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Eduardo Paz Rada (13/7/2014)
El gonismo ha sido y es un proyecto político-económico de dominación que articula los intereses de las transnacionales imperialistas con los de las oligarquías locales neoliberales y conservadoras, como lo demostró en más de dos décadas de gobierno en Bolivia, por tanto su existencia y proyección van más allá de la figura vapuleada de Gonzalo Sánchez de Lozada y se manifiesta en la vida política con muchos rostros, particularmente cuando se presentan coyunturas políticas en las que se disputan espacios de poder y de influencia, en este caso las elecciones nacionales.

Tres rostros que representan las tendencias retrógradas han aparecido ya como candidatos de oposición en las próximas elecciones de octubre al no haber podido conformar una sola opción frente a los candidatos oficialistas del Movimiento Al Socialismo (MAS) que aparecen como favoritos y que han conseguido impulsar importantes reformas sociales, culturales, políticas y económicas en los últimos ocho años. A las figuras de Juan del Granado del Movimiento Sin Miedo (MSM) y Samuel Doria Medina de Unidad Nacional (UN) ahora se suma la de Jorge Quiroga con la sigla del oportunista Partido Demócrata Cristiano (PDC) y no de su original banzerista Acción Democrática Nacionalista (ADN), para buscar un espacio de poder.

Las posibilidades de conseguir apoyo electoral como para poner en riesgo la reelección de Evo Morales son muy bajas, de ahí que el cálculo de estos candidatos y otros posibles, como Fernando Vargas del Partido Verde de Bolivia (PVB), es de posicionarse en el cuadro político como opciones de liderazgo hacia 2019, momento en el cual podría darse la posibilidad de recambio, o de contar con algún espacio parlamentario o regional para fortalecer una oposición en los siguientes años.

La coincidencia de estos candidatos no radica en la propuesta de una alternativa al MAS sobre la base de la profundización de las transformaciones históricas de la última década o de un discurso de defensa de la Patria frente al imperialismo o de avanzar en el procesos de liberación nacional e integración latinoamericana, sino más bien de una disimulada intención de volver al pasado cuando tuvieron roles protagónicos al implementar el debilitamiento del Estado Nacional, la ocupación imperialista y transnacional en nuestro territorio, la privatización y entrega de las empresas estratégicas y los recursos naturales, la pérdida de la soberanía y la dignidad nacional y un sistema de corrupción institucionalizado.

Los tres son, cada uno a su modo, gestores de la llamada “capitalización” gonista. Doria Medina proviene de una raíz rosquera de la oligarquía minero-terrateniente-comercial y se benefició de enormes ventajas desde el Estado para convertirse en el monopolista del cemento, habiendo sido Ministro de las privatizaciones de los años 90 con su membrete de Chicago boy; de manera parecida también como Chicago boy, pero con el padrinazgo de las transnacionales y los intereses bancarios y financieros, Quiroga se convirtió en el delfín tecnócrata del proyecto gonista que articuló durante el quinquenio 1997-2002 el proyecto neoliberal; y del Granado, como abogado y parlamentario del Movimiento Bolivia Libre (MBL), fue aliado del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Sánchez de Lozada en su política antinacional.

Los pasos del oficialismo y sus candidatos permitirán también tener un criterio completo de hasta dónde podrá avanzar el proceso de cambio sobre la base de las propuestas y programa tomando en cuenta que se encuentran pendientes la recuperación plena de los recursos mineros y petroleros, el proceso de industrialización, la soberanía agrícola y alimentaria y la superación de la economía primario-exportadora, para conseguir el desarrollo nacional y vivir bien.

N. de la R.
Eduardo Paz Rada
es sociólogo boliviano y docente de la UMSA, escribe en varias publicaciones de Bolivia y América Latina.