España
Manuel Funes Robert (2/11/2013)

20 N
20 N

Como todos los 20N la gente celebra la desapición de Franco después de ser dictador cuasi legal desde el 36. Su dictadura tiene características interesantes que abordo como historiador más que como político. El historiador analiza con perspectiva los hechos de su atención; el político vive y reacciona ante la realidad y los hechos sin dicha perspectiva.

La primera víctima de la sublevación del 18 de julio no fue la República sino el propio Ejército en sus cuadros superiores. El 18 de julio, Franco tuvo enfrente a la elite del Ejército español. Sólo un capitán general de los 8 existentes se sublevó: Miguel Cabanellas, Capitán General de Zaragoza. El resto permaneció fiel a la República. Lo negro del franquismo y lo que impedirá para siempre su legitimación de origen, fue la suerte que hizo correr a los que no se sublevaron. Se les formaron Consejos de Guerra sumarísimos apoyándose en la ley constitutiva del Ejercito que en su primer artículo impone a las fuerza armadas la obligación de defender a la patria de los enemigos externos e internos.

Declarando que el gobierno legal lo era sólo de hecho como consecuencia de su desastrosa ejecutoria que llevó a las fuerzas del orden a asesinar a Calvo Sotelo, se acusó a los no sublevados del delito de “rebelión militar” con lo cual se les condenaba a muerte.

La paradoja política del franquismo consiste en que lo que le falta de legitimación de origen, la tuvo de legitimación de ejercicio. Fue la suya ciertamente una dictadura real y efectiva en sus orígenes. En la ley que lo encumbra a la Jefatura del Estado se dice “éste se constituye como unidad de poder” –no de poderes- “y división de funciones”- no de poderes- “y corresponde al Jefe del Estado la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general” a lo que se añade una de sus últimas manifestaciones cuando Franco dice en la Casa de Campo a los Alférez Provisionales sobrevivientes, “dado el carácter vitalicio de mi magistratura y que me siento tan joven como vosotros, es de esperar que queden bastantes años”.

Pero Franco había dicho el 1 de octubre del 36 en Burgos, “levantaré a España a lo más alto o dejaré mi vida en el empeño”. Y es el caso que casi lo consiguió.

El hambre de la posguerra no nació de la Guerra Civil sino de la 2ª Guerra Mundial durante la cual los abonos nitrogenados de los que España carecía por completo se declararon producto estratégico administrado cicateramente por el Food Emergency Commitee. El keynesismo intuitivo de Franco con el que yo colaboré directa y personalmente junto el turismo en masa que resolvió la escasez de divisas, hicieron el milagro económico de los 60 ensombrecido únicamente por el paréntesis transitorio del innecesario plan de estabilización del 59.

El desarrollismo posterior y el nacimiento de la clase media en los sesenta, justifica a posteriori para sus seguidores, lo que Franco llamó «mi obra de gobierno»

«post hoc, ergo propter hoc» («Después de esto, por lo tanto, a consecuencia de esto), es decir, la justificación del alzamiento, por sus beneficios posteriores en la sociedad española de entonces.