Arturo Bernard Acín

Sin  Acritud…
Venancio Díaz Castán (26/2/2018)
Recuerdo aquel caluroso mes de junio de 1975. Iba a entrevistarme con el alcalde de Colmenarejo, don Dámaso Román Panadero, provisto de mi reciente nombramiento como médico titular interino de la localidad serrana. Las primeras imágenes del pueblo que me llamaron la atención  fueron el hermoso árbol del centro de la plaza, el frontón, la sólida iglesia herreriana y una casa de piedra con una almena que parecía remedar un pequeño castillo y que había sido de un médico, don Francisco. Poco más allá de mi consulta, en la calle Madrid, estaba el cementerio y unas casitas en la cañada, que se perdía en el horizonte en dirección a Valdemorillo.

Gentes buenas del pueblo, que luego fueron mis amigos, me contaron historias del tiempo de Maricastaña, entre ellas la de un médico de antes de la guerra que se hizo famoso por descubrir un cometa. Por entonces no le concedí mayor importancia al hecho. Demasiadas cosas llevaba en la cabeza como para interesarme por algo que sucedió hacía tantos años, pero el sosiego que da la jubilación me llevó a cuestionarme los pasos que condujeron a aquel colega a convertirse en un científico de reconocida valía internacional. No negaré que la condición  de ser de Graus, un pueblo de Huesca,  colaboró en gran medida en la decisión.

El doctor Arturo Bernard Acín nació en Huesca en fecha que me ha sido imposible encontrar, pero no estaría muy lejos del año 1882. Procedía de una familia de larga tradición oscense. Su padre se llamaba D. Simeón Bernard Tejero y fue durante unos cuarenta años funcionario del ayuntamiento (1). Tenía dos hermanos: D. Simeón, párroco de Huerrios, pequeña localidad o barrio a cuatro kilómetros de Huesca, y Dª Eusebia. Vivía en el número 7 de la popular plaza Lizana y desde joven manifestó afición por los astros. Es sabido que en la terraza de su casa tenía montado un cañoncito provisto de pólvora y de una lente que, de manera automática, se disparaba a las doce en punto reales, cuando el sol pasaba por el meridiano  (2).

Terminados los estudios de Medicina en 1905 continuó con los de Náutica en la Escuela de Barcelona, siendo en 1896 alumno del capitán de la Marina Mercante D. José Ricart y Giral  (3). Los estudios de náutica le proporcionaron a buen seguro abundantes conocimientos de astronomía, afición que cultivaría durante el resto de su vida. En contra de lo que se dijo posteriormente no era un simple aficionado, pues formaba parte como miembro de la Sociedad Astronómica Francesa desde 1906. El Periódico de Huesca da noticia de su estancia en la ciudad el 13 de mayo de 1913: “Se encuentra en Huesca el ilustrado joven médico del transatlántico Barcelona D. Arturo Bernad” (4).

Fue a partir de entonces cuando acabó con su trayectoria naviera y optó por dedicarse a la Medicina en tierra, para lo cual solicitó trabajar en la provincia de Madrid. En 1917 se le concedió plaza de médico supernumerario de la Beneficencia Municipal de Madrid (5), y en 1918 lo encontramos como médico de Moralzarzal, en donde le afectó la famosa pandemia gripal, y por recaída de la enfermedad y no poder seguir asistiendo al vecindario, solicita licencia para poder curarse y se le concede (6). Muy probablemente es al año siguiente cuando accede a la plaza de Médico Titular de Colmenarejo, población de la Sierra de Madrid cuya demografía se estimaba entonces en unos 420 habitantes.

Instalado ya en Colmenarejo, lejos de la iluminada urbe madrileña, don Arturo puede dar rienda suelta a su afición en las estrelladas noches del campo. El boletín ASTER, de la Asociación Astronómica de Barcelona, en el ejemplar de febrero de 1953, nos ofrece la imagen de su casa. Se trata de una típica construcción serrana de piedra que estaba situada en la carretera de Galapagar, muy cerca de la plaza y que lamentablemente fue derruida en los años 80 (7). En la imagen que tomó el señor Montañá, representante de la asociación astronómica en Madrid, se aprecia una terracita en donde tenía instalado don Arturo un pequeño telescopio de 50 milímetros, de montaje azimutal, muy rudimentario para lo que se usa hoy día (8). Del libro de Memorias de don Manuel Entero Muñoz se deduce que el doctor Bernard era soltero o vivía solo, pues refiere dicho autor que estaba de patrona para comer en casa de mi abuela materna y con alguna frecuencia me invitaba a ver la luna con su telescopio (9).

La tarde del día 11 de octubre de 1923 (10), mientras hacía observaciones de estrellas variables (11) en la constelación de Unicornio, vio un objeto que no había identificado hasta entonces. Se movía y su imagen solo podía corresponder a un cometa. Excitado por el descubrimiento, quiso de inmediato comunicarlo, pero no había teléfono en Colmenarejo (12). El más próximo estaba en Galapagar, y allí se dirigió al día siguiente para ponerse en contacto con el Observatorio Astronómico de Madrid. Le contestaron que comprobarían el hecho y lo comunicarían, pero el empeoramiento del tiempo con nubosidad hizo imposible la observación. De manera simultánea, don Arturo escribió a los observatorios de Lyón y de París, pero las cartas llegaron con una semana de retraso. Cuando desde aquellos lugares se quiso comprobar la existencia del cometa, ya estaba más bajo en latitud y solo era posible verlo desde otro hemisferio. En España existía la Sociedad Española de Astronomía de España y América, de la que era director el ilustre astrónomo don José Comas y Solá, pero por razones no conocidas no le fue comunicado entonces el descubrimiento.

Por fin, París trasladó el hecho al observatorio de Copenhague, que era donde se registraban oficialmente estos descubrimientos, pero para infortunio de Bernard, el cometa había sido comunicado ya por un ruso, Dimitri Ivanovich Dubiago, del observatorio de Kazán, que lo había visto dos días más tarde, el 14 de octubre, y por ello el cometa C/1923T1 pasó a llamarse Dubiago-Bernard, cuando en justicia debió hacerse a la inversa.

Por desgracia, poco o nada sabemos de sus posteriores actividades como astrónomo y como médico en Colmenarejo. Por don Celestino Román, abuelo del célebre diestro galapagueño José Tomás, supe que era de ideología republicana y que a pesar de ello tenía amistad con su padre, Andrés Román, que para entonces era secretario del Ayuntamiento. El periódico semanal jacetano “El Pirineo Aragonés”, de fecha 2 de marzo de 1935 fue el único en hacerse eco de su fallecimiento en Madrid el día anterior. Tendría unos 53 años.

El autor: Venancio Díaz Castán.

En un artículo-carta del 16 de marzo de 1926 dirigido por el ilustre polígrafo oscense Ramón Acín a López Allué (escritor y director del Diario de Huesca) le comunica la necesidad y procedencia de hacer un homenaje a tres oscenses meritorios: el primero José Artiga, artífice del pantano de Arguis, el segundo, el médico y astrónomo Arturo Bernard, y el tercero, Valentín Carderera, pintor, coleccionista y primer biógrafo de Goya. No parece que ninguno de ellos se llevara a cabo, siendo nuestro buen médico y astrónomo de Colmenarejo en los días que corren un perfecto desconocido en España. Sin embargo, tiene un reconocimiento extranjero, la medalla Donohoe de la Sociedad Astronómica del Pacífico, con sede en San Francisco, California, que recibió en el año 1924 junto a su competidor Dubiago. ¿Habrá que esperar a que el cometa C/1923- T1 vuelva dentro de unos cientos de años para que el nombre de su descubridor español sea noticia?

NOTAS:
1.- Diario de Huesca. Noticia de su fallecimiento a los 78 años, el 2 de agosto de 1918.
2.-“El cañoncito de las doce” Diario de Huesca, 14 de febrero de 1935.
3.-Francisco Javier Moreno Rico “El capitán de la Marina Mercante D. José Ricart y Giral. Una aproximación a la Historia de la Marina contemporánea de Barcelona” Tesis doctoral.
4.-Diario de Huesca.
5.-EL MONITOR SANITARIO 1917, pag. 48
6.-Archivos municipales de Moralzarzal.
7.- Debo la información a la amabilidad de D. Miguel Ángel Elvira Panadero, funcionario del Ayto de Colmenarejo, quien reconoció de inmediato el bosquejo que hice de la fotografía del Sr. Montañá.
8.-Tomado de la conferencia de Dª Montserrat Campás, Observatorio Montcabrer. ASTER, “El cometa C/1923T1 Bernard-Dubiago” XX Congreso Estatal de Astronomía. Gandía 2012.
9.-Historias y anécdotas de Colmenarejo. Manuel Entero Muñoz. Pag. 69
10.-Artículo de don Arturo en La Vanguardia de fecha 20 de febrero de 1924 en contestación a otro de don José Comas y Solá: “Sabido es que el hallazgo del cometa tuvo lugar a las 16 horas del 11 de octubre de 1923, observando la variable II de Monocerotis. Siete horas después, o sea, a las 11 de la mañana del día 12 lo comuniqué por teléfono desde Galapagar al Observatorio Astronómico de Madrid…”
11.-Estrellas variables son aquellas que, vistas desde la Tierra, experimentan variación en su brillo con el transcurso del tiempo. Existen varios tipos. El doctor Bernard era un experto en ellas, descubrió algunas y pertenecía a la Asociación Internacional de E.V.
12.-En 1923 tan solo 43 poblaciones de Madrid disponían de servicio telefónico dispuesto por la “Compañía Madrileña de Teléfonos”, que en 1924 daría paso a la “Compañía Telefónica Nacional”