Sánchez, Garzon e IglesiasEspaña
José Luis Heras Celemín (23/1/2015)
Para enfrentarse a Podemos, a Sánchez y a Garzón les falta algo: un hervor, o… dos

En la puerta del Hotel Palace, Antonio Banderas, el actor, vestido de negro y con una voz parecida a la de su paisano y tocayo Gala, llamaba al taxi que le llevaría a Televisión Española para opinar

sobre interpretaciones, asuntos de cine y el ambiente de un Hollywood que ya no es lo que fue.

A unos pasos, en el Congreso de los Diputados, tras las vacaciones navideñas, se reiniciaba el curso político con la Sesión de Control al Gobierno. En el móvil de un periodista, un WhatsApp exhibía las alegrías de una imagen, imponente, de dos mujeres desnudas que paseaban por la calle recordando el buen tiempo con un cartel elocuente: ¡Tanta Navidad y tanto rollo, que llegue ya el verano “coño”!

Era el momento en que Alberto Garzón, sí el jovencísimo Garzón, se erigía en protagonista y se dirigía al Presidente del Gobierno con una pregunta simple: “¿Cuándo tiene previsto sustituir a todos los ciudadanos y ciudadanas los derechos que tenían antes de las reformas iniciadas con el RDL 20/2012 de 13 de julio?”

Garzón, sí el jovencísimo Garzón, se erguía en el escaño y salía a la escena política, para ejercer de jefe de filas de una parte de la izquierda nacional y encarnarse en Preguntador al Gobierno. Sustituía en tal menester al Coordinador General de Izquierda Unida, Cayo Lara, ausente en Grecia para ayudar a, o ayudarse con, Syriza, la coalición de izquierda radical helena que se disputan las izquierdas radicales españolas para dar y recibir ayudas.

La ausencia de Lara, justificada por el cortejo al griego Tsipras, propiciaba sin estruendo el acceso a la cúpula y representación de la Izquierda Plural de Garzón, el jovencísimo Garzón. Pero éste, en vez de aprovechar el papel y la ocasión para erigirse en el líder que su formación necesita, cedió a la tentación, desperdició la ocasión, y se dedicó a recordar algunas de las propuestas, ya rancias, que los “ciudadanos indignados” y las “ciudadanas indignadas” habían proclamado el 15-M, en la Puerta del Sol, hacía ya tiempo.

En la contestación, Rajoy, más como líder del PP que como Presidente del Gobierno, templo gaitas, mitad gallegas mitad andaluzas, y, sin alharacas, cuido el verbo para custodiar al emergente líder de la izquierda y procurar que siguiera emergiendo. ¿Emergiendo? Sí, emergiendo y robusteciéndose frente a los que pueden sacar provecho de las reivindicaciones de los Indignados del 15-M.

Después del jovencísimo Garzón, por pura casualidad en el orden de inscribir las preguntas en el Registro, le tocó el turno al joven socialista, el joven Pedro Sánchez y el jovencísimo Garzón que, con lo que ocurre, la que está cayendo y lo que se juega el PSOE en estos días, se interesó por si “cree el Presidente que los trabajadores están contentos con sus condiciones laborales”.

Contestó Rajoy, cuidando las formas y esmerándose en el trato, casi mimo a pesar de las “suaves tarascadas” del joven, para afirmar la entidad del PP, poner de relieve la solidez del Gobierno, y mostrar una realidad optimista con datos que en puridad no debiera conocer, aunque conozca, sobre una Encuesta de Población Activa que se conocerá al final de mes y sobre los que el Presidente del Gobierno no guardó la reserva que debiera.

En las preguntas, se descubrió la táctica y la postura de las dos fuerzas políticas de la izquierda parlamentaria: IU, con el Coordinador en Atenas acompañando y acompañándose de la coalición de izquierda radical griega, dejando al jovencísimo Garzón interesándose por los derechos de ciudadanos y ciudadanas. Y el PSOE, sin hacer ruido ni enfrentarse a la izquierda radical que puede limarle votos, ocupándose de asuntos que preocupan poco mientras las gentes del partido, unos de tapadillo (Bono y Rodríguez Zapatero) procuran el acercamiento a Podemos; y otros (Felipe González a la cabeza de viejas glorias) cuestionan la realidad de una dirección en una situación muy débil.

Antes de la siguiente pregunta, en la que el portavoz del PSOE, Antonio Hernando, se interesó por “la sentencia del Tribunal Supremo que mantiene la ultra actividad de los convenios colectivos a pesar de la reforma laboral”, en la Tribuna de Prensa alguien, refiriéndose al joven del PSOE y al jovencísimo de IU, hizo un comentario triste:

José Luis Heras Celemín
José Luis Heras Celemín

– “Para enfrentarse a Podemos, a Sánchez y a Garzón les falta algo”.

– Sí. Un hervor. O… dos. – contestó una compañera.

Le siguió el rifirrafe entre Hernando y la Vicepresidenta del Gobierno de las “Tres Eses”, Soraya Sáenz de Santamaría, sobre una sentencia que, alejada en el tiempo, no parecía tener más interés que conocer el grado de inquietud que el verbo socialista de Hernando producía en la mujer.

Al terminar, decayó el interés. Fue el momento en que alguien se acordó del actor Antonio Banderas, de su tono casi común con el de Gala, de interpretaciones de actores, de asuntos de cines y ficciones, de ambientes griegos de una coalición agrupada, de la izquierda española separada, y cuidada para que mantenga y se mantenga en sus distancias. Y de un Hollywood, político, que ya no es lo que fue, en un invierno que va camino de la primavera y lejos aún del verano y de las alegrías del WhatsApp.