Alemania (Europa)
Àngel Ferrero (8/1/2013)elecciones-en-alemania
Ya lo decía Eugeni Xammar: Alemania, en cuanto a prensa, es un país aburrido. Estamos a unos nueve meses de las elecciones federales -que tendrán lugar entre el 1 de septiembre y el 27 de octubre de 2013- y el mapa electoral no se ha movido un milímetro desde hace meses. Esto es lo que hay: los cristianodemócratas (CDU) se presentan con Angela Merkel como su principal activo y, a pesar de las derrotas en varias elecciones regionales y municipales, seguiría siendo la primera fuerza política del país, mientras que socialdemócratas (SPD) y verdes, los principales partidos de la oposición, siguen sin conseguir una mayoría suficiente como para formar una coalición de gobierno.

Los socialdemócratas se presentan con Peer Steinbrück, el ministro de Finanzas del primer gabinete Merkel (2005-2009), un burócrata gris y poco carismático que promovió el sector financiero durante su cargo. Como escribe Rafael Poch, con un candidato así «es muy difícil batir a Merkel, a menos que un cataclismo exportador o una manifiesta debacle europea hunda aparatosamente el quebradizo edificio de la canciller en los próximos nueve meses. Es muy difícil pretender ser alternativa y al mismo tiempo admitir, como hizo […] el presidente del partido, Sigmar Gabriel, que, «el actual gobierno vive de nuestras rentas».»[1] Los socialdemócratas en el fondo prosiguen una política tan miope como la de los conservadores: han dejado en la estacada a François Hollande, que podía haber representado, desde la propia óptica socialdemócrata, un contrapeso político a Angela Merkel, y, de manera mucho más evidente, han abandonado al PSOE español y el PASOK griego a su propia suerte porque cualquier muestra de solidaridad hacia sus homólogos del sur de Europa habría debilitado sus pronósticos de voto en un país donde los medios de comunicación conservadores han conseguido imponer, a fuer de repetirla, su interpretación demagógica y moralizante de la crisis europea, consistente en culpabilizar a los supuestos países «manirrotos» del sur de Europa. Estar dirigidos por un triunvirato descrito por Oskar Lafontaine como «tres losers, [Sigmar] Gabriel, [Frank-Walter] Steinmeier y [Peer] Steinbrück, todos los cuales sólo han perdido elecciones», no mejora precisamente sus pronósticos.[2] El último dardo que ha recibido Steinbrück viene de las filas conservadoras en una forma poco habitual: el elogio. El presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, Horst Seehofer, declaró que «Peer Steinbrück era el candidato favorito del SPD bávaro. Entretanto también es el candidato preferido de la CSU.»[3] Si pretendía ser una broma, no lo parecía.

Por su parte, Los Verdes, el socio de coalición favorecido por los socialdemócratas, se presentarán a las elecciones federales con un tándem compuesto por Jürgen Trittin, viejo conocido de la política alemana, ministro de Medio Ambiente en los dos gabinetes Schröder (1998-2002 y 2002-2005), y Katrin Göring-Eckardt, miembro del sínodo de la Iglesia Evangélica de Alemania -el junge Welt la describe con sorna como «de profesión cristiana (facción cristiana)»-[4] y conspicua representante del ala derecha del partido. Irónicamente, el mayor trasvase de votos lo reciben hoy Los Verdes de la CDU. El partido se ha llenado, como antes ocurrió con el SPD, de oportunistas que no buscan más que hacer carrera funcionarial, tal y como describía El País el pasado 4 de diciembre: «Matthias Filbinger supo que tenía que abandonar el partido de su padre [la CDU] cuando se aprobó Stuttgart 21, un proyecto gigantesco para enterrar la actual estación de trenes de Stuttgart, que colapsará el tráfico regional. El hijo rebelde, que luce Rolex de oro y conduce un Mercedes, es desde hace un año militante de Los Verdes.»[5] Cualquier cosa menos aires nuevos para un país que comienza a dar muestras de preocupante apatía política. Si socialdemócratas y verdes terminan imponiéndose, será gracias a un voto sin duda desganado y falto de convicción, pero quien gana unas elecciones así no tiene muchas garantías de contar más adelante con un respaldo sólido por parte de la población.

Con los (neo)liberales del FDP -la muleta que sostiene a Merkel en el gobierno- de capa caída, si la cosa sigue así sólo quedarían dos coaliciones de gobierno posibles: o bien una gran coalición (CDU-SPD) o una coalición negriverde (CDU-Los Verdes). Hay precedentes suficientes de grandes coaliciones -desde las dos grandes coaliciones federales (1966-1969 y 2005-2009) a la más reciente en Berlín (2011)- y negriverdes (en Hamburgo) para que ninguna de estas opciones parezca algo fuera de lo común. La mayoría de alemanes se pronuncian no obstante en las encuestas de intención de voto a favor de la primera opción. La opinión generalizada es que el SPD será tras las próximas eleangela-merkelcciones un partido clave en la gobernabilidad de Alemania, ocupando «el centro» político, si tal cosa es posible en los tiempos en que vivimos. Por eso los dos grandes partidos «de oposición» juegan una oposición a la baja y prosiguen una estrategia electoralista a la caza del voto y, posiblemente, de una futura coalición con los conservadores. La ironía de esta historia es que esa misma estrategia realimenta sus pobres resultados en las encuestas de intención de voto, y así hasta que llegue el otoño. Una «coalición semáforo» (SPD-FDP-Verdes), como han insinuado algunos socialdemócratas, no es posible porque el FDP tendría que dejar de ser un partido dogmáticamente neoliberal para volver a sus raíces socioliberales, y para eso tendría que renovar a toda su cúpula, si no es que el Partido Pirata ha ocupado ya ese espacio electoral. Una «coalición española» -por los colores de SPD (rojo), FDP (amarillo) y La Izquierda (rojo)- es imposible por las razones ya mencionadas. Un tripartito entre socialdemócratas, verdes y socialistas no cuenta con la aprobación del SPD y Los Verdes, a pesar de que la actual dirección de La Izquierda es ahora mucho más favorable a esta opción. Pero incluso aunque hubiera voluntad por parte de los tres partidos, la entrada del Partido Pirata -un partido que apunta cada vez más a llenar el espacio socioliberal abandonado por el FDP- en el Bundestag bloquea matemáticamente la opción. A su vez el Partido Pirata tampoco quiere pactar con La Izquierda y nadie quiere pactar con el Partido Pirata en una coalición gubernamental de cuatro partidos (SPD, Los Verdes, La Izquierda, Partido Pirata), que todo el mundo contempla como un desastre. El mapa posterior a las elecciones federales será sin duda más variado por el esperado aterrizaje del Partido Pirata, pero no parece que eso vaya a contribuir a la inestabilidad parlamentaria, pues a la hora de la verdad todos los partidos excepto La Izquierda votan en el mismo sentido y algunos sectores del Partido Pirata incluso especulan con la posibilidad de pactar una «coalición Halloween» -por los colores de la CDU (negro) y el Partido Pirata (naranja)- con la derecha.

Esto era así hace un año y un año después sigue sin haberse movido ni un milímetro. Merkel ha depurado a la CDU de sus competidores directos en el mejor estilo estalinista y conseguido sortear todos los problemas internos apartando a sus responsables políticos -desde el delfín conservador Norbert Röttgen al responsable de la Verfassungsschutz, los servicios secretos alemanes, muy tocados por el escándalo del grupo terrorista neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU)-, unas dimisiones que funcionan como una suerte de cortafuegos que mantiene la popularidad de la canciller intacta. Efectivamente, sólo un «cataclismo exportador» podría desestabilizar a Merkel. Y de momento ha sido capaz de mantener la crisis a raya, aunque el país comienza a notar los efectos económicos de su propia política europea.[6] Pero la verdad es que tanto da, porque si la crisis llega, los influyentes medios de comunicación conservadores se replegarán hacia una retórica de renacionalización -el terreno está ya sobradamente preparado- y culparán rápidamente a los «manirrotos del sur de Europa» de haber consumido los fondos necesarios para mantener a Alemania a flote en momentos difíciles, lo que incrementará las tensiones centro-periferia en Europa y la alienación europea de Alemania prácticamente en todas las direcciones del continente.

Los sindicatos están inactivos. Alemania tiene los mayores sindicatos de Europa y, por extensión, del mundo, pero lo cierto es que valen de más bien poco. La tasa de afiliación sindical está en declive desde hace años por culpa del incremento de los trabajos temporales y la percepción negativa de los sindicatos, generalmente vistos como una gigantesca e ineficaz máquina burocrática bajo la coordinación de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), la mayoría de cuyos dirigentes están cooptados por el SPD. Esta percepción lleva a la creación de pequeños sindicatos de empresa -en no pocas ocasiones hasta tres y cuatro en un mismo centro de trabajo-, los cuales, a la hora de la verdad, funcionan como gremios para proteger a sus miembros y no los intereses del colectivo, lo que hace que sean percibidos como más eficaces por sus afiliados, aunque en realidad restan poder de negociación a los grandes sindicatos.

Los datos están ahí, el día a día los confirma: Alemania es un país socialmente dormido. El problema, como sabe cualquier estudiante de secundaria, es que tiene un mal despertar.  

Notas
[1] Rafael Poch, «Steinbrück, candidato del SPD para las elecciones alemanas», La Vanguardibundestaga, 9 de diciembre de 2012. [2] Oskar Lafontaine, «Kämpft um diese gemeinsame Linke», 2 de junio de 2012. Discurso en el Congreso de La Izquierda en Gotinga. [3] «Riexinger gegen SPD-Kanzlerkandidat: Steinbrück bleibt umstritten», die tageszeitung, 4 de enero de 2012. [4] «Privat furchtbar verletzlich», junge Welt, 12 de noviembre de 2012. [5] «Los Verdes asaltan feudos de Merkel», El País, 4 de enero de 2012. [6] Michael R. Krätke, «Alarma en la isla de los benditos: la gestión alemana de la crisis pasa factura a la propia Alemania», Sin Permiso, 5 de agosto de 2012. Traducción de Àngel Ferrero.
El cierre de la planta de OPEL en Bochum -y la destrucción de 3.000 puestos de trabajo- y la reducción de trabajo en la factoría de Eisenach de la misma compañía es la última muestra de esta tendencia, que en el 2013 probablemente irá a más: Werner Vontobel, «Die Mittelkalasse gleitet ab», der Freitag, 13 de diciembre de 2012; «Opel-Eisenach tritt kürzer», junge Welt, 3 de enero de 2012. 

N. de la R.
Àngel Ferrero
es miembro del comité de redacción de Sin Permiso. Este artículo se publica con la autorización de SinPermiso.