España
Diego Camacho (24/5/2013)Mariano Rajoy. Foto La Moncloa
La sorprendente entrevista de Aznar en TV3 ha provocado un tsunami político en el PP y ha dejado turulato al Presidente del Gobierno. De un lado los votantes indignados, por el incumplimiento del programa electoral y el continuismo a las políticas de ZP se han apresurado a respaldar la iniciativa de su Presidente de Honor. Del otro, aquellos que pertenecen al aparato o que aspiran a ser incluidos en alguna lista electoral, menos el Presidente de la Comunidad de Madrid, se han posicionado sin matices al lado de Rajoy.

El asunto no es baladí pues el origen del encumbramiento del actual Presidente no es otro que la voluntad de su antecesor. Al asumir el papel de “Pepito Grillo” en lugar del de “Reina Madre”, Aznar públicamente le ha retirado la confianza que le tenía su dedo y de paso le ha lanzado un ultimátum: o cambias de política económica o regreso. El momento no puede ser más idóneo si el objetivo político es provocar la catarsis dentro del PP, pues las próximas elecciones están todavía lo suficientemente lejanas para generar el ajuste interno antes del verano. Con un año largo que llevábamos sin oposición, de pronto surge un espontáneo que, sin duda y si se lo propone, va a dar mucha más guerra que la que podía dar el oficial. El PSOE irá perdiendo a consecuencia de ello las urgencias en cambiar a Rubalcaba, según vaya avanzando Aznar en su proyecto político. Claro que el riesgo de escisión del PP es ahora mayor que en ningún otro momento de su historia. No es plausible que Aznar y su entorno hayan dado ese paso sin sondear los apoyos con los que cuentan dentro del partido.

En su programa electoral televisivo, Aznar hacía suyas las críticas que tanto desde la izquierda o de la derecha le llovían al gobierno, sobre todo en lo que se refiere a la política económica. El rechazo suscitado viene sobre todo hacia su persona no hacia muchas de las ideas que parecía defender. Para muchos españoles Aznar y González carecen de autoridad moral para erigirse en “salvadores” de una situación nacional que ellos propiciaron, en mayor o en menor medida, cuando estuvieron al frente del Consejo de Ministros.

Es cierto que durante su primera legislatura, consiguió Aznar enderezar el rumbo errático de la política económica de González y crear empleo y crecimiento. Pero sus ocho años de gobierno también tuvieron sombras como: dejación de responsabilidades constitucionales al permitir que el Rey le nombrara a los Ministros de Defensa en las dos legislaturas; no desclasificar los papeles del CESID como había prometido en su campaña electoral; no regenerar la vida política española como también había prometido, y en su lugar acelerar la politización de la justicia; aprobar una ley para la recalificación del suelo, origen del financiamiento ilegal de los partidos; entregar la Inteligencia del Estado y la Seguridad Nacional a los golpistas del año 81 nada más ganar las elecciones; permitir el ascenso y los premios a los implicados en el GAL, escuchas telefónicas y manejo de los fondos reservados que propiciaron los golpistas que él puso al frente de la Seguridad Nacional; destituir a Vidal Cuadras como líder del PP en Cataluña para poder hablar catalán en la intimidad con Jordi Puyol y facilitarle el saqueo de fondos públicos y el soberanismo desaforado; y meternos en la guerra de Irak con mentira televisiva incluida “créanme, en Irak hay armas de destrucción masiva”. Lista que no hago más larga por no cansar, pero lo suficientemente ilustrativa de lo que también fueron los años de Aznar y de sus carencias a la hora de liderar una salida de la crisis.

Un detalle importante es que a mi no me parecieron convincentes sus explicaciones sobre la colaboración de Gurtel en la boda de su hija. Tampoco me convencieron sus razones sobre el trasiego de los sobres de Barcenas, de los que él resultó beneficiado y en todo caso era responsable de su distribución como líder del PP.