Millones de parados en la Gran Depresión
Millones de parados en la Gran Depresión

España
Manuel Funes Robert (28/1/2013)
Ángela Merkel, principal escollo para la salida de la crisis junto a Draghi, funcionario a sueldo de la primera, afirmaba hace pocos días que «España y el mundo aún no han aprendido la lección de la devastadora crisis financiera de 2008». Como una voz que clama en el desierto, a la que ya se une el FMI, no nos cansaremos de repetir los orígenes de la crisis, las causas de su extensión en el tiempo y la única salida posible de la misma.

Merkel sin embargo, insiste en sus políticas de austeridad sin pretender entender que la austeridad impuesta genera más pobreza, más paro en un diabólico efecto multiplicador negativo. Merkel y sus asesores pretender curar la enfermedad con dosis adicionales de la misma  enfermedad y este letal error que han convertido en dogma, comienza a afectar a Alemania: sus ministros advierten que crecerá por debajo del 1%. La explicación de este parón, tan fácil de entender como difícil de ver reside en que las brutales políticas de austeridad congelan la demanda en España, Italia y los países intervenidos y Alemania, que basa su crecimiento en la exportación y en concreto en la exportación a la UE, contempla como se reducen las ventas germanas al continente.

Una prueba tan evidente no es vista así por los gerentes de la UE, antes al contrario. Si los resultados son negativos y los números evidentes argumentan (lo acaba de hacer Merkel en Chile) que hay que seguir la senda del rigor y del ajuste y advierten que nadie espere que Alemania apoye medidas de reactivación de la economía en la zona euro.

El BCE, en perfecta sintonía con Alemania, que prometió comprar deuda soberana de los países ahogados por los mercados, pero que no llega a hacerlo, roza la desfachatez al exigir y aceptar que la  banca europea y en concreto la española, le devuelva el dinero que les ha prestado y con intereses. El dinero que el BCE emite desde sus imprentas no le pertenece, lo imprime de la nada y sin coste (en todo caso descontando el gasto de tinta, papel y amortización de dicha imprenta). Dos errores primigenios del instituto emisor: primero, no debe prestar sino procurar financiación suficiente a precio cero; segundo, no debería prestar a los mercados sino intervenir directamente comprando deuda soberana a los Estados, sin intermediarios que aplican intereses y márgenes para su propio beneficio.

En este panorama sombrío, que nace del dogma, en sospechosa coincidencia con los pocos que se lucran de esta terrible situación, no sería sorprendente que en doce meses nos anuncian, no solo que hemos superado los seis millones de parados, sino que nos acerquemos a los siete.

No es difícil ver la solución. Recuerdo con afecto al profesor Enrique Fuentes Quintana, compañero de cuerpo (Técnico Comercial y Economista del Estado) y de la antigua facultad de Economía y Políticas  de la calle San Bernardo, ilustre e influyente economista durante muchas décadas. En una de nuestras apasionadas conversaciones cuando era vicepresidente con Adolfo Suárez me dijo: «La única diferencia entre tu doctrina y la mía es que yo creo que hay que sufrir y tú crees que no».