Harina de otro costal
Harina de otro costal

Sin Acritud…
Ana Cepeda (29/8/2015)
El nombre de Viktor Louis era habitual en mi casa. Fue uno de tantos amigos que mi padre, Pedro Cepeda, recordaba frecuentemente. Mi hermano aún recuerda su “dacha”, a las afueras de Moscú y mi madre siempre recalca que estuvo visitándonos en uno de sus viajes a Madrid, entre negocios con Ramón Mendoza y otras historias que tenía por la capital de España. Por aquel entonces yo era una niña que no reparaba en las grandes personalidades que habían llegado a relacionarse con mi progenitor. Sin embargo, aunque aquel hombre fuera un referente en la vida de éste, apenas mencionó nada de él en sus memorias.

El día que me senté a escribir y ordenar lo que él dejó en forma de 512 páginas a máquina Olivetti, tenía claro que debía hacer hincapié en la vida de Vitali Evgueniévich Louis, más conocido como Víktor Louis. Hice varios intentos, pero apenas encontré gran cosa que me ayudara a explicarles a los lectores del libro sobre su vida,  Harina de otro costal, lo más destacado de Víktor.

Solo ahora comprendo que quizás mi padre tan solo le mencionó por encima por mera precaución, ya que por aquel entonces la URSS seguía siendo un país tras un muro de represión, y Víktor alguien sobre quien la sombra negra del espionaje rodeaba perpetuamente. Ni los mismos agentes del KGB tenían claro para quién trabajaba.

Hace tan solos unos días, en una de esas comidas dominicales que solemos hacer en familia, Víktor volvió a cobrar protagonismo y sentí de nuevo el resorte para volver a buscar detalles sobre su vida, más por simple curiosidad, pues el libro de las memorias de Pedro Cepeda lleva ya más de un año en el mercado. Mi satisfacción llegó al encontrarme con este artículo, aunque la frustración me comía por dentro por no haberlo encontrado a tiempo y reseñar algo más sobre él.

Mi padre y Víktor se conocieron en Moscú, pues vivía cerca de la ‘Casa de niños españoles’ donde mi padre estuvo alojado como “niño de la guerra”. Víktor, tal y como se cuenta en el artículo, aprendió español, entre otros idiomas, y se hizo amigo de algunos españoles que fueron acogidos por la URSS durante la GCE. Con el tiempo, llegó a trabajar en diversas embajadas extranjeras y, como otros muchos,  fue acusado de espionaje, así, sin más. Le cayeron 25 años de reclusión en varios de esos GULAGS que, tan tozudamente, se empecinaba en llenar el “camarada” Stalin.

Tras varias peregrinaciones por diversas cárceles coincidió con su amigo Pedro Cepeda en el Campo de Intá (Siberia). A mi padre le habían condenado también a otros 25 por intentar salir de la URSS escondido en un baúl diplomático de la Embajada argentina.

Lo curioso es que también estuvieron juntos en el mismo Campo Nº8 en Karagandá (Kazajstán).

Del resto de la vida de Louis no hablaré más, pues el artículo que he citado antes es de lo más completo. Lo que no se cuenta, porque su autor lo desconoce, es que Víktor

Louis quería que su amigo Pedro Cepeda, junto al periodista italiano Ilario Fiori, publicara un libro sobre su vida, y así fue enviándole toda la documentación necesaria para ello. Sin embargo, Pedro, que había sido siempre un incauto, fue pasándole al italiano todo lo que recibía, desoyendo los consejos de un buen amigo abogado, que le insistía en hacer un contrato.

– ¿Pero cómo voy a hacer eso?—contestó mi padre—. Eso sería desconfiar abiertamente de un amigo…

Al final es lo que hay: un libro sobre la vida de Víktor Louis que escribió Ilario Fiori y ni una sola mención a Pedro Cepeda. Eso sí, Fiori tuvo el detalle de enviarle un cheque a su nombre por valor de 10.000 Pesetas. Mi padre lo guardó en un cajón y nunca lo llegó a cobrar. Era un ingenuo, sí, pero antes muerto que indigno.

Las memorias de Pedro Cepeda, el “niño de la guerra” que fue tildado de “Harina de otro costal” por la propia Dolores Ibárruri, se puede encontrar en librerías o bien en Queimada Ediciones.