Movimiento Occupy Wall Street
Movimiento Occupy Wall Street

Economía
Max Murillo Mendoza (30/8/2014)
El año 2.008 cuando se produjo la crisis mundial con la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, y se derrumbaron los mercados mundiales de valores, se terminó definitivamente el mito del libre mercado. Para que no haya tragedia mundial el banco central norteamericano tuvo que intervenir, desde el Estado central, para salvar el mercado mundial. La suma de dicha intervención fue de 700.000 mil millones de dólares, que fue a parar a los bancos privados del sistema. Una cifra astronómica y monumental por cierto. El dinero del pueblo norte americano se utilizaba para salvar negocios turbios privados. Los economistas del libre mercado se escandalizaron, le llamaron al presidente de Estados Unidos: “camarada comunista”, porque no podía intervenir el Estado en el “libre mercado norteamericano”. Esa fue la muestra más evidente y clara, al mundo entero, de que no existe el llamado “libre mercado”. Que los Estados siguen siendo los instrumentos más poderosos de los países del norte, porque sus nacionalismos son muy fuertes.

Eso del libre mercado es sólo de exportación ideológica, para negociar con los mercados mundiales e imponernos sus condiciones a nombre del libre mercado. Hoy vemos como Europa y Estados Unidos se empobrecen a pasos agigantados. Ese modelo caduco y atrasado del “libre mercado” ya no puede dar respuestas a las inmensas necesidades. Dicho sea de paso, la quiebra de la bolsa de valores de Wall Street afectó inmediatamente a Europa. Los países europeos tuvieron que desembolsar de sus bancos centrales estatales, la suma friolera de 500.000 mil millones de dólares para salvar a sus bancos privados. España, Grecia, Italia y Portugal están a punto de derrumbarse, con millones de desocupados y pobres en sus calles. Ya no pueden ocultar la tragedia del modelo, y se esfuerzan torpemente en estos días para mostrar una recuperación de unos puntos, y dicen que ya salen del atolladero. Pero los costos de esos sacrificios son enormes y las sociedades del llamado “libre mercado” se derechizan: regresan los totalitarismos y los fascismos europeos, los racismos y estados gringos se cierran otra vez, como ya sucedido allá a principios del siglo XX. Entonces surgieron los nacionalismos que les llevaron a las dos guerras mundiales.

El libre mercado se derrumba con sus teorías que eran sus sustentos durante siglos. Pero se derrumba también por el empuje de nuevas teorías, de nuevas ciencias, con enfoques absolutamente nuevos y novedosos, que nada tienen que ver con las actuales modernistas y desarrollistas caducas y decadentes. La llamada crisis moral y ética, responde también al derrumbe de este modelo de libre mercado ya fracasado. Esas teorías tienen que ver con las visiones del modelo newtoniano: mecánico, rectilinio, unidimensional, teleológico. Que todo tiene un principio y un fin. Ahí, la izquierda y la derecha coincidían totalmente. Para el cristianismo (como concepción de derecha): hay un principio y un fin con el apocalípsis y la llegada de Cristo (el fin de los tiempos); para el marxismo: hay la revolución y la llegada del comunismo (el fin de las clases sociales como el reinado del hombre en la tierra). Es decir, ambos pensamientos en cierto sentido nacen al interior del modelo occidental de pensamiento teleológico y moderno. Así la modernidad se impone al mundo entero, mediante la historia del colonialismo: sea liberal de libre mercado, o socialista también. Ambos coinciden substancialmente de que la salvación humana pasa por la industrialización y el modernismo. Unos por los negocios privados; y otros por los negocios estatales; pero en el fondo igual al fin si analizamos científicamente. Pero desde hace 40 años, los científicos del norte de este mundo, saben y nos alertan que el modelo ya no funciona.

El modelo modernista y dizque científico desarrollista, está destruyendo el mundo. La contaminación ambiental está asesinando todo vestigio de naturaleza, humana y animal. A estas alturas ya es absolutamente claro que esta destrucción tiene un culpable contundente: el modelo de desarrollo actual. Se ponga cualquier título bonito y atractivo: “libre mercado”, científico, de desarrollo y progreso, etc., etc. Por todo eso, los pensadores y científicos de todo el mundo están en la tarea de desarrollar otros modelos de desarrollo, por decir algo.

En las universidades más importantes del mundo se habla abiertamente de que el modelo actual, es arcaico, caduco, atrasado y sobre todo destructivo e injusto por todo el mundo. Que ya cumplió su tarea de modernizar e industrializar por 300 años a la humanidad. Sus resultados son claros a todas luces: destrucción de la naturaleza. Y lo que se está pensando ahora es saltar, superar e inventar modelos post-capitalistas. Por supuesto, sobre las cenizas de la modernidad y el libre mercado. Pero otros modelos y otras alternativas científicas menos destructivas y más humanas.

El ejemplo más nítido de ese modelo fue lo que significó Alemania a finales del siglo XIX, y principios del siglo XX. Fueron los inventores del nacionalismo. El pueblo alemán moderno, educado, culto y refinado, científico, inició las dos guerras mundiales, asesinó a millones de judíos y de otros pueblos del mundo, precisamente en  nombre de la ciencia y la refinada tecnología gringa. Después, vino la bomba atómica: el artefacto más sofisticado y emblema de la ciencia occidental…para matar y destruir la vida. Esos son los resultados más fascinantes del desarrollo, del progreso, de la ciencia y la tecnología occidental.campamentos-de-pobreza-en-estados-unidos1

Sin embargo, como es a lo largo de nuestra historia republicana. Nuestras élites pensantes e instituciones de nuestras ciudades, sean estatales o privadas, se babean y se mueren, se arrodillan y se fascinan por las ciencias modernas y el libre mercado. Ciegamente, acríticamente, con un total desconocimiento de las bases y los valores y los resultados de esa modernidad científica. Sin conocer que el libre mercado tiene por fundamento al liberalismo como pensamiento: el respeto al distinto, el respeto a la competencia con oportunidades iguales. Herencia del pensamiento inglés y luego de la revolución francesa.

En Bolivia nunca hubo ese pensamiento. Para las élites “pensantes” bolivianas la importación del modelo de libre mercado, significa la moda del modernismo: desarrollismo, progresismo, autitos, casitas y cemento. Es decir, la pinta, no el pensamiento, no la actitud moderna: ahorro y trabajo duro. Respeto al distinto y oportunidades a sus poblaciones, etc. Lo más grave, la moda de la “superioridad gringa”. Por eso se les privó de toda posibilidad de oportunidades a las poblaciones autóctonas e indígenas. Semejante error conceptual hoy les cuesta muy caro. Hoy, en el norte de este mundo donde inventaron la modernidad y la ciencia moderna, esos autores se esfuerzan ahora por abandonar ese modelo superado y caduco. Ya están pensando otras categorías y concepciones absolutamente nuevas de desarrollo. Lo paradójico es que nuestras élites, realmente son atrasadas y provincianas, porque siguen soñando con esas categorías de la modernidad, atrasadas y destructivas.

Como nunca antes, desde Bolivia tenemos la oportunidad de pensar con sentido propio. Con mentalidad propia, no prestada ni imitada y atrasada. Tarea nada sencilla, sino compleja y difícil. Hay que terminar por destruir esos modelos importados republicanos, que no han funcionado y sus resultados son trágicos, ni siquiera nos han sacado de la pobreza, que era supuestamente el objetivo más importante. “El libre mercado boliviano”, como pensamiento nunca existió y sus obras son algo más que caricatura de novela y tertulia. Nuestras instituciones necesitan de gente nueva, realmente al menos post-moderna. No moderna. Son los más arcaicos y cavernarios. El ejemplo de las poblaciones indígenas, que son lo más puro que tenemos desde la perspectiva de un nacionalismo por fin puro y nuestro, es importante. Porque nos están ayudando a destruir lo republicano, que es lo más atrasado, lo más totalitario y destructivo que hemos heredado.

Tenemos entonces por fin la posibilidad de inventar lo nuestro, desde lo nuestro. Por supuesto que hay cosas buenas de la modernidad (como el liberalismo) que hay que copiar. Pero no tragarse sus tragedias y sus fundamentos filosóficos, que están hechos para sus realidades, no para las nuestras. Cierto que necesitamos ponernos de acuerdo, entre todos. Sin la herencia más cruel de lo republicano: el racismo y la pigmentocracia. Sino con todos los actores de nuestras sociedades, con todos los talentos humanos rurales y citadinos, porque realmente como nunca antes desde Bolivia podemos aportar con demasiadas cosas, más allá del capitalismo y socialismo, teóricas y prácticas. Todos nos necesitamos.

N. de la R.
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