Albert Rivera, líder de Ciudadanos
Albert Rivera, líder de Ciudadanos

España
José Luis Heras Celemín (18/6/2015)
De batista, de color blanco inmaculado y malla tupida, usados por la “sicobari” (juntaora) al amanecer y al son de alboreadas.

En el mundo gitano, con tradiciones propias, se le da mucho valor a la pureza de la mujer que va a contraer matrimonio. Es tal la importancia de la virginidad de las mujeres gitanas, que éstas, antes de producirse el ayuntamiento con el elegido para marido, como tributo a él y para honra de la familia, se someten a la prueba del pañuelo.

La prueba, dice la profesora de la Universidad de Zúrich, Kristina Bonilla, “consiste en introducir un pañuelo blanco en la vagina (de la novia) para romper el himen. Las manchas recogidas de esta forma sobre el pañuelo –las llamadas tres rosas– son la afirmación de la pureza”.

También recoge la profesora Bonilla que, según la leyenda, la costumbre fue práctica común en España en el pasado; y que la reina Isabel la Católica pasó por ella antes de casar con el rey Fernando de Aragón.

Siendo esto así, no es de extrañar que a estas alturas alguien se acuerde de la prueba del pañuelo a la que se sometió toda una reina de España. Si entre santa y santo pared de cal y canto, para preservar la pureza de ambos, puede ser oportuno que ahora se acuda a la prueba del pañuelo, con ocasión de las uniones, confederaciones y alianzas entre grupos de “non santas” formaciones políticas y “non santos” desfiles de políticos o aspirantes a serlo.

Es cierto que ahora las uniones que se están produciendo entre los grupos políticos no son íntimas (de momento) ni carnales (parece). Pero es evidente que en el momento en que se encuentra nuestra democracia, cuando se pretende regeneración y claridad, ya hay quien se preocupa de las rosas incólumes del pañuelo en algunos ayuntamientos.

Es lo que ya están pidiendo los más puntillosos y susceptibles cuando una de las novias políticas del momento, el partido político Ciudadanos, ha exigido pruebas de pureza virginal al PP, al PSOE y a sus aspirantes a consortes.

Pero, mira tú por donde, las susceptibilidades y puntillas no son privativas de nadie y al mismo Ciudadanos le están saliendo inquisidores acerca de su supuesta pureza. Y es que, dicen, parece estar en duda que la formación emergente C´s esté en posesión de la virtud que pide en otros.

Además, ocurre que los indagadores de las virginidades políticas en el partido de Albert Rivera no provienen de unas filas populares o socialistas que, por el momento, están en plena negociación de consorcios y maridajes autonómicos.

Los populares y socialistas, dicen en voz baja algunos miembros del PP y del PSOE (y otros ajenos al PP y al PSOE), de momento están callados y no meten bulla, aunque no se sabe por cuánto tiempo.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con algunos de los miembros de Ciudadanos que ya piden que, como en las bodas gitanas, se exhiban los pañuelos y las rosas que atestigüen que la pureza democrática que se pide también sea virtud propia.

Y es que en algunas aguas políticas de Ciudadanos la sospecha hace tiempo que empezó a dar paso a la certeza de que una parte de lo que se pide como honestidad ajena no puede exhibirse desde dentro ni honrar con ella a la familia.

Primero fue lo que en una parte del partido madrileño llamaron las “tomas de poder de los catalanes”. Le siguieron las, también llamadas por los mismos, “colocación de los dóciles”, que no fueron únicas en Madrid, y que no debieran prejuzgar la capacidad de los “colocados” (Ignacio Aguado, Begoña Villacís, Fernando Giner, Luis Fuentes, Marín Lozano, Antonio Fuentes, Isabel Alba, Diego Ubis, Ángel Ligero, Nicanor García…)

Después, ahora, están ocurriendo dos episodios que, quizá, no pasen la prueba del pañuelo:

La partición del partido en Madrid en varios distritos, advertida por los afiliados, “controlada por Barcelona y desde Barcelona, atomizándonos a todos los afiliados madrileños y dejándonos sin capacidad de acción frente a los colocados por los catalanes”.

Y el movimiento partidista de organización interna que, tras los trasiegos y confrontaciones previas a las nominaciones, supuestamente, controladas desde Barcelona hace que en sectores del partido en Madrid se hable de: digitalizaciones poco democráticas, financiaciones no aclaradas, eliminación de afiliados poniendo en riesgo sus derechos constitucionales, maniobras que alteran la claridad en los procesos de primarias, y algunas otras anécdotas de grupos, sectores y personas que ponen en cuestión la pureza de las decisiones, la financiación, y la democracia interna del partido.

Como ejemplo, hay un texto que se twitteó y difundió por la red hace unas horas (7,45 p.m. del miércoles 17 de junio):

“Afiliado modélico de @CiudadanosCs revocado de su afiliación. Iba a presentar su candidatura a primarias para generales”

José Luis Heras Celemín
José Luis Heras Celemín

Que mereció explicación de los indignados con unas maniobras que ponen en entredicho los métodos y la democracia interna dentro del partido para evitar que haya candidatos que se enfrenten a Albert Rivera en primarias: 

“Ha sido revocado (expulsado técnicamente) a pocos días de convocarse las primarias. Sin motivos”.

Llegados a este punto, de cara a las Elecciones Generales y cuando los resultados de las elecciones pasadas, que no colmaron aspiraciones, han supuesto un arbitraje de Ciudadanos en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, hay que empezar a pensar, se está pensando ya, que a la “contestación interna” de los que reclaman pureza, claridad y democracia interna se unan las exigencias de todos los demás: los que han soportado unas exigencias de Ciudadanos que consideran poco ecuánimes (los resultados en Rioja, Valencia, Madrid, Castilla y León, Castilla la Mancha y un largo etcétera son ejemplos elocuentes) y que, de cara a lo que viene, estén pensando en unos pañuelos para hacer la prueba gitana del pañuelo:
De batista fina, de color blanco inmaculado y malla tupida, usados por la “sicobari” que empareja y hace casamientos al son de alboradas al amanecer…