Carolina Bescansa, Vicenç Navarro, Pablo Iglesias y Juan Torres
Carolina Bescansa, Vicenç Navarro, Pablo Iglesias y Juan Torres

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (1/12/2014)
Los datos sobre el resultado de las elecciones legislativas se van agolpando en la información que nos ofrecen las cadenas de televisión. Yo estoy conectado a La Tuerca (la radiotelevisión de Podemos, el partido que lidera Pablo Iglesias). Espero con impaciencia los datos definitivos aunque los que están llegando dan una victoria abrumadora, aplastante, a Podemos. Inquieto por conocer cómo reaccionan los responsables de los otros partidos políticos a la vista de ese adelanto, me pongo a zapaer. Y descubro que La Tuerca es la única cadena que no mantiene conexión con el resto de los partidos políticos que han concurrido a estas elecciones, el resto sí. 

La calle Ferraz, sede nacional del PSOE, permanece más sola que el desierto del Gobi. Igual acontece en la del PP en Génova trece. Nadie quiere hablar con los periodistas allí destacados. Todo es mutismo, caras largas, sollozos. “¡Esto no nos lo merecemos!, dice un jovenzuelo de Nuevas Generaciones!” En la sede socialista el panorama es aún peor.

Un equipo de Cáritas reparte ansiolíticos, mientras Pedro Sánchez, tumbado en un diván francés,  es atendido por una bella joven que le abanica la faz con fruición.

En el barrio de Vallecas, en el bar El Brillante, se encuentran Alberto Garzón y Cayo Lara rodeados de militantes. Todos celebran haber quedado los segundos. Todos degustan suculentos y jugosos bocatas de calamares. En un rincón, Gaspar Llamazares, vaso de sidra en mano, llora desconsolado. Los datos sobre el resultado de su candidatura en Asturias son como la batalla de Waterloo para Napoleón, un desastre sin paliativos.

Se me olvidaba decir que este relato se sitúa en el domingo, 20 de diciembre de 2015, día de  las elecciones legislativas.

Se acercan las nueve de la noche, hora prevista para que Jorge Fernández, ministro de Interior, comparezca para ofrecer datos electorales. En la pantalla de RTVE aparece la “Carta de Ajuste” acompañada de música clásica, alemana por cierto. Esta situación me recuerda la que aconteció en las primeras elecciones, las de 1977. Por entonces hubo una sorprendente “caída” en los equipos informáticos de Gobernación, cartera que detentaba Rodolfo Martín Villa, ahora reclamado por la Justicia de Argentina.  El motivo de esa “caída”, según mis informaciones que suele ser buena, fue el siguiente: el PSOE estaba ganando las elecciones, seguido por UCD, el partido de Adolfo Suárez. La situación por entonces no era nada proclive a una victoria socialista. Ucederos y socialistas hablaron a todo prisa, buscando una solución. Al poco rato, la “avería” técnica se subsanó, y Martín Villa salió para anunciar que el partido de Adolfo Suárez había resultado vencedor. Algunos sables inquietos volvieron a su funda.

Volvamos a diciembre de 2015. Por fin, el ministro de Interior aparece en pantalla. Casi se desploma al llegar a la mesa donde un grupo de bellas azafatas le ayudan, con harta dificultad, a mantener el equilibrio. Con un arrugado pañuelo el ministro se quita el abundante sudor que cubre su rostro, mientras nervioso busca sus papeles. Tras unos minutos de un discurso vacío e incoherente sobre los valores de “nuestra Constitución”,y alabanzas al Rey Juan Carlos – ni subsana el error- lee un papel que más bien parece un abanico en su temblorosa mano.

Podemos ha obtenido 165 escaños, seguido de…

De repente, Jorge Fernández se desploma encima de la mesa, llora desoladamente, golpea suavemente la mesa con los puños mientras deposita su cabeza en su antebrazo derecho. El silencio es tremendo en la sala de operaciones instalada en el Palacio de Congresos.

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Nada más hacerse oficiales los resultados electorales, con la aplastante mayoría de Podemos, unidades del servicio de escoltas de la Policía Nacional (vigilancia y contravigilancia) se dirigen a la calle Zurita en Madrid -sede nacional de Podemos- para hacerse cargo de la seguridad de los líderes del partido. Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Carolina Bescansa, entre otros, dispondrían a partir de ahora de una protección especial.

La cadena de televisión La Sexta, siempre al loro, pudo emitir en directo, a pesar de que decenas de agentes de la policía (local y nacional) y miembros del CNI trataban de impedirlo, como desde un Audi-8, de color negro y blindado, un fornido mocetón con gafas negras, abría la puerta trasera del vehículo y de ella salía, ¡coño!, nada más y nada menos que el ‘Pequeño Nicolás’. O sea, Francisco Nicolás Gómez Iglesias. Por cierto no le acompañaba la ‘Pechotes’.

Escoltado por varios “cachas”, casi todos ellos pelones, el ‘Pequeño Nicolás’ entró en la sede de Podemos y con toda soltura se dirigió al despacho del Pablo Iglesias, donde permaneció más de veinte minutos según se pudo saber.

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España ha sufrido un cambio tremendo, nada comparable con el país con el que nos amenazó Alfonso Guerra: “España no la va a conocer ni la madre que me parió”, dijo el ex diputado socialista sevillano.

En efecto, solo habían pasado tres meses de gobierno en solitario de Podemos y los signos externos de su acción política era visibles. Por ejemplo, las vallas en las fronteras de Ceuta y Melilla habían sido retiradas y una riada de miles y miles de inmigrantes africanos pasaban a diario a España sin problema; miles de haraganes ni-nis (ni trabajan ni estudian) vivían a pierna suelta con la Renta Básica de 600 euros mensuales. Los líderes de UPyD y Ciudadanos se encontraban en prisión preventiva acusados de tener un discurso fascista. Mariano Rajoy se había exilado al Caribe –se desconoce si había pactado su salida- y Tomás Gómez intentaba que Felipe González le dejara un hueco en su lujoso apartamento de Cabo Bojador en Marruecos.

Cataluña se encontraba en poder de sunitas y chiitas que mantenían duros enfrentamientos por la Generalitat.

La amenaza de retirarnos de la OTAN había provocado –eso al menos se había filtrado-,  que los campos agrícolas españoles estuviesen atacados por miles de plagas de bichos de todo tipo. Un viejo militante de Podemos de 42 años de edad, me dijo: Eugenio, esto es algo similar a lo que tuvo que soportar Nicaragua en la etapa del primer gobierno de Daniel Ortega”.

La coleta, como es lógico, se puso de moda y los pocos bancos privados que seguían permitidos, ofrecían una “coleta” postiza como regalo por captar activos y cuentas de jubilados. Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, fue la impulsora de esa campaña publicitaria, que rezaba así: “Con una coleta tu dinero está más seguro”.

Como era de esperar las cárceles se llenaron de corruptos. Políticos, empresarios e intermediarios eran sus huéspedes mayoritarios. Todos los CIES (Centros de Internamiento de Extranjeros) fueron abiertos de par en par y en su lugar se abrieron nuevas aulas. Nuestras calles cambiaron su habitual tristeza y melancolía por un jolgorio de 24 horas al día. El estridente sonar de las danzas de origen bantú, ghana y fang, entre otras, se mezclaba con la música procedente del laúd árabes, rabeles, arghul, bendir, zurna, crótalos, darbuka, mazhar y mijwiz. ¡Un mosaico de interculturalismo jamás pensado! Por supuesto, la guitarra,  las castañuelas, las gaitas gallegas y asturianas estaban prohibidas y no por el gobierno de Podemos, sino por la presión de esas minorías étnicas que ahora eran mayoría.

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 “¡Eugenio, Eugenio, ¿no querías ver la presentación del Programa Económico de Podemos?!” –era Tonucha, mi mujer- que suavemente movió mi hombro para despertarme, pues me había quedado amodorradito viendo un resumen de la impresentable tomadura de pelo de Mariano Rajoy en su comparecencia en el Congreso de los Diputados para explicarnos las medidas para luchar contra la corrupción. Lo que no nos dijo Mariano es que al juez Pablo Ruz le podrían quedar dos telediarios si todo le salía bien a él, a Rajoy me refiero.

Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

Veo y escucho en la tele que Podemos va a mantener la revisión de la deuda pública (una quita), la renta básica y la jornada de 35 horas, pero todo ello con matices. Pablo Iglesias, arropado por Vicenç Navarro y Juan Torres presentan el documento marco que servirá para desarrollar el programa económico definitivo del partido: “Somos europeos, nuestros modelos de referencia están en Europa, en el norte de Europa (…) Las propuestas que he asumido como propias son las propuestas que asumiría cualquier socialdemócrata no hace tanto. Que algunos hayan abandonado ese espacio es su problema», dijo.

Pienso en cómo  estarán de indignados los militantes de Izquierda Anticapitalista tras escuchar estas declaraciones de Pablo Iglesias. Ellos, Izquierda Anticapitalista, son el grueso de Podemos, pero no son pocas las voces que le susurran a Iglesias que debe deshacerse de ellos.

El nuevo discurso socialdemócrata de líder de Podemos me recuerda al Congreso de Suresnes -el número trece de los celebrados por el PSOE-, que tuvo lugar en octubre de 1974 en el teatro Jean Vilar en la localidad francesa del mismo nombre. Ese congreso cambió radicalmente la “orientación política e ideológica” del nuevo PSOE. La “Operación Isidoro había comenzado y sus consecuencias las íbamos a padecer.

¿Hay ahora una nueva operación similar en marcha?, me pregunto. Me gustaría pensar que no. Pero recuerdo lo que dijo  Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de  ‘El gatopardo’: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.