BoliviaInternacional
Eduardo Paz Rada (15/11/2014)
La volatilidad y las fluctuaciones de la economía capitalista, en el marco de la crisis del capitalismo occidental concentrado en Europa, están comenzando a producir la baja en los precios de las materias primas, petróleo y minerales, que son la fuente más importante de los ingresos de Bolivia y que, en los últimos años, ha sido uno de los factores fundamentales para conseguir niveles impresionantes de crecimiento económico, impulso a la integración nacional, inauguración de un periodo de industrialización y, fundamentalmente, redistribución de la riqueza al conjunto de la población de nuestro país.

Este hecho debe ser considerado junto al permanente acecho del imperialismo norteamericano sobre América Latina y el Caribe, el que, después de haber perdido el control de la región en los últimos diez años, se ha puesto en alerta a nivel global, desde el extremo oriental europeo, el medio oriente, la región del Pacífico y su llamado “patio trasero”, todo esto bajo su consigna del “destino manifiesto” de carácter religioso y místico. Más aún si se
considera que, en las últimas elecciones parlamentarias en Estados Unidos, el presidente Barack Obama ha sufrido un fuerte revés con el triunfo del Partido Republicano, el que representa a los sectores más radicales e intervencionistas de la potencia.

El gobierno del presidente Evo Morales Ayma, después del rotundo triunfo electoral del 12 de octubre, tiene la tarea urgente, aún antes de iniciar su siguiente periodo gubernamental, de comenzar a adoptar medidas para enfrentar una situación internacional que se convierta en más crítica, tomando en cuenta, asimismo, que los procesos de unidad e integración latinoamericana y caribeña se han desacelerado y sufren la constante presión de Washington.

El patrón hegemónico, que comenzó a construir después del levantamiento popular de octubre de 2003, que hizo trizas el sistema político neoliberal, ha ido avanzando con la derrota militar de la oligarquía en 2008 y con los éxitos electorales y con importantes políticas de unidad nacional y participación de las organizaciones populares de las regiones del país, requiere consolidarse con la profundización del proceso político, la organización y la formación de cuadros poniendo la mayor atención en los vaivenes geopolíticos de los protagonistas mundiales.

Por otra parte, el patrón de acumulación, que marca los rasgos fundamentales de la economía, deberá tender a acelerar la producción autosuficiente: de alimentos fomentando y desarrollando la economía campesina frente al peligroso avance del poder soyero transnacional y terrateniente presente en el país; de vestido e indumentaria impulsando las manufacturas y la industria y aplicando medidas proteccionistas frente a la masiva importación; y de vivienda popular y masiva; evitando la ola consumista y despilfarradora presente en la actualidad. Todo esto servirá de base para la consolidación del mercado interno y la integración de la economía nacional con un capitalismo de estado impulsor de todas las iniciativas de la economía comunitaria, autogestionaria, mixta y privada nacional.

Además, con la industrialización del gas y el uso productivo de los excedentes, la tendencia deberá orientarse a desarrollar el sector de los recursos renovables (agricultura, ganadería, manufactura) utilizando las millonarias rentas que generan los recursos no renovables (minería e hidrocarburos), de esta manera ir rompiendo el modelo primario exportador fundado únicamente en la explotación y exportación de los recursos naturales y construyendo un modelo endógeno de potenciamiento nacional, con equilibrios regionales e integración plena de Bolivia.

N. de la R.
Eduardo Paz Rada
es sociólogo boliviano, docente de la UMSA y escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.