11-MMi Columna
Eugenio Pordomingo (12/3/2015)
El 11 de marzo de 2004, hace ahora once años, ocurrió el mayor atentado terrorista de la historia de España, con un luctuoso saldo: 193 muertos y más de dos mil heridos de diversa consideración, muchos de ellos gravísimos. Un atentado que se va diluyendo, borrando, de la memoria colectiva del pueblo español con rapidez vertiginosa. Ese borrado de memoria se debe, sobre todo, a la colaboración necesaria de las autoridades españolas. 

A pesar de todo –no lo pueden evitar, sobre todo en época de eventos electorales-, cada año se organizan actos en recuerdo de esa masacre. Por supuesto, con una profunda división entre las dos asociaciones de víctimas del 11-M. Una de ellas, 11-M Afectados del Terrorismo, presidida por Pilar Manjón y Víctimas del Terrorismo (AVT), que lidera Ángeles Pedraza.

El ser humano tiende generalmente al reduccionismo, a simplificarlo todo. Las explicaciones, por ejemplo, para referirse a nuestra reciente Historia se despachan a menudo de la forma más simple. Veamos, por ejemplo, el análisis –por decirlo de alguna manera- que, en esta línea, se suele hacer de los bandos en liza en nuestra guerra civil. Para unos, los “rojos” eran el diablo con rabo y los “nacionales”, algo así como la reencarnación del bien supremo. Para los otros, los republicanos eran la revolución benefactora e igualitaria, que iba a cambiar el mundo; mientras que los de enfrente eran considerados, ni más ni menos, que unos militarotes fachosos, traidores al gobierno de la República.

La disparidad de criterios y el enfrentamiento entre los partidarios de Borbones o de Austrias se puede extender a los que defienden o son detractores declarados de la colonización española en América.

Sobre la masacre del 11-M de 2004, seguro que hay unanimidad. Todos pensamos que fue una gran tragedia; un vil y cobarde atentado con muchas víctimas inocentes. Pero lo complejo es cuando surgen las preguntas: ¿quién o quiénes fueron los responsables?; a ¿quién beneficio el atentado?, etc., etc.

Un análisis de la sociedad, y de lo que en ella acontece, no se debe hacer desde el rencor, la subjetividad, ni tampoco desde el dogmatismo de una ideología ni, por supuesto, desde la cercanía del dolor.

El 11-M ha marcado un hito en nuestra reciente Historia, y también en la de Europa. Un punto de inflexión, de no retorno a lo de “antes”. Del 11 al 14 de marzo (fecha de las elecciones legislativas) tan sólo van tres jornadas. Pero vaya tres días.

A la memoria me viene el asesinato (algunos lo denominaron magnicidio) del que fuera Presidente del Gobierno durante el franquismo. Me refiero al almirante Luis Carrero Blanco. Con su muerte muchas cosas cambiaron. Los que ordenaron su asesinato, no sólo querían acabar con su vida; querían acabar con algo más. muertos-en-el-11-m

El catedrático de Sociología, Amando de Miguel –hoy muchos lo sitúan en la extrema derecha, pero años atrás sus trabajos eran de lectura obligada para sectores de la izquierda-, afirmó en uno de sus voluminosos estudios sobre España -en concreto sobre las familias del franquismo-, lo siguiente: “Somos un pueblo bastante siniestro, y aquí las grandes etapas políticas se determinan por el asesinato de un gran jefe político”. Tras mencionar a Cánovas (1897), Dato (1921) y Calvo Sotelo (1936), manifiesta su opinión acerca de lo que representó la muerte de Carrero Blanco: Asimismo, el franquismo desarrollista acaba con el atentado que costó la vida a Carrero Blanco (…). cada uno de estos atentados representa un punto de inflexión hacia una nueva fórmula política y hacia nuevas condiciones económicas”.

En efecto. En aquella ocasión, tras el frío y enigmático comentario de Franco, “no hay mal que por bien no venga”, se confirmaba un inicio de transición política y otro, un tanto incierto, de transformación económica. A ello contribuyó, y mucho, la visita que nos hizo dos días antes el Secretario de Estado de EEUU, Henrry Kissinger.

La periodista Pilar Urbano, en su libro El precio del trono, dejó escrito lo siguiente:  Kissinger tenía que saber porque, como presidente ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, no debía desconocer determinadas operaciones de alto calibre político si en ellas estaba incursa la CIA“.  Para ella, el atentado de Carrero Blanco era “la utilización o dirección a distancia de unos elementos subversivos terroristas para ejecutar un magnicidio que fulminaría no sólo a un jefe de gobierno, también al sistema autoritario que él encarnaba (…) la CIA había intervenido en distintas fases del proyecto: propuso el objetivo Carrero, reorientó a ETA para que su plan de secuestro fuese plan de eliminación, facilitó el hallazgo casual de un lugar desde donde cometer el atentado y puso el explosivo necesario“.

Retomemos el 11-N. Esa tragedia no se puede analizar sin tener en cuenta los resultados electorales del 14-M; sin obviar la cuestión europea; sin dejar a un lado el fenómeno del terrorismo; sin marginar las alianzas de Aznar por aquellos días y las de Zapatero después; tampoco se pueden obviar nuestras relaciones con Francia y Marruecos por el conflicto en el Sáhara Occidental.

Para un diagnóstico del 11-M, se precisan muchas radiografías. ¿Hubieran sido los resultados electorales los mismos sin la masacre del 11-M? Nunca se sabrá. Lo que si está claro, al menos para mí, es que los que optaron por votar a unos u otros no cambiaron su opción política de forma radical, influidos por la gran tragedia. Pero muchos estaban indecisos y conmocionados por la tragedia. El atentado radicalizó la votación. El PSOE no ganó las elecciones; las perdió el PP.

Engaños, manipulaciones, tergiversaciones, promesas incumplidas, soberbia, altanería, miedo y obediencia al exterior, tuvieron mucho que ver, también, con el resultado electoral. Ya se sabe: se puede engañar a uno toda la vida, a unos cuantos durante mucho tiempo; pero a todos durante toda la vida, no. Aunque en España este dicho no es un axioma.

Después de once años, y a pesar de lo que digan unos y otros, no se ha sabido quién o quiénes fueron los autores intelectuales y materiales -de éstos últimos conocemos algo-, de esa tragedia. Reuniones, comisiones, foros nacionales e internacionales, promesas, juicios e investigaciones no han servido para aportar luz a tanta oscuridad.

En la memoria colectiva quedará el enfrentamiento entre partidos políticos que se ha trasladado a la creación de dos  asociaciones de víctimas enfrentadas. Este desolador panorama ha servido para que nos demos cuenta de la incapacidad de nuestros gobernantes e instituciones. Después de transcurridos once años la ciudadanía sigue esperando unos resultados de la Comisión del Congreso de los Diputados que nos aporte alguna verosimilitud.

Los ciudadanos necesitamos saber, por encima de todo, quién ordenó semejante barbaridad; quién o quiénes fueron los autores intelectuales de semejante monstruosidad. Esta claro que ese atentado no lo llevaron a cabo cuatro desalmados sin cobertura y sin apoyo exterior e interior.

Sobre estas interrogantes, es conveniente recordar que la Asociación Para el Progreso de los Pueblos de África (APPA) se dirigió al Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy,  solicitándole un nuevo juicio a Jamal Zougan, condenado con testimonios falsos por los atentados del 11-M. El argumento para esa petición se basó en que “Las últimas noticias conocidas sobre la falsedad de las declaraciones de los dos testigos de cargo, pagados generosamente por el Ministerio de Interior, y que sirvieron para fundamentar la condena de JAMAL ZOUGAM, como responsable material del atentado del 11-M, vienen a unirse a tres hechos, ya constatados: no haberse encontrado Goma-2 Eco en las muestras del explosivo analizado, la destrucción de pruebas y la presentación de pruebas falsas por funcionarios de la Seguridad del Estado”. el-cadaver-del-geo-torronteras

Para muchos analistas el 11-M está plagado de conspiraciones. El libro Claves de una conspiración, de Bruno Cardeñosa, editado por Espejo de Tinta, recoge algunas:

  • Estados Unidos ocultó a España datos sobre quiénes iban a provocar esa matanza;
  • en los días previos al 11-M se produjeron extraños movimientos en la Bolsa española que indicaban que en las altas esferas del poder financiero existía información previa sobre los atentados que se iban a cometer;
  • en los meses previos a los atentados, satélites norteamericano fotografiaron a fruición la estación de Atocha, ¿por qué?;
  • las pruebas utilizadas por la policía para detener a los culpables fueron colocadas a modo de ‘señuelos’. Alguien delató intencionadamente a los activistas;
  • las cámaras de seguridad de las estaciones de tren donde se cometieron los atentados no captaron a ninguno de los sospechosos;
  • tras el 11-M, Estados Unidos y Marruecos llegaron a varios acuerdos que beneficiaban a ambos países;
  • varios de los acusados eran confidentes de la policía y muchos de ellos estaban vigilados desde hacía años, pero en los días previos a los hechos se les dejó trabajar en su siniestro plan;
  • los terroristas que supuestamente participaron en la matanza no eran suicidas. Sin embargo, días después de los hechos se inmolaron en una vivienda de Leganés (Madrid).

Otro asunto relacionado con el 11-M, y del que tampoco se nos ha aclarado casi nada, fue la muerte del GEO (Grupo Especial de Operaciones de la Policía  Nacional), Francisco Javier Torronteras, acaecida el 3 de abril de 2004 en el asalto al piso donde, supuestamente, se inmolaron varios presuntos terroristas del 11-M. Torronteras murió al estallar la carga explosiva  con la que se inmolaron varios de esos supuestos terroristas que se encontraban en un piso en el barrio de Leganés, en Madrid. Días después, la tumba de Torronteras fue profanada en el cementerio Sur de Madrid. Allí, unos desconocidos sacaron su cadáver del nicho donde se encontraba y lo trasladaron cientos de metros (700), donde le prendieron fuego. Hasta ahora no se ha sabido más de ese macabro asunto. Sobre ese cadáver, totalmente calcinado, si se hizo la autopsia, no antes.

Nada más ser nombrado titular de Interior, José Antonio Alonso, manifestó que en cuarenta y ocho horas aclararían todo lo relacionado con la muerte del GEO. Pues ni cuarenta y ocho horas ni once años. A estas alturas, todavía no sabemos con certeza qué es lo que aconteció en el piso del barrio de Leganés; ni cómo murió Francisco Javier Torronteras; ni por qué se le enterró a toda prisa sin esperar tan siquiera a que se cumpliese el plazo legal.

El ministro de Interior reprobó la “brutal profanación” de su cadáver y expresó su “más sincera solidaridad y apoyo a los familiares” de Torronteras, a la vez que se comprometió a que, a la mayor brevedad, se tendrían noticias sobre esa brutalidad. Tres años después de su muerte, el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, hizo entrega de la medalla al Mérito  en el Trabajo, a título póstumo, a la esposa de Torronteras.

Hay muchas dudas más: ¿por qué los trenes fueron desguazados rápidamente, sin que se analizaran sus restos?; ¿quién ordenó ese desguace? Tampoco se sabe con certeza qué tipo de explosivo emplearon los asesinos.

Los españoles no debemos perder nuestra “memoria colectiva”, a pesar de los esfuerzos que otros hacen para que así sea. El poeta argentino José Luis Borges dijo que si el hombre pierde la “memoria colectiva” se convierte en un imbécil, o un Idion, un cualquiera, según Aristóteles.

Los ´controladores´ del Sistema imperante tratan de que “la mutación del ciudadano al idiota social”  sea un logro, como dejó escrito el sociólogo italiano Marcos Roitman. A base de “eliminar” o hacernos olvidar ciertos hechos, tratan de hacernos perder nuestra identidad colectiva. Así, poco a poco, caemos en el autismo individual; de ahí al adormecimiento colectivo va un centímetro. El producto final que consiguen es  encefalogramas planos.

Y en esa lucha estamos. Unos quieren adocenarnos y otros peleamos para que no lo consigan.