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Andrés Soliz Rada (29/3/2016)
Es probable que los futuros historiadores consideren lo ocurrido en Latinoamérica entre el 2000 y el 2015 como el hito más alto al que llegó el discurso bolivariano desde el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826. Es verdad que en los Siglos XIX y XX, varios presidentes de la región pronunciaron importantes arengas antiimperialistas, pero nunca como en esos tres lustros retumbó con tanto impacto el anhelo de la Patria Grande, a través de Hugo Chávez, los Castro, los Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Lula, Daniel Ortega y José Mujica. Sus escenarios principales fueron el MERCOSUR, la UNASUR, el ALBA y la CELAC.

La acción conjunta logró el retorno de Cuba a la OEA, el 2015, la victoria sobre EEUU en la cumbre de Mar del Plata, en 2005, en la que la potencia del norte pretendía imponer el Área de Comercio de las Américas (ALCA), y el oportuno respaldo de UNASUR a Evo Morales, en 2008, que coadyuvó a evitar el golpe cívico prefectural que amenazaba derrocarlo y fracturar a Bolivia. Sin embargo, y en esto vale la pena insistir, los triunfos latinoamericanos fueron esencialmente políticos y retóricos,  en tanto que en lo económico no tuvieron el alcance esperado.

El 2011, EEUU se recuperó del traspié del ALCA al impulsar la Alianza del Pacífico, fundada por Perú, Colombia, Chile y México, la que se fortalece día a día, frente al debilitamiento progresivo de los proyectos bolivarianos. El MERCOSUR no se atrevió a incursionar en sectores estratégicos como minería, hidrocarburos, Bancos, bosques y medio ambiente. Los altos precios de las materias primas propiciaron una mayor presencia estatal en la economía sudamericana y una mejor distribución de la riqueza, pero que no se tradujo en emprendimientos económicos capaces de transformar la región.

Lo penoso es que ni siquiera se intentó articular medidas defensivas comunes entre nuestras compañías petroleras estatales. Una refinería que Venezuela comenzó a instalar en Pernambuco, el 2005, no logró consolidarse, pese a que Lula y Chávez estaban en el apogeo de su prestigio. Argentina y Chile dejan que la Barry Gold explote, sin presencia estatal, los ingentes recursos mineros que tienen en la cordillera. Todavía parece un atrevimiento plantear que Bolivia, Chile y Argentina exploten, industrialicen y comercialicen de común acuerdo la casi totalidad de las reservas mundiales de litio que tienen en su territorio. La creación del Banco del Sur ha quedado en los archivos. El debilitamiento del gobierno brasileño ha bloqueado su participación en el grupo de los BRICS.

El pensamiento bolivariano postula que América Latina debe defender sus intereses estratégicos de manera unitaria frente a los centros de poder mundial. Lo anterior fue ignorado cuando Cuba firmó el mes pasado un preacuerdo de inversiones con la Unión Europea. Lo mismo hizo Evo Morales, luego de reunirse con inversionistas de EEUU en Nueva York, en octubre de 2015. Estos retrocesos culminaron con la presencia de Obama en La Habana, lo que produjo el virtual deceso del ALBA.

Por otra parte, la ineficiencia y la corrupción pasaron elevadas facturas a varios presidentes bolivarianos. Chávez, el adalid de la Patria Grande, cometió un grueso error al separar en exceso la política de la macroeconomía, lo que hizo que el chavismo sufriera una crisis de gobernabilidad que Nicolás Maduro no puede revertir. La corrupción en PETROBRAS amenaza la permanencia de Dillma Rousseff en el gobierno y la misma causa influyó en la derrotas electoral del Kirchnerismo y en el referendo que pretendía viabilizar una nueva reelección de Evo.

Andrés Soliz Rada
Andrés Soliz Rada

Al debilitarse el proyecto integrador emergió como alternativa el flamante régimen de Mauricio Macri quien, aprovechando su triunfo electoral, mostró su raíz antinacional a través de pagos infames a los fondos buitre, anulación de retenciones a grandes empresas agrícolas que favorecían proyectos sociales, fortalecimiento de los monopolios mediáticos (especialmente del grupo Clarín), designación de gerentes de transnacionales como ministros de Estado, incremento de la desocupación y devaluaciones monetarias en perjuicios de los sectores populares.

La configuración del nuevo orden mundial pasa por el papel que jugarán los Estados continentales industriales ya existentes, como EEUU, Rusia, China y la India. La Unión Europea es una incógnita, en tanto que nuestra Patria Grande tiene aún el reto de estructurar el Estado Continental latinoamericano si pretende influir en el contexto internacional. Entre tanto, en la región seguiremos escuchando voces angustiadas, pero ineficaces, que advierten sobre los riesgos del cambio climático y la tragedia ecológica, ante la indiferencia de la Banca Mundial, que continúa rigiendo los destinos de la humanidad.