Siria destruidaInternacional
Nazanin Armanian (4/1/2016)
La llamada “crisis de refugiados” sirios ha hecho que el resto del mundo tomara conciencia de la tragedia que viven millones de personas en este país desde 2011. Lejos de ser una guerra “civil”, este conflicto es el resultado del pulso entre las potencias regionales y mundiales por hacerse con el control del pequeño y estratégico estado. Sólo tuvieron que aprovechar su crisis económica y política, y la incapacidad del régimen del presidente Bashar al-Assad de gestionarla, para poder desgarrar sus entrañas y convertirlo ya en un Estado “fallido”.

Primer conflicto: interno
Poco duraron las protestas sociales iniciadas al calor de las primaveras árabes en julio de 2011. El clan Al-Assad, que gobierna Siria desde 1971, aplastó las manifestaciones en favor de una mayor libertad y justicia social. La crisis económica estructural, empeorada por masivas privatizaciones y reajustes exigidos por el Fondo Monetario Internacional, provocaron que se disparase el desempleo, agravado por el aumento descontrolado de la población: en 2000 los sirios eran 18 millones y en 2005, 21 millones.

Por si fuera poco, una brutal sequía lanzó en 2008 a cerca de un millón de campesinos arruinados a las periferias de las grandes ciudades. Los esfuerzos del gobierno para paliar este problema fueron insuficientes e ineficaces. La élite –burguesa, corrupta y clientelista–, a pesar de ser encabezada por los alauíes (grupo religioso que se declaró chií en 1980), gozaba del respaldo de las clases altas suníes y cristianas. Por tanto, las protestas eran expresiones de la lucha de clases, no de un “conflicto religioso de la población suní contra la minoría chií que les gobernaba”, como apuntan los analistas de derechas.

Segundo conflicto: internacional
La tradición panarabista de Damasco y su tradicional amistad con Moscú, así como su ubicación geográfica –es vecino de Israel y tiene salida al mar Mediterráneo–, convirtieron a este país en uno de los más estratégicos de la región. Según documentos de WikiLeaks, EE UU intentaba desde 2006 desestabilizar el gobierno de Al-Assad con operaciones encubiertas. Los intereses estratégicos de Washington en Siria son:

  • Poder dominar Eurasia
  • Hacerse con el control militar de todo el Levante mediterráneo: Siria, después de la caída de la Libia de Gadafi, es el único país no socio de la OTAN en la zona
  • Cortar la ruta siria de la seda de China
  • Desmantelar la base militar rusa en el puerto de Tartus y humillar al Kremlin en su zona de influencia
  • Destruir al Ejército sirio por sus tradicionales y profundos vínculos con Moscú (lo mismo hizo con los ejércitos de Irak y Libia)
  • Eliminar al enemigo de Israel y al único aliado regional de Irán.

Si desde entonces hasta hoy la CIA y el Mossad  no han eliminado a Al-Assad en uno de sus “asesinatos selectivos” ha sido para convertir Siria en un pantano donde Rusia, Irán, Turquía y Arabia Saudí se queden atrapados y así desgastar sus fuerzas. Sin embargo, parece que las horas de Al-Assad están contadas, por varios motivos:

El Partido Demócrata estadounidense, ante las elecciones presidenciales de 2016, no puede permitir que Al-Assad sobreviva a Barack Obama. Tener la cabeza de otra bestia negra de EEUU les da votos.

La situación económica y política de Turquía y Arabia Saudí –que patrocinan a los grupos mercenarios y a la extrema derecha religiosa de la oposición siria– no les permite una guerra larga, por lo que, tras el fracaso de sus intentos de forzar a Obama (a quien le preocupa más el avance de China por el mundo que los intereses de los gobernantes de Ankara, Tel Aviv y Riad) a que lanzara un ataque militar contra Al-Assad, decidieron probar suerte con los mandatarios europeos: fue así como Turquía abrió las puertas de los campos de refugiados y les condujo hacia Europa, cuando lo lógico era que se dirigiesen hacia el Golfo Pérsico. Y lo consiguieron: la dramática imagen del niño sirio Aylan Kurdi ahogado en una playa turca sirvió de casus belli, y varios líderes europeos ya se preparan para bombardear al pueblo sirio y lo que queda de su país. Buscan nuevos mercados (¡negocio del ladrillo, además de armas, en un país devastado!), acceso a rutas comerciales internacionales, y recuperar sus antiguas colonias, ahora que EE UU se dirigen al Pacífico para rodear China.

Nazanin Armanian
Nazanin Armanian

Tercer conflicto: regional
Los cuatro países –Arabia Saudí, Catar, Turquía e Israel– por un lado e Irán por otro se disputan Siria:

  • Arabia Saudí pretende instalar en Irak y Siria regímenes sunís aliados y, junto con Qatar, poder recuperar el trazado de un gaseoducto que atraviese aquellos países para llegar al Mediterráneo, sustituir a Rusia como suministrador de gas a Europa y, de paso, anular el proyecto de gaseoducto Irán-Irak-Siria-Mediterráneo. Riad está manteniendo bajos los precios del petróleo para forzar a Rusia e Irán –ambos fuertemente dependientes de la renta de su hidrocarburo– para que dejen de sostener a Al-Assad en el poder.
  • Turquía no sólo pretende impedir la formación de una autonomía kurda siria, sino también recuperar la hegemonía “otomana” sobre este país, su mercado y sus reservas de gas y petróleo. La posibilidad de que EE UU instale en el poder de la Siria post-Assad a los Hermanos Musulmanes (secta religiosa a la que pertenece el gobierno turco del Partido Justicia y Desarrollo) es alta.
  • Israel ya ha conseguido romper el “Eje de resistencia” formado por Siria, Irán, Hamás y Hizbolá, y aspira con paciencia a quedarse con la parte del gas y el petróleo sirios descubiertos en sus costas.
  • Irán lucha en vano para salvar su “profundidad estratégica”. Desde Siria podría responder a un posible ataque israelí, pero ahora su pérdida aumenta la vulnerabilidad de la República Islámica, que además mira con preocupación el desenlace de las protestas internas, a las que se suman las organizadas por el movimiento indignado Apestáis, en el Líbano, que puede desestabilizar este país, consumiendo la energía de su aliado Hizbolá.

Las espadas desenfundadas
En el mes de julio, EE UU y Turquía acordaron, a espaldas de la ONU, crear una zona de exclusión aérea en Siria para empezar los ataques, mientras Rusia ha decidido actuar militarmente en este país, tanto para impedir el avance de los yihadistas, en cuyas filas hay cientos de chechenos y rusos, como para proteger su base naval en Tartus, tan estratégica como la base de Crimea en el Mar Negro.

Se vislumbra una guerra total si Al-Assad se niega a dimitir. Una guerra que no es la derrota de la diplomacia, sino un negocio redondo.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de su autora, que también pueden ver en Nazanin.