Con Gadafi vivían mejor. Una madre con su hijo rescatados en las costas italianas. Desconocemos al autor de la fotografía.
Con Gadafi vivían mejor. Una madre con su hijo rescatados en las costas italianas. Desconocemos al autor de la fotografía.

Europa
Alejandra Durrell (20/4/2015)
La última catástrofe humanitaria se produjo la semana pasada cuando más de 900 inmigrantes africanos murieron en las aguas del Canal de Sicilia al naufragar el pesquero en el que viajaban huyendo de sus países. El destino de esos inmigrantes –como pasó en Lampedusa- es Europa, en este caso Italia. La embarcación partió, como en muchas otras ocasiones, de Libia, país que se encuentra a tan solo 70 kilómetros de la costa italiana. 

Se estima que los fallecidos pueden ser más de 950 según el relato de los escasos supervivientes. Entre los fallecidos había numerosos niños y mujeres.

La tragedia pudo sobrevenir cuando los inmigrantes que viajaban en el pesquero naufragado avistaron a un guardacostas italiano y a un mercante portugués, entonces todos «se agolparon en el mismo lado de la nave”, provocando que ésta se hundiera. Hasta el momento tan solo han podido ser rescatadas con vida 28 personas.

En lo que va de año se ha triplicado el número de inmigrantes que han llegado a las costas italianas. En pocos días Italia se ha visto invadida por más de 7.000 personas que huyen del horror en el que se encuentra Libia, país del que proceden la mayor parte de los inmigrantes que arriban a Italia. Por si esto fuera poco, la autoridades judiciales italianas han acusado a varios radicales musulmanes –se encuentran ya detenidos- de haber arrojado por la borda a africanos de religión cristiana.

Testimonios de los inmigrantes llegados a Italia cuentan de las atrocidades que están teniendo lugar en Libia, donde auténticas bandas armadas se enfrentan unas con otras. Asimismo, los inmigrantes llegados cuentan las calamidades que han tenido que pasar desde que decidieron embarcar o fueron obligados a ellos por las mafias de traficantes de personas.

Miles de inmigrantes están llegando a Europa y a otros países limítrofes con las zonas en conflicto. Huyen de la guerra, del hambre, de la represión étnica y religiosa. Muchos de esos combatientes son mercenarios, contratados por no se sabe quién.  Es como si una mano negra y muy poderosa tratara de acabar con países de la zona. Irak, Libia y Siria han encabezado la lista. Ahora la mancha de sangre se ha extendido por Yemen, quizás mañana llegue a Irán. Todo es posible.

Primero fueron las supuestas “armas de destrucción masiva” que ocultaba Sadam Hussein –luego no tuvieron más remedio que reconocer que todo había sido un error-, pero los cientos de miles de muertos no los pudieron resucitar. Hoy Irak está dividido, destrozado, sufre atentados a diario, además de haber perdido toda su industria que ahora se encuentra en manos de los vencedores. Estados Unidos y en menor medida Reino Unido, han sido los culpables. Nadie ha pedido responsabilidades a esos dirigentes políticos occidentales a pesar de que en algunos casos reconocieron su “error”. gadafi-y-sarkozy

Con Libia aconteció otro tanto. Con no se sabe qué pretexto, Francia comenzó a bombardear  el territorio. Poco después se formó la sempiterna coalición internacional, con el objetivo de acabar con la dictadura de Muamar el Gadafi. El país quedó peor que Irak. Las consecuencias las estamos padeciendo todos, especialmente la población libia.

Acabar con Gadafi, el extravagante amigo hasta hace poco de reyes y mandatarios mundales, era un objetivo fundamental para lograr un mundo mejor. Pero tras acabar con él, destrozar Libia, matar a miles de ciudadanos y cambiar de titularidad los pozos de petróleo no se ha conseguido mejorar nada la situación, Más bien al contrario. La intervención militar en Libia, comenzada por Francia en 2011, fue una operación militar llevada a cabo bajo el paraguas de la ONU para “proteger  a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque” de las fuerzas leales al gobierno de Gadafi. Y ¿quién protege ahora a la población libia?

En Siria la solución no era tan fácil, pues Bachar al Asad cuenta con cierto respaldo de Rusia. La “fabricación” de rebeldes sirios (la mayoría procedían de otros países) dio paso a la creación del Estado Islámico. Ya casi no se oye hablar de las acciones de Al Qaeda, ahora todo el peso se la operación logística se centra sobre el recién creado Estado Islámico. ¿Qué vendrá después?

Sayyed Nasralá, dirigente de Hezbolá, ha dicho que “el mundo musulmán debe decir “Basta” a Arabia Saudí; ¡Basta de manipulación!”. El  pasado viernes, durante la celebración de una ceremonia, Nasralá acusó a Arabia Saudí de estar detrás de casi todos los conflictos en la región. Respecto al Yemen dijo que  “Esto no es una guerra entre sunníes y shiíes sino una agresión saudí contra Yemen (…) Es el wahabismo el que amenaza los lugares santos”.

Tanto en Estados Unidos como en Europa se han escuchado muchas voces de intelectuales y políticos, acusando de forma más o menos velada a Arabia Saudí y también a Qatar de estar apoyando a grupos radicales islamistas.

Ahora Europa se apresta a buscar soluciones rápidas y maravillosas. Jesfes de Estado, Ministros de Interior y altos funcionarios de la UE buscan soluciones, recetas mágicas, y el Frontex apuesta por incrementar la cooperación con los países de origen de esos inmigrantes que osan venir a  refugiarse en Occidente.

Y de forma poco inteligente y engañosa, acusan a las fuerzas armadas libias de estar detrás de la llegada masiva de inmigrantes a las costas italianas. ¿Cómo es que esas fuerzas no lo hacían antes? En el guirigay de grupos armados que se mueven en Libia cómo se ha logrado identificar a esos grupos mafiosos.

¿Cooperar con los países de los que llegan inmigrantes a Europa? ¿De qué forma? Pagando dinero y permitiendo tropelías a dictadores, aparte de  seguir arrancando los recursos naturales de esos países a precios irrisorios. ¿Esa es la cooperación que quieren nuestros dirigentes políticos?

Ya vemos que sí.