De izquierda a derecha, un amigo de Mohamed Dihani; Brahim Dahane, representante de la ASVDH (Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de DDHH); los abogados españoles, Magda Such y Luis Mangrané; y el padre y un familiar de Dihani.
De izquierda a derecha, un amigo de Mohamed Dihani; Brahim Dahane, representante de la ASVDH (Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de DDHH); los abogados españoles, Magda Such y Luis Mangrané; y el padre y un familiar de Dihani.

Sáhara occidental
Ana Camacho (15/11/2012)
La justicia marroquí volvió el lunes a suspender (y ya van seis veces) el juicio de apelación de Mohamed Dihani, el activista saharaui condenado a diez años de cárcel por supuesta conspiración yihadista. Dihani entró en la sala del tribunal de Rabat cantando consignas a favor de la autodeterminación del Sáhara Occidental y un grupo de policías marroquíes se abalanzó sobre él y lo sacó de la sala a empujón limpio. Cuando la puerta se cerró tras ellos, el público pudo oír a Dihani gritar pidiendo auxilio para que cesase la paliza que le estaban propinando. Su padre, que estaba entre el público, le pidió al juez que interviniese: «Se lo tiene merecido», contestó el magistrado.

Antes de que Dihani fuese introducido en la sala, el juez ya había mostrado una disposición poco favorable a que Dihani tuviese un juicio justo, tal como pide al Gobierno de Marruecos la campaña internacional con la que organizaciones como Western Sahara Human Rights Watch (WSHRW), la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) la Sección de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Zaragoza o la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (AEDIDH). Entre los observadores que habían acudido a Rabat para asistir al nuevo juicio, se encontraban los dos abogados españoles, Luis Mangrané y Magda Such. Con ellos, también estaban Brahim Dahane representante de la ASVDH (Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de DDHH) y familiares de los presos de Gdeim Izik que se encuentran encarcelados en las proximidades de Rabat.

Según ha relatado Luis Mangrané, del Observatorio aragonés para el Sáhara Occidental, a espacioseuropeos, cuando tras varios juicios le tocó el turno de ser juzgado a Dihani, el juez intentó una maniobra disuasoria para que se marchasen de la sala. «Dihani era el último de la mañana y el único que no se encontraba compartiendo con otros acusados una pecera visible por el público. Antes de hacerle entrar en la sala, el juez, mirando desde la distancia hacia nosotros, con tono de estar muy molesto, nos preguntó: «¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen ustedes aquí?». Al parecer esperaba que nos marchásemos pero, tras comprobar que no abandonábamos nuestros puestos, hizo entrar a Dihani«.

A partir de ahí, la tensión en la sala fue in crescendo, según ha confirmado Brahim Dahane que ayer llegó a Madrid. El joven entró cantando eslóganes que son muy frecuentes en El Aaiún («queremos la autodeterminación») y otros, evocando los de la primavera árabe en Túnez y Egipto de «queremos libertad». Al parecer, los jueces que en El Aaiún juzgan a presos políticos saharauis ya están tan acostumbrados a este tipo de situación que incluso sonríen a los acusados y empiezan el juicio cuando los presos han acabado de lanzar sus consignas. Pero, el lunes en Rabat, el juez se puso muy nervioso con Dihani y comenzó a golpear con fuerza la mesa. «Siete policías de paisano que estaban sentados entre el público saltaron de sus asientos y se lanzaron a por Dihani y, con ayuda de otros policías de uniforme, se lo llevaron. Pero,  desde el pasillo le oímos gritar pidiendo ayuda; también oímos los insultos y los golpes que los policías le estaban propinando», relata Mangrané.

Según este relato, el padre de Dihani, que había acudido al juicio acompañado por otro de sus hijos y un sobrino desde El Aaiún se levantó y entabló un diálogo con el juez. Le preguntó que porqué no hacía nada para que dejasen de torturar a su hijo e insultarlo. «Se lo tiene merecido,  por hablar», le contestó el juez. 

Dihani  ha sido acusado por la policía marroquí de ser el jefe de una banda de terroristas islámicos que supuestamente se proponía atentar contra el Vaticano, el ferrocarril italiano, los cascos azules de la ONU en el Sáhara  Occidental, la cinta transportadora de los fosfatos de la mina de Bucraa, planeaba acabar con la vida de saharauis favorables a la anexión a Marruecos y hasta una acción para liberar a los presos políticos saharauis que malviven en la cárcel Negra en unas condiciones de extrema dureza por oponerse a la ocupación marroquí de su tierra. Pero como han denunciado las organizaciones de derechos humanos, estas acusaciones no se basan en «pruebas sólidas».

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Brahim Dahane reiteró ayer que, detrás de la condena y ensañamiento policial contra Dihani lo que hay es una represalia por haberse negado a secundar un plan de los servicios secretos marroquíes para que se prestase a reivindicar los atentados de una supuesta organización terrorista saharaui orquestada por ellos.

Al parecer, el motivo alegado para suspender el juicio de Dihani el lunes no fue el incidente que desencadenó la reacción policial, sino un problema con el abogado defensor del joven activista saharaui, al que no se ha notificado que acudiese a representar al joven. Todo apunta a que el «caso Dihani»  se ha convertido en una patata caliente  para la justicia marroquí a la que no le interesa resolver el asunto. El juez fijó el nuevo señalamiento para el juicio de apelación para el 14 de enero.