socratesEconomía
Alberto Montero (16/11/2012)
Hoy inicio colaboración, creo que semanal, en Financial Red, una red de blogs de economía y finanzas que es también la sección financiera del diario 20 minutos.  El blog que allí mantendré, y cuyos textos publicaré igualmente aquí, se llamará «Desde la periferia» y ésta es su entradilla: «Escribo estas notas desde la periferia de casi todo: de Europa, de España, de la economía e, incluso, desde la periferia de mí mismo: con la sensibilidad a flor de piel ante tanta injusticia». A ver cómo va la cosa.

Lo inauguro con este artículo sobre la situación en Grecia

Si Sócrates levantara la cabeza
Si el filósofo ateniense levantara la cabeza volvería a pedir cicuta, se la serviría on the rocks en una copa de balón y retornaría al sueño de los justos horrorizado al ver lo que están haciendo los bárbaros con la cuna de la democracia.

Porque no otra cosa sino horror es lo que podría sentir después de ver cómo este domingo el Parlamento griego aprobaba unos presupuestos que recortaban 9.500 millones de euros adicionales de donde ya apenas queda nada, todo ello con la única finalidad de mantener una doble ficción: que Grecia es un país soberano y que no es una economía quebrada.

Ese es el sentido que tiene la aprobación de los presupuestos griegos por una clase política indigna que es capaz de asumir recortes en sanidad y en educación, en empleo público, en jubilaciones que son ya de miseria, a cambio de que parezca que gobierna y para que sigan inyectando dinero desde Europa con el fin de atender los pagos del vencimiento de una deuda que se aproxima al 200% del PIB. ¿Alguien en el ágora virtual puede explicarme cómo podrá enfrentar ese volumen de deuda una economía cuyo PIB sufrirá en 2013 la mayor contracción del mundo, cercana al 5%? ¿Alguien puede creer que eso no lo sabe la troika que gestiona el Estado griego como si fuera un protectorado y, sin embargo, sigue apretando las tuercas de una población a la que ya le queda poco jugo por exprimir?

Y es que en estos tiempos tan siniestros se permite que poderes sin legitimidad democrática -la Comisión, el FMI y el BCE- gobiernen Grecia con métodos más propios de la Camorra que de seres civilizados que comparten un proyecto político y económico común. La troika ha institucionalizado el chantaje como mecanismo para garantizar el expolio: sabedora de que el gobierno griego no puede imprimir moneda, de que no se atreven a repudiar la deuda y de que los vencimientos están ahí, detrás de cada quincena (5 mil millones al BCE, por ejemplo, este viernes), siguen presionando antes de desembolsar cada tramo del rescate sin que nadie pueda recordar ya cuál es la finalidad de tanto sufrimiento: ¿conseguir que cumplan con los objetivos de déficit? ¿Cuánto superávit presupuestario y comercial tendrá que acumular Grecia y durante cuánto tiempo para poder reducir ese nivel de deuda hasta el nivel que exige el Pacto de Estabilidad? ¿Es eso probable?

Y si la respuesta a esta última pregunta es negativa, la aplicación de la mayéutica socrática nos lleva a otras más comprometidas. Si todos sabemos que Grecia está quebrada, entonces, ¿por qué no se procede inmediatamente a la reestructuración de su deuda? Y si los acreedores se niegan a proceder a esa reestructuración, ¿por qué no amenaza Grecia con abandonar el euro?

La cuestión, evidentemente, no es menor, pero dejo sólo un dato para la reflexión: el impacto de la ruptura de la convertibilidad del peso argentino con respecto al dólar (una unión monetaria de facto) supuso al año siguiente una caída del PIB de casi el 11%; a los dos años el PIB argentino crecía casi al 9% y, desde entonces, es una de las economías con mayor tasa de crecimiento de la región. Mientras, el PIB griego, a base de rescates, ha caído desde 2008 en un 25% y no hay visos de recuperación. Igual es que los argentinos escogieron susto y los griegos han elegido muerte. Sí, puede que sea eso.

 N. de la R.
Esta noticia se publica con la autorización de su autor, Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, que también pueden ver en La otra Economía.