Eugenio Pordomingo Pérez,

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (3/1/2018)
No voy a mencionar el jamón, la tortilla de patatas, el bocadillo de calamares, la siesta, las juergas, y otra serie de tópicos para resaltar las cualidades de mi país. No teman.

Pero al grano. Los medios de comunicación, en su mayoría, se dedican a airear nuestros “trapos sucios” –también lo suelen hacer jóvenes bisoños de partidos emergente-, desconociendo u olvidando que la balanza de nuestra Historia es más bien positiva.

Que los salarios son bajos; que las pensiones reciben un vergonzoso aumento anual del 0,25%; que hay recortes en Sanidad, Ciencia y Educación, es una realidad. Como lo es el nivel de corrupción existente. Y que hay que luchar para lograr mejor nuestra calidad de vida y conseguir  mayor justicia social es algo obvio. Y también pelear para que nuestros migrantes retornen a casa.

Sin embargo, no todo es negativo en España, ni mucho menos. Eso se nota cuando viajas al extranjero. Una referencia a España, hecha por consultoras internacionales, afirma que nuestro país es el mejor del mundo para nacer por el nivel de bienestar, salud y acceso a conocimientos.

Por otro lado, tenemos un idioma, el español o castellano, que es la segunda lengua del mundo por número de hablantes nativos. El primero es el chino mandarín. Algún día hablaremos de cómo fue, y quiénes votaron a favor, de que el inglés fuera el idioma oficial en las comunicaciones  aéreas internacionales.

Cabalgamos entre la primera y segunda potencia turística del mundo, aunque eso comienza a traernos algunos problemas, como el deterioro de nuestro medio ambiente, exceso consumo de agua en zonas playeras. Por desgracia, el beneficio de ese negocio se queda en codiciosas manos.

Por lo que respecta a infraestructuras, somos uno de los primeros del mundo. Nuestros transportes públicos no tienen nada que envidiar a los de Francia, Alemania o Estados Unidos. Algo similar acontece en lo que se refiere a seguridad ciudadana, patrimonio cultural y gastronomía. Somos el tercer país del mundo en patrimonio cultural -según la Unesco-, por detrás de China e Italia. Contamos, además, con 58 reservas de la biosfera, más que Estados Unidos. Y en nuestras playas ondean más banderas azueles que en el resto de otros destinos turísticos.

Nuestro Deporte, a pesar de ser un país mediano en número de habitantes, somos una potencia considerable. Motorismo, baloncesto, tenis, natación, etc., sobresalen. Nuestro sistema sanitario, a pesar de recortes y privatizaciones, sigue siendo uno de los mejores. La esperanza de vida de los españoles es la segunda más alta del mundo. Somos el tercer país en esperanza de vida al nacer.

En donación de órganos y número de trasplante somos la primera potencia. Superamos la media de la UE y, con creces, las tasas de Estados Unidos. Y ¿qué decir de las personas que prestan sus servicios, sin pedir un salario a cambio, en organizaciones sociales? Citen un solo país que recoja más alimentos para las personas más desfavorecidas que España. No se cansen. No existe.

El nivel de formación de nuestros médicos, ingenieros y muchas otras profesiones, es sumamente valorado en el exterior. La pena es que muchos, más de los que quisiéramos, se ven obligados a abandonar España en busca de trabajo. La ciencia y la investigación en nuestro país son extraordinarias, a pesar del la escasa inversión estatal que hacen nuestros gobiernos.

¿Qué decir de nuestra cultura? Pintores, escritores y músicos españoles son reconocidos en todo el mundo.

Muchos españoles se avergüenzan de serlo, sienten complejo y se flagelan cuando se habla de la Leyenda Negra, de la Inquisición, de nuestra Democracia. Generalmente los que así se muestran han leído muy poco sobre estos temas.

Acerca de la Democracia Representativa, de la que se nos llena la boca al hablar de ella, y de la que desconocemos sus verdaderas raíces, decir que ha tenido que ser un profesor inglés, de la Westminster UniversityJohn Keane, quien en su libro ´Life and death of democracy´, afirma que la democracia representativa no nació en Inglaterra, como se suele decir –incluso en España-, sino en las Cortes Leonesas de 1188.

Y, por si fuera poco, os diré que Anonymous, la máscara que se emplea como símbolo de los mensajes de un grupo de activistas informáticos, corresponde al inglés Guy Fawkes, católico, capitán de los Tercios de Flandes, que cambió su nombre de pila por el de Guido. Fawkes murió descuartizado en Londres, cuando fue descubierto tratando de volar el Parlamento.  

“Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”  dijo Gaspar Melchor de Jovellanos, escritor y político español.