Mariano Rajoy
Mariano Rajoy

España
David Bollero (25/5/2015)
Se mire desde el prisma que se mire, perder 2,5 millones de votos es una debacle. Por mucho que el Partido Popular (PP) se escude en haber sido la fuerza política más votada, lo cierto es que el varapalo que ha recibido ha sido de aúpa, perdiendo todas sus mayorías absolutas en Comunidades Autónomas y entregando muchos Ayuntamientos  a otras fuerzas. Más allá de siglas de partidas, la gran triunfadora de las elecciones de ayer ha sido la izquierda y eso ha hecho temblar los cimientos de Génova.

En esta coyuntura, anoche vimos desfilar a todos los líderes de los partidos, incluidos Izquierda Unida y UPyD que no tenían precisamente una papeleta fácil, porque sus resultados han sido todavía más desastrosos. ¿Todos los líderes? No, uno no: a Mariano Rajoy no se le vio el pelo, dando muestras una vez más de su nulo carisma y su incapacidad para asumir responsabilidades.

Dice muy poco de un líder el hecho de que en cuanto vienen mal dadas, opte por esconderse. Ya no es sólo que evidencie cobardía, sino también ineptitud para saber gestionar las situaciones complicadas y, en suma, por liderar. Rajoy no da la cara por su equipo, no es capaz de hacer autocrítica y prefiere el trabajo de despacho, ese en el que la mayor preocupación es guardar las apariencias con un argumentario que rebosa hipocresía y desfachatez a partes iguales.

Rajoy no está a la altura; nunca lo ha estado, aunque en eso, hay que admitirlo, sí mantiene la regularidad. Esa parece ser su máxima, la de no destacar, la de no desmarcarse con movimientos inesperados o actuaciones improvisadas. Por eso mismo, su nuevo papel de avestruz tampoco ha sorprendido a nadie, ni siquiera a los suyos, que ya contaban con ello. Y eso es lo más lamentable, saber a ciencia cierta que no podrás contar con tu líder cuando más necesitas de él.

David Bollero
David Bollero

El panorama que se le presenta ahora a Rajoy hace que le tiemblen las canillas: su posición al frente del PP para las Generales de noviembre está más que cuestionada, con un delfín como Alberto Núñez Feijóo cada día más cerca de la planta noble de Génova. María Dolores de Cospedal, el gran apoyo de Rajoy en el partido, también se ve en la cuerda floja con la más que posible pérdida de la Junta de Castilla La Mancha. Sólo ha tenido una buena noticia Rajoy en estas elecciones y, con todo, es agridulce: el batacazo de Esperanza Aguirre en Madrid, que le resta poder para seguir importunándole con sus cargas de profundidad desde dentro. Y con todo, desde el agujero en el que Rajoy tiene metida la cabeza, hubiera preferido el triunfo de la lideresa porque, dada su falta de liderazgo, esta derrota también se volverá en su contra, más incluso de lo que lo hará para la propia Aguirre.

N. de la R.
Este artículo, que también pueden ver en Posos de anarquía, se publica con la autorización de su autor.