España/Economía
Manuel Funes Robert (30/9/2013)Yo tuve derechos sociales
El gobierno anunció el pasado jueves que el sueldo de los funcionarios seguirá congelado, aunque para alegría de aquellos dejó caer la posibilidad de que recuperaran las pagas extras que les suprimieron hace ya dos años. Gran noticia para el colectivo publico que, teniendo una estabilidad envidiable en comparación con los trabajadores de la empresa privada, han visto reducida su capacidad adquisitiva, por la congelación y por las pagas extras perdidas en torno al 10%.

Aun así los funcionarios pueden considerarse los aristócratas de la población laboral. Entre sus inquietudes no está desde luego, el miedo a perder su puesto de trabajo y tengo para mí que muchos otros empleados aceptarían gustosos una congelación salarial a cambio de varios años de certeza de que no van a ser despedidos.

Por debajo de ellos yo colocaría a los que dentro de la empresa privada tienen la fortuna de seguir trabajando. Esta clase trabajadora cobra en el mayor de los casos a fin de mes su nomina y al menos hasta el mes siguiente pueden seguir con su proyecto de vida. En muchos casos no solo aceptan la congelación salarial, sino que ceden a las rebajas salariales, si la otra opción es el desempleo.

Los siguientes en esta particular escala son los trabajadores eventuales, aquellos que solo pueden hacer planes vitales hasta el fin del contrato. En cierto modo tienen una ventaja sobre los indefinidos, pues éstos no saben con certeza cuándo pueden ser despedidos.

En último lugar vive el parado, al que cada mes se le reduce la prestación y al que a partir de determinada edad es consciente de que nunca volverá a encontrar trabajo. Al drama de la merma de ingresos se une la muerte social que es característica en esta situación. El parado camina y desarrolla su vida sin el desafío existencial de ganarse la vida y con el sufrimiento de sentirse inútil, pues siempre se le podrá decir que no encuentra trabajo por no haberse esforzado lo suficiente. Estos últimos serán las víctimas y bajas de esta terrible realidad social que sorprendentemente no ha provocado un estallido social. Estallido que tendrá lugar cuando del sufrimiento se llegue a la desesperación.