PrensaEspaña
José Luis Heras Celemín (4/12/2014)
La manipulación de la prensa, que perjudica a todos, especialmente a quienes la practiquen.

No está claro cómo apareció “mecastro”. Si como abreviatura del nombre de la actual Secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, reducido a M.Castro. O como un intento de definir una forma de actuar: Me castro, en el sentido doloroso y campanudo de extirpar o inutilizar los órganos genitales propios; o en el más liviano de auto debilitarse o apocar cualquier capacidad de acción propia.

Por lo que se dice en algunos mentideros, parece que “mecastro” nació en un despacho importante de los que hay en Torrespaña, el conocido “Pirulí” que emite señales desde lo alto (232 metros). Allí, en un edificio próximo a la torre que sustenta la antena principal, fue donde, en la mente de un famoso periodista (el nombre es lo de menos y su identidad importa), se produjo la conjunción de varios factores, algunos peligrosos: Vocación de independencia, sensación de estar manipulado, y hartazgo de una forma de trabajo en una profesión en la que la libertad de prensa es algo más que una apetencia (es un derecho constitucional). Ambos factores, unidos a la práctica de los habituados a resumir, parece que son el origen de “mecastro”.

Sea como fuere, el caso es que el vocablo ha cobrado fortuna y, sotto voce, se está empleando en un cierto, e incierto, sector del mundo de la prensa que se dice harto de una forma de recibir y dar información. Para hacerlo más potente, le han añadido un artículo y han compuesto “el mecastro”. Éste, “el mecastro”, al principio lo escribieron en mayúsculas, pero a alguien le dio por “minusculizarlo”. Así, aunque en apariencia perdía importancia, quedaba listo para, por una parte, determinar un movimiento informativo; y, por otra, para definir un comportamiento servil: el de los profesionales de la prensa que, mecastro, supeditan su profesión e inteligencia a la autoridad M.Castro de turno.

Entre ellos son frecuentes los comentarios sobre asuntos que puede que no todas las veces sean veraces: El editorial que fue consecuencia de la orden de X. El reparto de sillas en programas que analizan la realidad política, diseñado desde del despacho de Y. El comportamiento de Z, al que no hizo falta un toque de atención porque, ya se sabe, hay algunos que con el miedo guardan la viña. Y, lo más importante, las frases y consignas del “Argumentario” (1) que emana del Poder, con mayúscula, que inundan, no la redacciones como dicen se hacía antaño, sino, como órdenes de obligado cumplimiento, los móviles y las tabletas personales de los que se prestan a repetir lemas y opiniones en el “rebuznadero” de turno.

Con el “mecastro” vigente y en sazón, hace unos días apareció, en el Hotel Ritz de Madrid, el nombre de Pedro José Ramírez Codina, al que llaman Pedrojota, en tiempos l´enfant terrible del periodismo español que, por vaya usted a saber qué, ha tenido que dejar la dirección de un periódico (El Mundo) y el trabajo de escribir en él; y que reclama el derecho a ejercer la profesión de periodista, ajeno al mecastro y sin servidumbres ni obediencias.

Lo puso en escena el director de “La Brújula”, de la COPE, Carlos Alsina en una intervención magistral que hubiera aplaudido el mismísimo don Ramón María del Valle-Inclán: “Buenos días, Pedrojota”.

Alsina presentaba a Casimiro García Abadillo, sustituto de Pedrojota en la dirección de El Mundo y, a la hora de marear la singladura, trajo a la palestra de los blancos manteles, la realidad de un periodista abocado al ostracismo. No hizo falta más, los nombres de las personas pasaron a otro plano y el aislamiento del periodista (grato o no a los poderes que importan y deciden) se convirtió en el punto de confluencia de la preocupación de todos.

A continuación vendrían las loas a García Abadillo, el discurso de éste con agradecimiento a las bondades de muchos, análisis de realidades varias, viabilidades de los medios, el negocio (ruinoso) de los periódicos de papel, el “corta y pega” de los periódicos digitales que posibilita Google, pronósticos de futuro, consejos, previsiones, palabras y blablablá. Todos los blablablás, pasados, del momento y del futuro.

En el Ritz, se miraron paredes, rincones, cortinas, lámparas y techos buscando el fantasma de Pedrojota. Todo el mundo sabía, y sabe, que lo que importa no es el fantasma o la realidad de un hombre. Pedrojota, con independencia de su realidad profesional, es sólo un caso más, un periodista que, diga lo que diga, acierte o se confunda, en acuerdo con los poderes o en oposición a los que mandan, trasmite algo.

Lo que importa ahora no es el hombre o el mecastro. Lo que importa es el derecho constitucional de todos a una información veraz y libre.

Cuestión no menor y también importante es la tentación y tendencia de El Poder para la manipular la información que proporciona la prensa.

Pedro J. Ramírez y  Casimiro García-Abadillo
Pedro J. Ramírez y Casimiro García-Abadillo

Hasta ahora, hacer periódicos era una actividad muy cara, que estaba en poder de unos pocos y que se usaba por dos únicos motivos: Como “juguete” con el que satisfacer egos y apetencias varias. O como arma para conseguir poder e influir en una opinión pública que en democracia es susceptible y está expuesta a la influencia de quien controla la información.

Pero, en estos momentos, la información no fluye sólo a través de los medios de comunicación públicos y privados (prensa incluida). En competencia con ellos, y como contrapeso a su influencia, hay un flujo continuo y muy potente de información que se mueve por internet sin control del Poder y que, en cuestión de segundos, primero desvirtúan los lemas y el argumentario preparados para consumo del gran público y después dejan en ridículo a los manipuladores.

Por eso, llegados a esta altura, quizá haya llegado el momento de que todos, especialmente los manipuladores, se den cuenta de que la libertad de prensa es, además de un derecho constitucional y un bien irrenunciable en una sociedad democrática, algo importante no susceptible de manipulación.

Es posible que, a pesar de ello, se sigan emitiendo consignas y que algunos profesionales se presten a seguirlas.

Pero, por lo anterior, también es seguro que no influirán mucho y que, a partir de ahora, la manipulación de la prensa va a perjudicar a todos, especialmente a quienes la practiquen.

NOTA:
(1) “argumentario”: En el avance de la vigésima tercera edición del Diccionario de la RAE se define “argumentario” como “Conjunto de los argumentos destinados principalmente a defender una