Rajoy vigila a Podemos y PSOE.

España
Anibal Garzón (6/7/2017)
Con sonidos de paz y tranquilidad, pero rebeldía y excitación de contenido, pronunció Eduardo Galeano su espléndido discurso poético ‘El Miedo Manda’. Si un pueblo tiene miedo, el pueblo obedece a ese miedo.

Entre los aires ibéricos de aquel 15 de mayo de 2011 miles de personas salieron a las calles enfrentándose a ese miedo. Indignados contra ese miedo. Las mujeres se echaron a protestar contra el patriarcado, los jóvenes contra la pérdida de calidad educativa, los y las trabajadoras contra la precariedad, los jubilados contra los recortes en pensiones, los desahuciados contra dormir las familias en las calles frías y ruidosas,… y un sin fin de luchas particularidades dijeron No al Miedo Global. Asambleas en las calles, manifestaciones, fiestas y alegrías, defensa contra las represiones,… no había límites. Una masa hizo temblar a los representantes con el lema “no nos representan”.

La pérdida del miedo hizo clarificar quiénes son los de arriba y quiénes son los de abajo. Arriba, el poder económico y financiero del IBEX 35, el poder militar del mismo monarca Juan Carlos I, el poder mediático del Grupo Prisa, entre otros, y  como no el poder político bipartidista a nivel estatal entre PP y PSOE y sus aliados periféricos. Y abajo el 99 % de la población.

Tras las protestas, con gran eco internacional, surgió la tesis de no quedarse solo en las calles sino también entrar en las instituciones. Tipológicamente protestando se destruye, pero gobernando se construye. Y ahí surgió el nuevo partido político Podemos y su famoso “Asaltar los Cielos, el cielo no se toma por consenso sino por asalto”. Podemos “Movió Ficha” a inicios de 2014 para “Tomar el centro del Tablero”. Su primera batalla a nivel electoral con un discurso duro contra la “casta” fue las elecciones europeas de mayo de 2014. Se consiguió hacer que “el miedo cambiase de bando” y la “alegría” colectiva, tan afectada por los planes de austeridad del PP y PSOE, fuera un deseo común. Podemos ganó más de un millón de votos y se posicionó como curta fuerza política. Un entrante que abrió rápidamente el apetito.

La agenda electoral venía cargada para el 2015. Elecciones municipales en mayo, algunas autonómicas como las complejas de Cataluña en septiembre, y las generales a finales de ese año. Rápidamente se crearon círculos de Podemos en miles de municipios, autonomías e incluso sectoriales, y se realizaron elecciones primarias para elegir a los consejos ciudadanos. Como la fábula de los tres cerditos y el lobo feroz, finalmente el cerdito que hizo frente a los ataques del canis lupus fue el que mejor trabajo su refugio, dedicando tiempo y sudor. Y como Podemos en lugar de basarse en la agenda social, que los tiempos son más lentos, se centró en la rápida agenda política institucional, y ello le llevó a sufrir desajustes y temblores en su construcción, tanto en la base como en la cima. Una construcción con brechas que hacia más fácil sufrir los ataques del enemigo. Soplos del lobo contra Podemos con aliento a Venezuela, Irán, corrupción, ETA,… acusaciones y querellas que quedaron archivadas a nivel legal pero, con la complicidad del poder político y económico, los medios contaminaron a la opinión pública.

Muchos participante del 15-M, o que no estuvieron activos pero les pareció una protesta legítima, que apostaron por Podemos en el lema del “no nos representan”, “no somos izquierda o derecha”, y contra la “casta”, PP y PSOE, empezaron a alejarse del partido por las batallas internas y el exceso nivel de institucionalidad. Exceso a nivel que las calles quedaban en segundo plano. Una falta de construcción de relación entre ética de partido y ética de movimientos sociales, algo tan vehicular en las realidades de América Latina. Esta crisis en Podemos fue percibida por altos dirigentes de Podemos, entre ellos el mismo astuto estratega Pablo Iglesias, y por ello era necesario cortar la dicotomía entre “pablistas” y “errejonistas” que justamente realimentaba la crisis.

Podemos se encuentra hoy en una situación compleja, entre la esencia de su nacimiento y la existencia de su actualidad. Entre romper con la vieja institucionalidad o ser parte de ella. Entre la visión gramsciana de acabar con lo viejo o no nacer lo nuevo. Entre seguir siendo una consecuencia del 15M  o pasar a ser parte de los partidos que hicieron nacer ese 15M. Y ahí entra el debate de fondo. La relación de Podemos con el Partido Socialista.

Podemos nace justamente por un vacío, no solo a nivel de España sino de casi toda la Unión Europea, del espacio histórico de la etiqueta de la socialdemocracia. La supuesta centralidad de Podemos, no centrismo, es finalmente la pérdida de orientación de una gran parte de la población a causa del pacto no formal del bipartidismo. Con un Partido Popular más a la ultraderecha neoliberal y un PSOE ocupando el espacio de la derecha moderada. Dos partidos con la misma política económica de recortes y la austeridad (infraestructura), pero con algunas diferencias en superestructura (valores, como aborto u homosexualidad), que reformaron la Constitución en 2011 sin soberanía popular. Una convergencia que su visibilidad actual, como los tantos puntos en común entre González y Aznar y sus “puertas giratorias”, nos da a entender ese amorfo bipartidismo de los últimos 30 años. Un bipartidismo monárquico, europeísta, otanista, neoliberal, desindustrializador, a favor del debilitamiento sindical y asociativo, y por el centralismo del nacionalismo español. La socialdemocracia en España murió en los años 80, e Izquierda Unida por su origen comunista, más que por su programa político, nunca consiguió ocupar ese vacío. Podemos consiguió la llave y por ello finalmente se creó la coalición de Unidos Podemos. De pasar de “ni izquierdas ni derechas” a querer convertirse en la nueva unida izquierda estatal.

Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de España.

Si la derechización del PSOE y el vacío de la socialdemocracia le dio vida y fuerza a Podemos, contrariamente la “izquierdización” del PSOE y la recuperación de la identidad socialdemócrata puede ser una causa de futuro debilitamiento en Podemos. Y los socia-listos (concepto despectivo en referencia a su élite y no a militantes de base o simpatizantes) lo saben. Por ello, el cambio de imagen del ganador en primarias, Pedro Sánchez, de ser el conservador del PSOE en las primarias de 2015 a ser el más progresista del partido en las primarias de 2017 han dado más puntos en intención de voto al partido. Una estrategia que busca como principal función, no un pacto gubernamental o tácticas con Podemos para desbancar al PP, sino retener a que Podemos pueda convertirse en la primera fuerza de oposición. El Sorpasso, el escalón previo a poder Podemos ganar las elecciones generales. Un objetivo que tiene como necesidad no solo obtener votos de otros partidos, sino de algo que poco se habla, reducir la abstención. Un mal que perjudica a la izquierda.

La estrategia antipodemos de Pedro Sánchez ya está en marcha. Lanzando una de cal y otra de arena. Mientras Pedro Sánchez dice querer crear una agenda común con Podemos para hacer frente al PP no apoya la Moción de Censura de Pablo Iglesias contra Rajoy. Mientras Pedro Sánchez habla de Estado Plurinacional copiando la propuesta de Podemos, criminaliza el derecho a decidir del pueblo catalán como hace el Partido Popular. Mientras el PSOE apoyó la propuesta del CETA, Tratado de Libre Comercio entre UE-Canadá, a última hora se abstiene sabiendo que se aprobaría igualmente sin contar sus votos pero su abstención eliminaría a Podemos como líder de oposición a ese tratado neoliberal. Mientras Pedro Sánchez habla de agenda de izquierdas, cuenta en su agenda con un actor de derechas y marca blanca del PP, Ciudadanos.

Podemos vive un debate existencial que le debe llevar a redefinir su posición. Una estrategia a medio plazo, Rumbo 2020, pero más rupturista es situar al PSOE como enemigo político y desenmascarar su falso espacio en la izquierda y la socialdemocracia. Denunciando Podemos todas sus desviaciones entre discurso social y práctica mercantilista, y las cercanías del PSOE con el PP. Recuperar así la esencia del concepto casta, el falso bipartidismo, e ir más allá de las instituciones. Una estrategia de choque. Y la otra estrategia, posiblemente a corto plazo, es acercarse Podemos al PSOE para generar un frente de presión contra el PP e intentar que PSOE de un giro hacia algunas políticas progresistas. Algo que ya protagonizó IU a inicios del siglo XXI, posiblemente por el supuesto complejo de la “pinza”, y fue su gran fracaso camino a la extinción. Una estrategia de consenso. Entre las dos, choque o consenso, yo me quedo con la primera. El Miedo no debe mandar al pueblo, Pablo, nos lo dijo el maestro Galeano.

Fuente: Hispantv.