Las victimas del ERE de El País se preparan para recibir a Juan Luis Cebrián
Las victimas del ERE de El País se preparan para recibir a Juan Luis Cebrián

 España
Alejandra Durrell (19/11/2012)
Fue Juan Luis Cebrián el que dijo con tono de desafío que la rebelión de la redacción de ´El País´ al despido de 149 trabajadores, «como todas las revoluciones traería sangre». Lo normal es que este tipo de declaraciones de guerra traigan cola y ayer unos 50 de estos revolucionarios respondieron sacándole los colores ante sus invitados de alto copete que hacían cola ante el Teatro Real donde Cebrián iba a actuar de maestro de ceremonias a un evento en honor de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.

Es lo mínimo que puede ocurrirle a uno que, como él, va de espíritu puro de izquierdas y despide a sus trabajadores invocando la bancarrota mientras se embolsa un sueldo de 13,4 millones de euros al año.

Sí, lo han leído bien: 13,4 millones de euros solo el año pasado, como decían ayer los representantes del comité de empresa de El País, lo que vienen a ser unos 35.000 euros al día. Y es que, queridos lectores, les debía hace tiempo una rectificación a ese avance en el que contaba que Cebrián es, en estos tiempos sombríos y trágicos, el prototipo de vivo en un mundo de muertos vivientes.

Pero sigamos con la recepción en el Teatro Real que tenía como pretexto un foro económico, con la presidenta como conferenciante de lujo, titulado Brasil: en la senda del crecimiento. Al acto, organizado por Prisa, el grupo al que pertenece El País, asistía la flor y nada de los políticos y empresarios españoles. Cebrián de hecho, fue visto entrar por un lateral haciendo risas con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Pero un grupo de los afectados por los despidos lo vio y logró aproximarse lo suficiente como para gritarle «¡Cebrián, El País sigue en lucha!» y que él y sus invitados lo oyesen alto y claro.  El ex director del diario no pudo evitar darse la vuelta con expresión desorientada.

En mi opinión, lo peor fue lo que vino. Lo que parecía iba a ser una protesta laboral a lo ´indignado´, tomó uno de esos giros originales que vienen teniendo las protestas de la redacción de El País con gran éxito en youtube. Tras las pitadas al uso, los cincuenta miembros del grupo de revolucionarios tomaron ritmo propio: uno a uno fueron citando los nombres de cada uno de los 149 trabajadores que integran la lista de víctimas del ERE  (129 ya están en la calle desde el lunes 12 de noviembre). Y por cada uno de los nombres todas las voces en coro añadían «¡despedido¡ Juan Luis Cebrián: ¡13 millones!». El coro llamó la atención de los transeúntes que aprovechaban el día soleado para pasear por la plaza de Oriente.

Seguro que a Juan Luis Cebrián no le habrá consolado que sus antiguos trabajadores redondeasen a la baja el medio milloncejo, ni que se ahorrasen el detalle de que esa sólo es la cifra que no ha podido ocultar la ingeniería financiera de sus contables, que para algo sirve el mínimo de transparencia exigido por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y al regulador bursátil de Estados Unidos (SEC).

Bloqueados por los controles de seguridad, los trajeados invitados miraban sonriendo mientras, mezclándose entre ellos, altos cargos de Prisa miraban en dirección opuesta a sus antiguos compañeros, evidentemente abochornados. No es para menos:  doña Dilma Rousseff es una figura de peso en la izquierda de Latinoamérica con la que Cebrián está intentando compensar el descontento surgido contra su grupo en Venezuela o Bolivia por la línea, ya no tan entregada a la causa de la alianza bolivariana, adoptada recientemente por  El País.

juan-luis-cebrianEl propio Cebrián ha reconocido en público que lo de su sueldo, por mucho que él alegue que es «normal», ya le ha planteado situaciones incómodas por su empeño en querer compatibilizar esta faceta con una imagen de hombre de izquierdas asociada a un periódico que se compromete ante los lectores en su Libro de Estilo a ser «socialmente solidario»

Por lo visto, hasta en Brasil ya se ha visto obligado a dar explicaciones por su sueldo de 13 millones («la redacción me odia», parece que alegó). Volver a tener que pasar por lo mismo entre bandeja y bandeja de jamón de pata negra le habrá aguado lo que debía haber sido un día de gloria y rotundo triunfo, llevando la batuta de la clase empresarial española ansiosa por buscar salidas al desastre en marcha en la tierra de promisión brasileira.

Qué mala suerte para él,  el coche que llevaba a la presidenta Rousseff  llegó al Real pasando justo delante de los manifestantes de El País que la saludaron afectuosamente, pidiendo su solidaridad . Ella, que ha triunfado en la cumbre Iberoamericana en Cádiz, advirtiendo contra el exceso de recortes, les contestó con una ancha sonrisa.