SiriaMi Columna
Eugenio Pordomingo
(1/5/2016)
Llevamos unos días, que válgame Dios –y eso por no remontarnos a tiempos pretéritos-, que en el fondo son una muestra de la lucha despiadada y desaforada por la acumulación de poder. Fruto de esa liza es que millones de personas deambulan por el mundo huyendo de la guerra, buscando cobijo en tierras lejanas. Muchos de esos desfavorecidos de la fortuna se dejan la vida en el intento, mientras otros construyen muros para impedir su paso.

Los Imperios lo quieren todo. Son insaciables. Al rebufo de ese afán depredador, de esa ansia expansionista se genera un enorme negocio. El primero de ellos es la producción y venta de todo tipo de armamento. Los conflictos bélicos, las guerras, se montan con el objetivo de dominar, de eliminar culturas en imponer la del invasor. En el proceso de sustitución de una cultura por otra, vale todo. Y digo, todo. El objetivo es implantar el modelo sustitutorio, el del vencedor, que va desde los hábitos de consumo hasta la religión. Ese cambio –o intento- se hace mediante el empleo de la fuerza (Vietnam, Corea, Irak, Libia, Yemen, Palestina, Siria, etc.) o por procedimientos sinuosos. El primero se aplica en zonas radicalmente opuestas al sistema a imponer.

Tanto en uno como en otro, prima la producción y venta de armamento. Recordemos que el presidente Obama, Premio Nobel de la Paz  a crédito, pidió en Alemania, ante su amiga Merkel, que los países europeos debían gastar más dinero en Defensa, o sea en armas.

Cuanto más sofisticada y destructiva sea la maquinaria de guerra, mejor. En ese proceso de implementar el modelo, supuestamente Occidental, el objetivo prioritario es el control total del país o países en conflicto. La mayoría de las veces, el conflicto se crea o se alimenta. De paso, de forma expeditiva, se anexionan por vía  de urgencia, los hidrocarburos y todo tipo de producción local.

Países enteros quedan destruidos, pero no importa, para eso están las empresas constructoras y de servicios. Las compañías de “contratistas” las hay a miles, incluso sustituyen a los ejércitos.

El proceso de implantar un “estilo de vida” es arduo, complejo y complicado, pero genera muchos dividendos. Primero, se limpia el terreno de cadáveres –hay muchos-, los de los niños tienen un tratamiento específico. Hay que hacer llegar a las grandes agencias de comunicación internacionales, fotos que hielen la sangre y sensibilicen al mundo Occidental. Pero el sistema lo ha estudiado todo hasta el más mínimo detalle. Y sabe que esa sensiblería durará poco. Las ofertas disuasorias son muchas. Y hay que defender nuestro estilo de vida frente a todo.

Esas tristes y penosas fotografías, de un niño ahogado en una playa; otros deambulando entre escombros; otros ensangrentados, hacinados en lúgubres hospitales, son elementos que “tratados inteligentemente” dan para mucho. Sobre todo para tratar de que se culpe de ello al enemigo ideológico. En ese proceso de inteligencia y contrainteligencia se trabaja mucho. Si esos horrores los causan unos, son calificados como atroces atentados; si los autores son otros, se les denomina “efectos colaterales”.

En el caso de atentados terroristas –casi siempre sus autores son gentes que se han convertido de la noche a la mañana, por arte de birlibirloque, en expertos guerreros o “suicidas” enloquecidos por las enseñanzas religiosas o radicalismos ideológicos. Eso sí, la mayoría de ellos tienen una característica común: ladronzuelos de pequeña monta, cuando no colaboradores o confidentes de servicios de inteligencia.

La novela, luego se hizo una película, El Americano Impasible  de Graham Greene, puede ser un ejemplo –en este caso adornado con ribetes personales en los que entra el amor y concepciones antagónicas del mundo-, de cómo interferir dramáticamente en conflictos locales para fomentar la contienda. El escenario, en ese caso, es la Indochina de los años 50. Ahora, es más o menos lo mismo, pero todo se hace con más experiencia, con más profesionalidad y sofisticación.

Con el pretexto de democratizar el mundo, algunas potencias no dudan en barrer del mapa a miles y miles de personas. ¡No importa, hay exceso de población dicen algunos! Pero como esa estrategia está ya demodé, se recurre a otra, que es la llamada “revolución de los colores”. Ha habido ya algunos experimentos, sobre todo centradas en países que estaban en la órbita soviética. Por ejemplo, la ‘Revolución Blanca’ en Bielorrusia; la ‘Revolución Azafrán’ en Birmania; la ´Revolución Naranja¨ en Ucrania; la ´Revolución de las Rosas´ de Georgia; y la ´Revolución de los Tulipanes´ en Kirguizistán. Un caso particular fue el de Portugal. El 25 de abril portugués todo estaba cantado. En el país vecino, la música y las flores jugaron un papel importante como amortiguador de posibles críticas. ¿Quién iba a oponerse a una bella canción y a un clavel en el cañón de un fusil?

La señal de salida de las tropas lusas afines al golpe la dio la canción ´Grándola Vila Morena´ del cantautor Jose Afonso, prohibida por el régimen salazarista, que emitió complaciente la católica Radio Renascença. Pocos minutos después, cientos o miles de claveles, al unísono, se pusieron en la punta de los desvencijados fusiles de la tropa portuguesa.

Otra revolución, dentro de la filosofía del Principio de acción directa no violenta, ha sido el intento –de momento fallido- de la ´Revolución de los Paraguas´ en Hong Kong. Pero el dragón chino es mucho dragón.

En España, los poderes fácticos nacionales e internacionales, no están preocupados porque la situación se altere. El terreno lo consideran de su propiedad, aunque una parte importante sea de la Casa Alba. Aquí todo está atado y bien atado. Hemos hasta perdido  nuestra soberanía nacional –que la Constitución de 1812, la Pepa, glosaba en su artículo primero-, entregando un trozo de la Patria a los USA (Base de Morón de la Frontera en Sevilla), y lo hemos hecho de forma “permanente”, lo que significa que harto dificultoso será recuperarlo. Pocos somos los que reivindican y denuncian esa cesión. Conclusión, los nudos de esas ataduras nos los ponemos, la mayoría de las veces, nosotros mismos.

De los recortes sociales, de los desahucios, de los sueldos de pobreza, del paro, de los que duermen en la calle, de los que acuden a diario a los comedores sociales, de la tremenda desigualdad ni que halar. Ese proceso de sometimiento, de acatamiento a Bruselas y a los “mercados”, es imparable y, por desgracia, cuenta con adeptos y adictos. ¡Qué envidia me produce la postura del pueblo francés! Y lo cierto es que me joroba reconocerlo, pero es así. Y es que ellos tuvieron su revolución, una revolución con guillotina y todo.

Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

La gente, el pueblo, no se percata, pero estamos sumidos en una tremenda crisis a todos los niveles, sobre todo en el institucional. Pero este último no debe preocuparnos, pues quizás al entrar en crisis total de ahí se derive el cambio, sobre todo el de los valores. Y ya no es solo el debate entre Monarquía y República, o las críticas a la oligarquía de los partidos políticos, sino en el creciente abismo que separa a los administrados de los administradores. Un ejemplo, los familiares de las víctimas del accidente ferroviario de Angrois, en La Coruña, que acaeció en 2013, y que fueron expulsados el pasado jueves del Congreso de los Diputados por exigir una comisión de Investigación. Todo un síntoma del desprecio hacia los ciudadanos.

Los Papeles de Panamá siguen aportando datos. Lalo Azcona, periodista que otrora presentaba el telediario de TVE en tiempos de la llamada transición, y Teresa Aranda (periodista) exmujer de Juan Luis Cebrián, Consejero Delegado del Grupo Prisa, están entre los que tienen sociedades offshore. Sobre los negocios de Azcona, como empresario, tendremos que hablar un día. En una de sus empresas cuenta con Jesús Ortiz (padre de Letizia, la reina), que ejerce como consultor senior.

Hoy es 1 de mayo, Fiesta del Trabajo, y el Gobierno de España, previsor y agradecido, ha querido premiar a los dirigentes sindicales. Así que en el Consejo de Ministros celebrado el viernes día 29, concedió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, entre otros, a los ex secretarios generales de la UGT y CCOO, Cándido Méndez y José María Fidalgo. La concesión de esa medalla se hace –eso dice el Gobierno de España- para «premiar y destacar» el mérito de una conducta «socialmente útil y ejemplar en el desempeño de los deberes que impone el ejercicio de cualquier trabajo, profesión o servicio».

Cabizbaja  y meditabunda se encuentra una parte de nuestra endeble intelectualidad, aquella que ha creído a pie juntillas, y venerado, a esos llamados “padres de la moderna Europa”. Ahora se han enterado –lo ha contado el diario británico ‘The Telegraph’– que fue Washington quien llevó a cabo esa maltrecha Unión Europea, financiando y asesorando, de forma secreta, la integración europea, con el objetivo de contrarrestar a la Unión Soviética. Ha sido el Departamento de Estado USA el que ha hecho pública esa operación, desclasificando papeles.

Y yo aquí, en La Navata…