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Eduardo Paz Rada (15/12/2014)
No es ninguna casualidad que la preocupación por construir, desarrollar y profundizar la conciencia nacional en el conjunto del pueblo, recuperando los momentos culminantes de la lucha emancipadora a lo largo de la historia de Bolivia, haya sido una prioridad de los más importantes intelectuales, ideólogos y políticos que asumieron la tarea de impulsar las tareas revolucionarias de la liberación nacional y de la lucha antiimperialista, que significa romper las relaciones dominación y explotación impuestas por las metrópolis capitalistas de Europa y Estados Unidos y desarrollar las potencialidad políticas y sociales de la autodeterminación nacional.

De la misma manera, los representantes de la oligarquía y del colonialismo van a ser los portadores del colonialismo mental y pedagógico, de aquel pensamiento enajenado fomentado por el eurocentrismo para garantizar su expansión económica, militar, política y cultural. Este punto de vista ha sido dominante en los tres siglos de dominio español y en los dos siglos de hegemonía republicana a través de la evangelización, la escuela, la justicia, los medios de comunicación y todos los instrumentos ideológicos al alcance del imperialismo y los sectores oligárquicos.

En ese sentido la lucha ideológica es un campo estratégico para el control de las mentes, el pensamiento e inclusive los sentimientos y emociones más profundos de los seres humanos.

Así, en el marco de la crisis del imperio español en Europa debido a la invasión francesa, los patriotas del Alto Perú lanzan la Proclama de Junta Tuitiva que es un llamado a la lucha por la libertad de los pueblos indios, mestizos y plebeyos y se constituye en la fuerza que interpela y motiva los guerrilleros de la independencia a alcanzar la independencia en quince años de combates, enfrentamientos y sacrificio.

A continuación, las conquistas de la lucha popular es apropiada por los terratenientes, comerciantes, dueños de minas y herederos del modelo colonial, quienes, apoyados por el poder empresarial y financiero inglés, se imponen a través de un sistema político copiado mecánicamente de Francia y Estados Unidos y consiguen controlar todos los mecanismos institucionales del país, arrasando incluso con los frágiles intentos proteccionistas de Andrés de Santa Cruz y Manuel Isidoro Belzu.

La inserción de Bolivia en la división internacional del trabajo como semicolonia de las metrópolis imperialistas proveyendo de materias primas como plata, guano, salitre, estaño, goma e hidrocarburos debilitó la conciencia nacional y afectó la dignidad y soberanía. Esto se complementa con la fuerza que adquiere la rosca minero-terrateniente y el superestado que tienen poderosos medios para anular la conciencia de patria.

Luego de la Guerra del Chaco, que marcó con sangre boliviana y paraguaya la voracidad de las grandes empresas petroleras por controlar la energía en el mundo, Carlos Montenegro se convierte en portador de la esperanza y recuperación de la conciencia nacional cuando denuncia el papel nefasto de las inversiones extranjeras en América Latina y lanza la disyuntiva “nacionalismo o coloniaje”. Este mensaje, por obra del pueblo boliviano de los mineros, los fabriles y los campesinos-indígenas en armas, se convierte en la Revolución Nacional.

La traición del MNR al proyecto liberador de la Revolución Nacional se va a convertir en el retorno político y económico de la nueva “rosca”. Tanto Sergio Almaráz como René Zavaleta van a evaluar la situación como un gran retroceso de proceso revolucionario y de la conciencia nacional y van a plantearse la tarea de recuperar y desarrollar la conciencia nacional con el “Requiem para una República” y  “El desarrollo de la conciencia nacional” que se manifestó después en la nacionalización de la Gulf Oil y la Mina atilde.

En el periodo neoliberal, la contundencia del impacto del 21060 representó un gran  avance del colonialismo mental, al extremo que muchos intelectuales “izquierdistas” y “socialistas”, junto a los poderosos medios de comunicación, se convirtieron al credo del libre-mercado, de la entrega de los recursos naturales, de la enajenación de las empresas estatales y de la reducción al mínimo del Estado Nacional.

Las denuncias públicas y los discursos de Andrés Soliz y sus libros “La conciencia enclaustrada” y “La fortuna del Presidente”  se van a convertir en los referentes de la lucha contra la dominación  imperialista y neoliberal y contra el “gonismo” como su manifestación local, convirtiéndose en puntales de la recuperación de la conciencia nacional. El pueblo boliviano, con la rebelión popular de octubre de 2003, va a ser el protagonista de la apertura del un proceso antiimperialista nacional-popular y el gobierno del presidente Evo Morales va a poner en un  plano histórico superior la reivindicación de la dignidad y soberanía nacionales como parte constituyente del fortalecimiento de la conciencia nacional y de la emancipación de la Patria.

N. de la R.
Eduardo Paz Rada
es sociólogo boliviano, docente de la UMSA y escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.