Mi Columna
Eugenio Pordomingo (3/11/2011)libro-de-simon-mann
El mercenario sudafricano-británico Simon Mann, ex miembro del SAS, ha escrito también un libro. Aquí, el que no escribe un libro, no monta una fundación o no va a la tele a compartir plató con Belén Esteban o Jordi González es tonto de capirote. Mann, que no es nada ingenuo, ha visto su oportunidad. Seguro que alguien le ha alentado en esa aventura no bélica, o le ha engrasado convenientemente los riñones. O, quizás, la idea ha sido exclusivamente  suya, viendo que sus articulaciones y su dedo índice derecho ya no son lo que eran, y es que los años no perdonan, sobre todo si no se practica el método Pilates.

Como es habitual, lo que se cuenta en un libro -si lo firma el protagonista- no suele tener mucho interés, pues lo interesante, ya se sabe, no se puede contar; y lo que se cuenta no suele despertar fascinación alguna.

Pero, bueno, habrá que leerlo, sobre todo para apostillar algo. Por ejemplo, quién o quiénes dieron la voz de alarma de que Obiang Nguema peligraba.  ¿Qué percha -medio de comunicación,  asociación o servicio de inteligencia- se empleó para desbaratar lo que aparentemente estaba atado y bien atado? Delito de lesa Patria, dicen algunos; oportunidad perdida, opina la mayoría.

El caso es que el mercenario  Simon Mann, hombre curtido en mil acciones similares a la frustrada en Guinea Ecuatorial, ha escrito su obra. La presentación de ‘Cry Havoc’ ,  así se titula, fue en Londres, en el Real Instituto de Asuntos Internacionales, importante y acreditado centro de análisis. Mann relata  -eso dice la editorial- todo lo concerniente al intento de golpe de Estado en Guinea Ecuatorial, así como su detención, posterior encarcelamiento y, por último, su actividad como responsable de una empresa privada de seguridad.

En ‘Cry Havoc’, el mercenario afirma que no tuvo contactos con nadie en Madrid antes del intento de derrocar a Obiang Nguema. En su comparecencia, Simon Mann comentó que la única referencia que tuvo de que el Gobierno español (Aznar) pudiera estar apoyando esa acción es lo que le dijo el multimillonario libanés Ely Kalil que, según él, financió la operación.

Simon Mann estuvo cinco años encarcelado en Malabo por su implicación en un golpe de Estado para derribar al dictador Obiang Nguema. Los hechos tuvieron lugar en marzo del año 2004. La operación -ha dicho estos días la prensa británica- tenía la aprobación tácita de agencias de inteligencia occidentales y Simon Mann había planificado y supervisado todos los pormenores. Es más, él iba a dirigirla en persona.

Mann fue detenido en Harere (Zimbawe), junto a un numeroso grupo de mercenarios que viajaban con él en el avión que fue retenido en el aeropuerto. Presiones de Gran Bretaña, Sudáfrica  y otras naciones, no impidieron que Obiang ´jugase´ con esos detenidos, tratando de mostrar al mundo que los violentos eran otros y no él.

Curiosamente, el 17-F (febrero de 2009) –Mann cumplía condena en Black Beach (Malabo)- el Palacio de Teodoro Obiang Nguema sufrió un violento asalto por parte de un grupo de desconocidos que tras mantener un intenso tiroteo con algunos militares (los jefes huyeron y más tarde fueron cesados por el dictador), La dictadura pensó que los atacantes eran guerrilleros contratados para liberar a Simon Mann. Pero, el mercenario se encontraba en la Clínica Guadalupe de Malabo, donde iba a ser operado (o quizás ya lo había sido). Obiang ordenó sacar al mercenario del centro médico y llevarlo a un lugar más seguro para que los asaltantes no se lo llevaran.

Meses y más meses en Black Beach; años y más años -cinco-, ablandan a cualquier ser humano, aunque sea un flemático mercenario británico. Y así, Simon Mann, fue intimando con sus captores, entre ellos con el mandamás de la Judicatura guineana, el otrora opositor José Oló, actualmente fuera del gobierno. Las conversaciones entre el Fiscal General de Guinea Ecuatorial y el mercenario tuvieron sus consecuencias.

Varios militares y civiles guineanos fueron detenidos bajo la sospecha de haber colaborado en la intentona golpista. En Guinea Ecuatorial era vox populi que todo era fruto del trabajo del mercenario. Al parecer, hubo hasta una «lista negra» en poder de Obiang, elaborada por el que hasta hace poco se dedicaba a quitar y poner dictadores en África. Mann, se convirtió en asesor de la dictadura en materia de Seguridad, señalando con su dedo a «buenos» y «malos», según su criterio. Mann jugó fuerte durante su estancia en la cárcel de Malabo, a cambio obtuvo mejor trato, la amistad de José Oló, por entonces Fiscal General, y por último la libertad.

No he leído todavía el libro de Mann, pero dudo mucho que cuente nada de eso. Ni de las idas y venidas de la fragata «Canarias» y el buque de aprovisionamiento «Patiño», si es que le informaron del asunto.  Me imagino que tampoco mencionará nada acerca de las meteduras de pata de la OID (Oficina de Información Diplomática), tratando de explicar qué hacían esos buques de guerra caminito de Guinea Ecuatorial.

Creo que tampoco contará nada sobre la indecisión y escasa agilidad mental del ministro de Defensa, Federico Trillo, y la ministra de Asuntos Exteriores, Ana de Palacio, que dejaron muchos nubarrones en el aire, tratando de explicar lo inexplicable.