las balas, empleando todo tipo de artilugios, incluido un detector de metales inventado supuestamente por  Thomas Edison.  El invento podría haber servido, pero la cama era también de metal y los galenos no tuvieron las luces suficientes para percatarse de ello.  El presidente fue llevado a descansar a orillas del mar, su estado pareció mejorar -de hecho los disparos del frustrado letrado habían causado heridas leves-, pero de repente una infección (posiblemente, septicemia) acabó con su vida. Los gérmenes patógenos que acabaron con su estancia en la Tierra pudieron tener su origen en el malestar que el presidente había causado al Banco Central, y a las compañías del Ferrocarril y de Correos.

barriendo-el-mundoAños antes, en 1694,  el banquero William Paterson (nació en Escocia y murió en Londres) fundador del Banco de Inglaterra, el primer banco central del mundo, dijo: «El banco saca beneficios del interés sobre toda la moneda que crea desde la nada».

El virus ACU (avaricia, codicia y usura) había anidado en muchas mentes. En 1910, se realiza un encuentro secreto de las principales familias de banqueros en la isla de Jeckill para preparar la «Federal Reserve» (Banco Central de Estados Unidos) de carácter privado. Tres años más tarde, durante la presidencia de Woodrow Wilson, vigésimo octavo presidente estadounidense,  se concede a la Federal Reserve el monopolio de crear moneda.

Woodrow Wilson se arrepintió de esa decisión: «Soy un hombre muy infeliz. Sin querer he arruinado mi país, una gran nación industrial, ahora en las manos del sistema de crédito. Una gran nación industrial es controlada a través de su sistema crediticio. Nuestro sistema de crédito está concentrado en manos privadas. El crecimiento de la nación, por tanto, y todas nuestras actividades están en manos de unos pocos hombres… Nos hemos convertido en uno de los gobiernos de todo el mundo civilizado peor dirigidos, completamente controlados y dominados; ya no somos un gobierno de libre opinión, no somos un gobierno por convicción ni por voto de la mayoría, sino un gobierno por opinión y mandato de un pequeño grupo de influyentes hombres.»

Por hoy es suficiente…

N. de la R.
Desconocemos la autoría de los extraordinarios dibujos que ilustran este modesto texto.