CorrupcionEspaña
Luis Marcos (22/8/2014)
La Corrupción, entendida como la perversa utilización del poder político y de las instituciones y administraciones públicas, de modo obscuro y ausente de transparencia, para obtener ventajas –normalmente económicas- y privilegios, se ha convertido para los españoles en el segundo principal problema del país. Así lo evidencian de forma creciente las encuestas del CIS, que muestran que para el 41,5% de la población la corrupción es el problema número 1, mientras que para otro 26,4% lo es la clase política.

La ciudadanía, en un alto porcentaje, ha llegado a interiorizar que el nivel de corrupción en el que vivimos es tan elevado que el sistema institucional, político y económico bajo el que vivimos se encuentra tan deteriorado, tan podrido, que resulta extraordinariamente difícil confiar en su regeneración, y se ha convertido en una exigencia el abordar su reconstrucción, desde la base, limpiando toda la suciedad que lo invade, y dejando que sean actores nuevos y limpios quienes ejecuten esta titánica tarea.

Los titulares de la prensa escandalizan, cada vez más, a una ciudadanía que ha asumido aquello de que “la realidad supera a la ficción”, y que ha aprendido a convivir con hechos tan difícilmente previsibles como que la familia Pujol, que monopolizó el poder político durante décadas en Cataluña, haya atesorado en paraísos fiscales cifras tan astronómicas como 1.800 millones de euros, según las investigaciones policiales, cobrando comisiones por contratos, obras y adjudicaciones públicas, o que del dinero público destinado a sufragar los ERE’s de Andalucía, casi 860 millones de euros, según la instrucción de la jueza Alaya, se desviaron a objetos ajenos a su finalidad.

Nuestras cajas de ahorro necesitaron un rescate, básicamente por una gestión corrupta y ajena a los principios económicos más básicos, que ha costado directamente a las arcas públicas unos 50.000 millones de euros, pero que probablemente acabará costando cerca de 100.000 millones, mientras los políticos y técnicos que tomaron tan erróneas decisiones, se embolsaban escandalosas indemnizaciones.

La alarma social ha superado todos los límites tolerables, al entender la ciudadanía que los grandes partidos políticos se financian de forma ilegal, recibiendo comisiones a cambio de favores políticos, para sufragar sus campañas y repartir sobresueldos, y todo en unas proporciones tan descabelladas que solo el tesorero del PP, Luis Bárcenas, llegó a acumular casi 50 millones de euros en sus cuentas de Suiza.

La ciudadanía percibe que muchos de los empleados públicos contratados por las administraciones públicas lo son favoreciendo a amigos, familiares o compañeros de partido; que gran parte de las innecesarias obras públicas ejecutadas en los últimos años en nuestro país han supuesto enormes sobrecostes, para generar sustanciosas comisiones. Y el escándalo ya no se queda solo dentro de nuestras fronteras, ya que el Informe Anti Corrupción de la Comisión Europea denuncia que en España la corrupción supone un sobrecoste del 25% en las obras públicas.

Luís Marcos
Luís Marcos

No sirve de nada desgañitarnos en la barra del bar ante este cúmulo de despropósitos; los ciudadanos debemos asumir nuestras responsabilidades, echar a los corruptos de los ámbitos de decisión, empujarlos a la cárcel y conseguir que devuelvan lo que nos han robado. Esta es una misión titánica, pero ineludible. La corrupción existente en España probablemente es en parte responsable de lo intensa que es la crisis económica en nuestro país, y de lo costoso que nos está siendo salir de ella. Pero además la corrupción está poniendo en peligro nuestras propias libertades, nos estamos jugando la democracia.

Y  para esta labor los ciudadanos no podemos confiar en los cantos de sirena de los grandes partidos corruptos, que con su monopolio del poder durante 35 años se han repartido las astronómicas cantidades que han robado a la población. No podemos dejar que sean nuevamente las zorras quienes se queden al cuidado de las gallinas. Es necesario que la gente asuma su propio protagonismo en la gestión democrática, que dejemos de ser meros espectadores de la vida pública, confiando ciegamente en unos políticos profesionales que, no solo nos han defraudado, es que nos han robado a espuertas.

¿Cómo podemos hacerlo? Ese será el tema de una próxima colaboración.

 Fuente:
Latenadadelcomun