Mi Columna
Eugenio Pordomingo (25/5/2013)

Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

No hay duda que a los ricos, a los poderosos, se les calibra con una vara de medir muy distinta que al resto de los mortales, los pobres, los menesterosos. Ya se sabe, un pobre puede ir a la cárcel por robar una bebida, una fruta o un mendrugo de pan –sobre todo si lo hace en un centro comercial importante-, pero un poderoso puede arruinar un país, defraudar al Estado, mandar al paro a millones de ciudadanos o decretar leyes injustas y anticonstitucionales, y no le pasa nada. Si la presión social le acerca a ser catalogado jurídicamente como “imputado”, entonces se busca un eufemismo para enmascarar esa fea palabra y peor acción, y se sustituye por “testigo asistido”.

Todo se hace para no dañar, para no perjudicar a esas nobles gentes, podridas de dinero, envueltas en las sábanas de la usura, que velan por nosotros; que cuidan de que no seamos como ellos; que quieren que nos ganemos el Cielo a base de penurias y sufrimientos. A ellos, a los ricos, a los poderosos, les importa un bledo lo que dijo San Mateo: “es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que el que entre un rico en el reino de Dios”.

Si la situación se agrava y la contestación aumenta, cambiarán la cita –para eso está el BOE-, quemaran los textos sagrados, los harán desaparecer de Internet, o impondrán penas al que los cite.

Un ejemplo, la oración el “Padre Nuestro”, la de antes, decía “… perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”; pero desde que la corriente liberal lo arrasa todo, El Vaticano decidió un cambio, nada semántico por cierto, y ahora ha quedado así: “… y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quiénes nos ofenden”.

¡Menudo apoyo el que ahora otorga el nuevo Padre Nuestro a esos golfos! Hay que confiar en que el Papa Francisco, revise la oración, la ponga en su sitio y recupere el texto sagrado. Y hay que incidir en lo del Infierno, pues a ver si va a resultar ahora que banqueros, corruptos, políticos profesionales, jerarcas y demás especímenes va a tener acceso directo al Cielo por eso de las influencias. Lo del Infierno –a estas alturas desconocemos si existe o no- hay que resucitarlo, al menos para que cuando esas gentuzas preparen alguna tropelía contra sus congéneres piensen que se pueden cocer eternamente en la Calderas de Pedro Botero.

Estas mis reflexiones vienen a cuento después de conocer que Christine Lagarde, actual directora del FMI (Fondo Monetario Internacional) ha sido declarada “testigo asistido” en el “caso Tapie”. De esta forma, la señora se evita ser investigada como imputada por el pago de 400 millones de euros, en concepto de indemnización, que hizo al empresario Bernard Tapie. La “indemnización” fue en 2077 cuando Lagarde era ministra de Economía de Francia. El asunto destila tufo pestilente a trato de favor.

En al año 1993 Tapie vendió la empresa ´Adidas´ al banco Credit Lyonnais. Más tarde la entidad revendió la marca deportiva por un precio mucho más alto y el empresario se sintió estafado. Tapie acudió al Tribunal de Arbitraje que le concedió una compensación más alta que la que hubiera conseguido en un juicio. No es casualidad que Bernard Tapie había apoyado la campaña electoral de Nicolas Sarkozy.

Nada más conocer que había conseguido ser declarada “testigo asistido”, Christine Lagarde dijo: “He podido proporcionar información para demostrar que siempre he actuado en el interés del Estado y acorde a la ley. Mi estatus de testigo asistido así lo confirma”. Frase lapidaria que en España estamos hartos de escuchar.

Todavía resuena en mis oídos eso de “todos somos iguales ante la Ley”, que Juan Carlos I pronunció en el pasado discurso navideño. Después ya se sabe, vino lo que vino.