El Vaticano
[SEPA] Diario el Peso (29/4/2013)La conspiracion vaticana
El año 2013 estuvo signado por acontecimientos inesperados y notables. Entre ellos, la renuncia del Papa Benedicto XVI y la elección del nuevo “Sumo Pontífice”, el Cardenal argentino Jorge Bergoglio, que adoptó el nombre de Francisco. Los hechos sorprendieron a propios y extraños al punto que los medios del mundo dedicaron no pocos centímetros y minutos a especular sobre la inusual sucesión inter vivos de la tiara papal.

Agotados los lugares comunes que los medios repitieron sobre la renuncia de Joseph Ratzinger, el mundo se distrajo con la caída del meteorito en Rusia, la bomba nuclear detonada por Corea del Norte, crimen de la bella modelo perpetrado por el famoso deportista sin piernas y por último la muerte del Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Hoy han recrudecido las especulaciones eclesiales ahora sobre el nuevo Papa y las actitudes que ha insinuado al comienzo de su período.

La tradición quebrada por Benedicto XVI, que decidió renunciar antes que esperar la muerte para transferir el trono de Pedro, estaba a punto de cumplir 600 años.

Para algunos analistas la renuncia fue una salida honrosa en medio de la decadencia de la curia romana manchada por denuncias sobre blanqueo de dinero de la mafia, tráfico de drogas y armas y escándalos de pederastia sacerdotal.

Para otros, fue una suerte de cesantía encubierta motivada por los escándalos develados a causa de las filtraciones realizadas por el camarero de confianza de Benedicto XVI y que la Curia precipitó para impedir que las revelaciones incentiven a los fiscales italianos a investigar las conexiones con la mafia o el blanqueo de dinero negro o los escándalos sexuales.

Ahora bien, ¿por qué se le ha dado tanta importancia en su momento a la renuncia del jefe de un pequeño estado (que abarca sólo algunas manzanas de Roma) jefe espiritual de una grey católica cada vez más diezmada por el escepticismo y polucionada por otras creencias populares?

Muchos opinan que la Iglesia Católica Romana sufre el síndrome del Bizancio del alto Medioevo, cuya tradición ecuménica en aquel entonces, era más simbólica que real, para luego transformarse en un borroso recuerdo tras la caída de Constantinopla.

Los mismos críticos acusan a la iglesia de no haberse “agiornado” de no acompañar la evolución de la sociedad en temas como la anticoncepción, el divorcio y los adelantos en medicina genética.

También acusan a la iglesia de anacrónica, en cuestiones como el celibato exigido a sus ministros, lo que la ha convertido, según muchos analistas, en un refugio de pervertidos que por años abusaron de jóvenes y niños que se acercaban a las parroquias.

Tal postura es ingenua. En América Latina existen más de 400 millones de personas que profesan el catolicismo, en una región que en los últimos años ha concentrado gobiernos contra-fácticos al consenso de Washington y conforma un escenario político efervescente en donde la podría jugar un rol central.

El siglo XX ha sido testigo de una activa y comprometida conducta papal no siempre clara ni políticamente correcta. Los papas elegidos siempre pertenecieron a países que fueron escenarios importantes de los conflictos de su tiempo. No fue casual la elección del italiano Eugenio Pacelli (Pío XII) en la Italia fascista, un noble vinculado a las estructuras de poder de su tiempo.

Si pensamos en Ángelo Giusepe Roncali (Juan XXIII), fue elegido en plena efervescencia revolucionaria de Cuba y con el Concilio Vaticano II impulsado en su gestión y terminado durante el papado de Giovani Montini (Pablo VI), se crearon las condiciones para el surgimiento de una iglesia “más progresista” en parte de Latinoamérica sobre todo en Brasil que ha disputado el discurso revolucionario a los movimientos políticos que surgieron en ese momento. Es también la época del mayo francés (1968) que hacía presumir un giro mundial contestatario en la política europea.

Cardenal Antonio Samoré
Cardenal Antonio Samoré

La muerte de Pablo VI, ocurrida en 1978, develó los escándalos económicos de la iglesia que involucraban la corrupción y asesinatos de políticos y banqueros, al Banco Ambrosiano, a la Logia para-masónica “Propaganda 2” y que desembocaron en el breve paso de Albino Luciani (Juan Pablo I) que sufrió una dudosa muerte luego de 33 días de reinado y de haber anunciado que la iglesia sería franciscana.

En este contexto de crisis fue elegido el cardenal polaco Karol Woytila que asumió con el nombre de Juan Pablo II. Ultra conservador, pero joven y carismático, llegó a tener una sostenida popularidad similar a la de un cantante de rock. Su gestión hacia adentro de la iglesia acalló los escándalos sin resolver los graves conflictos internos, sin embargo le estaría reservado un papel preponderante en el mundo bipolar de la época.

Juan Pablo II, estaba en las antípodas de sus tres predecesores a quienes homenajeó con la elección de su nombre. En efecto Juan XXIII, Pablo VI y el malogrado Juan Pablo I, representaron un esfuerzo renovador de la iglesia, cristalizado en el Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII, concluido por Pablo VI e invocado en el breve mandato de Juan Pablo I.

Juan Pablo II, modernizó su estilo de comunicación pero su filosofía fue pre-conciliar. Durante su gobierno el Colegio Cardenalicio que tenía una composición equilibrada de renovadores y ortodoxos, se desequilibró a favor de éstos últimos, con gran preponderancia de la organización “Opus Dei”, a la que elevó a la condición de “Prelatura” por Constitución Apostólica de 1982 y canonizó a su fundador José María Escrivá de Balaguer en 1992.

Desde otro punto de vista, a Juan Pablo II se le atribuye un rol preponderante en el oriente europeo, cuando estaba bajo la influencia de la hoy inexistente Unión Soviética. Siendo originario de Polonia, un país preponderantemente católico, se convirtió en un símbolo de la resistencia antisoviética y en un dolor de cabeza para la nomenclatura rusa. No pocos reconocen que la caída del muro de Berlín tuvo mucho que ver con la iglesia católica. El atentado sufrido a manos del terrorista tusco Alí Agca se inscribe en este complejo ajedrez.

En Sudamérica también se reconoce a Juan Pablo II su rol pacificador entre países gobernados por dos dictaduras cruentas como fueron las de Argentina y Chile en 1978. Al borde de la guerra, un representante apostólico, el cardenal jesuita Antonio Samoré, desactivó un conflicto demostrando la versatilidad secular de la diplomacia vaticana, considerada una las más sutiles y efectivas entre las diferentes carteras diplomáticas del mundo. También visitó Argentina durante la guerra de las Malvinas, lo que significó el comienzo del fin de la dictadura militar.

A su muerte en 2005, fue elegido Benedicto XVI, quien pertenece al país rector de la economía europea y que digita la “troika” burocrática que impone en Europa el rumbo económico.

El Papa renunciado, hoy considerado como “Papa emérito” en retiro perpetuo, asumió como un papa de transición a la muerte de Juan Pablo II. La elección de un hombre de 78 años en aquel momento hacía prever un reinado breve, que sin embargo alcanzó casi los 8 años.

Su período estuvo signado por la crisis más profunda que sufrió la iglesia en los últimos siglos, provocada por los escándalos de pedofilia sacerdotal que salieron a la luz en estos años, aunque también es cierto que Joseph Ratzinger tuvo mucho que ver en el corrimiento del velo que cubría la vergüenza vaticana, ya que fue uno de sus impulsores mucho antes de los escándalos cuando era Cardenal. Sin embargo es criticado por no haber impulsado una severa represalia a los responsables.

Su renuncia pudo estar motivada en estos escándalos, o en los escándalos financieros o también en un sincero agotamiento moral de quien es considerado un intelectual brillante, que ha decidido pasar en paz sus últimos años, rodeado de libros y con su piano y sin haber podido, sabido o querido hacer lo que debía en la terminal crisis vaticana.

Poco importan estas especulaciones, que ya son sustituidas por el análisis de su sucesor, Francisco. En este contexto cabe recordar que ha trascendido que su elección ha superado en número o porcentaje a la de sus sucesores. Al parecer los adictos al Cardenal Ángelo Scola (favorito en los medios) decidieron apoyar al jesuita Jorge Bergoglio.De los 115 cardenales electores, 60 fueron de Europa, 14 de EE.UU. y Canadá, 19 de Latinoamérica, 11 de África, 10 de Asia y uno de Oceanía. Se comprobó en esta oportunidad el viejo aforismo que dice “el que ingresa al cónclave como papa, sale cardenal”, los medios han seleccionado cuáles eran “papábiles” y en la lista no estaba el cardenal argentino.

La pregunta a contestar es, ¿por qué un papa argentino y jesuita? Su país de origen no forma parte del club económico ni financiero mundial y tiene una relación díscola con las metrópolis europeas y la norteamericana en asociación con otros países del subcontinente.

Muchos comparan a esta elección con la de Karol Woityla, que también pertenecía a un país periférico pero dominado por una potencia como lo era la Unión Soviética. Juan Pablo II, se apropió del discurso anticomunista y fue decisivo en la implosión soviética.

Argentina es a los Estados Unidos lo que Polonia fue a la Unión Soviética, un país pequeño bajo su órbita pero díscolo ideológicamente. La diferencia es que la resistencia antisoviética, representada por el sindicato solidaridad y su líder Lech Walesa trabajó en la clandestinidad y no llegó al poder sino hasta 1990, cuando el imperio soviético había colapsado. En Argentina, el peronismo en su versión kirchnerista (y díscola al consenso de Washington) ha llegado al poder por las urnas después del colapso liberal del 2001 y va gobernando 10 años.

Papa Francisco. Foto Prensa Libre
Papa Francisco. Foto Prensa Libre

Argentina representa un lacerante anti-modelo occidental, que comparado con los resultados logrados por la Troika en Grecia, España, Francia y otros países europeos ha tenido un desempeño económico sobresaliente aplicando políticas contra cíclicas en sus primeros siete años desde el 2003, aunque en la actualidad el modelo está mostrando importantes signos de agotamiento.

¿Viene el Papa Francisco a apropiarse del anti-modelo y marcar un límite al gobierno financiero del mundo o simplemente será una válvula de escape que canalice la presión social al mínimo necesario para preservar al sistema mundial, sustituyendo, compitiendo o neutralizando a las expresiones políticas de izquierda?

Desde el punto de vista ideológico, quien fuera el Cardenal Jorge Bergoglio tuvo antecedentes peronistas y se lo ha vinculado a la agrupación peronista “Guardia de Hierro” en los años ’60.

El peronismo es un movimiento populista que fue de derecha en sus comienzos, luego de izquierda revolucionaria, después pasó por una fase liberal durante el menemismo para volver a una fase progresista no revolucionaria con el Kirchnerismo y en sus métodos tiene mucho de conciliar, conspirativo, maquiavélico, imprevisible y en algún sentido “eclesial”.

Cabe destacar que el actual Papa, no tuvo las mejores relaciones con la cúpula de la última versión del peronismo (la kirchnerista), aunque muchos de sus militantes de base lo reconocen como referente.

Bergoglio tuvo una amplia, directa y reconocida tarea pastoral en las villas miserias de la ciudad de Buenos Aires, aún siendo Cardenal y conoce la pobreza y sus problemáticas implicadas de manera profunda. También conoce al poder en sus versiones más cruentas ya que vivió la dictadura argentina dentro del país y a la política institucional y partidaria surgida con la restauración democrática en 1983, que ya cumple tres décadas en Argentina con el predominio de diferentes perspectivas ideológicas en ese período.

Su desempeño durante el proceso militar argentino ha sido controvertido, por el periodista Horacio Verbitski del diario argentino “Página 12”, quien sostiene que Jorge Bergoglio estuvo relacionado con el destino de dos sacerdotes jesuitas, Pedro Yorio y Francisco Jalics, que fueron secuestrados y torturados durante la dictadura militar.

Según la acusación, Bergoglio habría solicitado que se posibilitara salir del país a los sacerdotes jesuitas perseguidos, para salvarlos. Sin embargo una nota firmada por el Director de Culto Católico de la Cancillería de aquel momento Anselmo Orcoyen, atribuye a Bergoglio una recomendación de rechazar dicha solicitud.

Por otro lado no se ha probado que lo que dice el documento firmado por ese funcionario, fuera cierto y para los jueces que intervinieron en causas por delitos de lesa humanidad, no constituyeron prueba suficiente para imputar al entonces sacerdote. Otros militantes de derechos humanos, como Graciela Fernández Meijide (CONADEP), el Permio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el Fiscal que acusó a los militares en el Juicio a las Juntas, Julio César Strassera, le atribuyen actitudes diametralmente opuestas y lo defendieron negando vinculaciones con la dictadura. La ex juez echada por el proceso, militante de los derechos humanos y abogada de CELS, Alicia Oliveira, declaró que ayudó a mucha gente a salir del país en aquel momento.

Con estos antecedentes, poco se puede dudar de la experiencia secular (sea buena o mala) del hoy Papa Francisco. Argentina es un país de características inusuales y propone a sus habitantes experiencias extremas.

Las primeras actitudes del nuevo Papa fueron franciscanas y severas con los desvíos de su clero y en su primer ángelus hizo referencia a la adúltera que los judíos querían lapidar y que Jesús salvó, pidiendo, que aquel que esté libre de pecados tire la primera piedra. Terminó su homilía afirmando que “no nos cansemos nunca de perdonar” y que “recen por él”.

Entre los invitados especiales elegidos por el Papa Francisco para el día de su entronación, estaban una monja argentina misionera en Tailandia, Sor Ana Rosa, el director del proyecto educativo “Escuela de vecinos”, José María del Corral y un cartonero de Buenos Aires que había conocido en su tarea pastoral.

El cartonero se llama Sergio Sánchez y es además representante del “Movimiento de Trabajadores Excluidos” (MTE). Sánchez viajó vestido tal como trabaja. Antes de subir al avión fue sometido a un interrogatorio, le preguntaron si tenía dinero y quién le dio el pasaje. Fue el único pasajero que fue sometido a una radiografía de tórax para comprobar que no llevaba drogas.

¿Serán las actitudes tan prometedoras del nuevo papa una inteligente y maquiavélica campaña de marketing, o habrá comenzado una profunda tarea crítica desde la iglesia de los paradigmas económicos y políticos imperantes en la post-modernidad?

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Diario el Peso.