Encadenados al Dólar.

Internacional
René Báez (13/1/2018)
El segundo quinquenio de los 90 del siglo pasado estuvo signado para la economía internacional por la denominada crisis asiática, inaugurada en 1997 con el derrumbe del bath tailandés, a la cual siguieron las tormentas financieras en Rusia y Brasil, así como una agudización de la situación en la vecina Colombia.

Fisiología del «crack’’ financiero
No obstante su condición de eslabón perdido en la cadena del capitalismo mundial, Ecuador resintió esas conmociones por la vía del deterioro de sus exportaciones primarias (petróleo, banano, camarón, flores) y de la contracción de los flujos de inversión productiva externa. La asfixia fiscal no se hizo esperar, agudizada por las protuberancias del servicio de la deuda externa y por los coletazos de la corriente de El Niño que, entre 1997 y 1998, devastaron la agricultura y la infraestructura de la Costa.

Este orden de factores -desequilibrios externos y fiscales- galvanizaron una situación recesiva que no tardaría en proyectarse al sector financiero, que hasta entonces había sido el principal beneficiario de un modelo económico especulativo, exacerbado por las reformas liberales y aperturistas del gobierno de Sixto Durán y el “mago” Alberto Dahik. En esencia, tal modelo consistía en privilegiar al capital financiero sobre el capital productivo y en fomentar el ingreso de capitales externos cortoplacistas –“golondrinas”- garantizándoles elevadas tasas de interés.

Cuando Mahuad juró la presidencia con su memorable discurso cosmogónico (10 de agosto de 1998), el terreno de las finanzas se encontraba minado, tanto por las tendencias económicas descritas como por las recurrentes prácticas permisivas y corruptas de la mayoría de entidades bancarias. Apenas dos semanas después de la posesión del mandatario demócrata cristiano, el ministro de Finanzas, Fidel Jaramillo, anunciaba la liquidación del Banco de Préstamos. En noviembre del mismo año y a pesar de un jumbo e ilegal préstamo de salvataje por 760 millones de dólares otorgado por el Banco Central, se derrumbó La Filantrópica (Grupo Isaías), supuestamente la institución financiera más poderosa y sólida del país.

El liberalismo esquizofrénico de Mahuad —Estado del Bienestar para los ricos, Estado mínimo para los pobres- terminó por desnudar el descalabro económico-financiero que había incubado en Ecuador el Consenso de Washington.

Presionado por la rancia oligarquía costeña liderada por “Corleone” Febres Cordero, el gobierno mahuadista hizo aprobar en el Congreso, a fines del 98, la creación de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD), un instrumento de protección estatal a la banca privada. Igualmente, respaldó un proyecto de ley, promovido por el entonces diputado socialcristiano Jaime Nebot Saadi, norma que sustituyó al Impuesto a la Renta por el Impuesto a la Circulación de Capitales (ICC). La entrada en vigor de esta última ley terminó por detonar la institucionalidad financiera nacional, puesto que para eludir el nuevo tributo los banqueros y financistas nativos y extranjeros intensificaron sus operativos de descapitalización del país.

Similar efecto tuvo la desaprensiva decisión de Carondelet de disponer, ateniéndose a una recomendación del FMI, la flotación del tipo de cambio. Algo similar a buscar apagar el fuego con gasolina.

A resultas de las susodichas medidas, entre enero y febrero de 1999 habrían fugado al exterior unos 2 mil millones de dólares, un equivalente a la mitad de las exportaciones anuales del país. De su lado, el servicio de la deuda extenuaba el presupuesto estatal (a comienzos de ese año el 80 ciento de los ingresos ordinarios del Fisco se destinaba al pago de ese tributo imperial, del cual se nutrían también connotados “buitres” criollos.

Esta constelación de factores tornaba inminente la “explosión” de la fragilizada economía ecuatoriana, misma que llegó en marzo de 1999.

La Semana Negra y el desplome del sucre
La primera y simbólica víctima del colapso económico/financiero de Ecuador fue la moneda nacional. Entre el 1 y el 5 de ese mes, el sucre se desplomó desde una relación de 7 mil por dólar hasta los surrealistas niveles de 17 y 18 mil.

A propósito de evitar nuevas “corridas” de depósitos y proteger a las entidades con problemas de liquidez-particularmente al Banco del Progreso (Grupo Aspiazu)-, Mahuad decretó un feriado bancario que se extendió entre el 8 y el 12 de marzo. La reapertura del sistema se concretó ligada a un congelamiento/incautación de una gran masa de depósitos e inversiones del público, aproximadamente unos 4 mil millones de dólares.

El “corralito” ecuatoriano perjudicó inmediatamente a un estimado de dos millones de agentes económicos, pese a lo cual la mayoría de entidades financieras terminó desbarrancándose. A la quiebra del Banco del Progreso, en abril de 1999, siguieron las caídas del Banco Popular, Pacífico, La Previsora, Azuay, etc. La debacle bancaria derivó en una estatización pro capitalista del 70 por ciento del sistema financiero y en la fuga a Miami de sus principales protagonistas y responsables.

Ni qué decir que para comenzar a equilibrar nuestros desequilibrios económico/financieros, la mano invisible del mercado dispuso el éxodo de 1.5 a 2 millones de depauperados compatriotas, especialmente a USA, España e Italia.

Además de la macro “socialización de las pérdidas” y sus inherentes tragedias humanas, el derrumbe del sistema bancario debilitó aún más las finanzas públicas al punto que, en septiembre del 99, el régimen mahuadista se vio forzado a declarar una moratoria de la deuda Brady, aproximadamente unos 6 mil millones de dólares, y abdicar de la soberanía monetaria mediante la inconstitucional dolarización decretada el tristemente memorable 9 de enero del 2000, medida que nos convirtió en una opaca estrella de Washington y Wall Street.

Acción y reacción. La espectacular decisión del hasta ahora prófugo Mahuad derivó en vastas movilizaciones a lo largo y ancho del país con proclamas de orden ético y nacionalista. La mayor de ellas, concertada por la CONAIE y los mandos medios de las Fuerzas Armadas., y cumplida en Quito el 21 de enero del referido año, desalojó de Carondelet al mandatario “dolarizador”. A este evento, la prensa internacional lo identificó como “el primer golpe de Estado del siglo XXI”, en tanto que los shamanes lo bautizaron con el estético nombre de la Revolución del Arco Iris.

El futuro previsible
Jorge Luis Borges
dejó escrito que “la historia de la humanidad no es más que un encadenamiento de simetrías”. El ingenioso apotegma borgeano aparece particularmente útil para comprender la actual transición político/económica ecuatoriana desde la fase I a la fase II del tozudo “correísmo”.

NOTA:
René Báez es autor de Antihistoria Ecuatoriana (Universidad Central del Ecuador, 2010), ex decano de la Facultad de Economía de la PUCE y miembro de la International Writers Association.

N. de la R:
Este artículo se publica con la autorización de Alainet.