Mi Columna
Eugenio Pordomingo (20/11/2009)

cesar-y-el-imperio
Los actos forzados nunca son buenos ni convenientes. Y en los asuntos de la política, aún menos. A José María Aznar, siendo presidente del Gobierno, le «forzaron», le «aconsejaron» o le «indicaron» que debía poner o colocar como ministro de Defensa a Eduardo Serra, personaje muy bien relacionado con los chicos que ocupan las oficinas centrales de la CIA sitas en una de las orillas del río Potomac (aunque lo ocupan todo). Otro tanto le aconteció a Aznar con el diplomático Jorge Dezcallar, a quien Él decidió que debía estar al mando del CNI (Centro Nacional de Inteligencia). Y así le fue a Aznar en estas dos áreas, siempre  unidas por un fino cordón umbilical no identificado ni descifrado.

La imposición de Eduardo Serra como ministro de Defensa en el primer Gobierno de Aznar -él tenía intención de nombrar a Rafael Arias Salgado-, fue uno de los asuntos más sorprendentes en aquella quiniela de «designados». Serra ocupaba por entonces un cargo en la Asociación de Ayuda contra la Drogadicción, una organización cuya presidenta de honor es la Reina Sofía y que en esa etapa presidía el general Gutiérrez Mellado.

El primero, Serra,  se plegaba con demasiado entusiasmo a las insinuaciones del Imperio; el otro, Jorge Dezcallar,  ni se enteró -o quizás sí- de los atentados en Casablanca del 16 de mayo de 2003, cuando varias explosiones provocaron la muerte de 45 personas, entre los que se encontraban cuatro españoles. Ya en plena vorágine del 11-M, Aznar ni le convocó -era director del CNI- al «gabinete de crisis»…

La política de Defensa, aparte de las apariencias es simplemente para contentar al personal votante y a los miembros de las Fuerzas Armadas. Lo cierto es que viene dictada, determinada y escrita, ¡Ar! El gobierno de turno sólo la ejecuta como sabe y puede, y las más de las veces sin tan siquiera sugerir alguna modificación no sea que alguien se moleste.

Un ejemplo nítido de esta toma de decisiones, fue el nombramiento como Secretario General de la OTAN, de Javier Solana, aquel que se desgañitaba vociferando en contra de la Organización Atlántica y de las bases estadounidenses en Torrejón de Ardoz (España), y que más tarde fue designado para coordinar la política exterior de la Unión Europea. Gran papelón, en el que los éxitos brillan por su ausencia, como no sea cuando se bombardea Kosovo o se ayuda a Estados Unidos en Afganistán, Irak, El Líbano, etc.

A Zapatero le ha ocurrido otro tanto. Tras las elecciones del 19-M,  quiso nominar a Elena Salgado como ministra de Defensa, pero regresó de La Zarzuela con el nombre de Carma Chacón, debajo de la axila. No cabe duda que el nombramiento era perfecto para los intereses de los que así lo decidieron: mujer agraciada, anti-militarista en la cercana juventud, nacionalista catalana y con escasos sentimientos españolistas y, sobre todo, con criterios maleables que se ajusten a su ambición política.

Chacón no plantea problemas, aunque Salgado tampoco lo hubiera hecho, a pesar de que le rechinara un poco la dentadura. La prueba del nueve la hemos tenido tras su nombramiento como ministra de Economía y Vicepresidenta.

Criticar la política de Defensa de Chacón, mujer, socialista y encima embarazada, no tendría buena acogida por parte del pueblo. Así que, cuanto antes se llevasen a cabo los planes previstos mucho mejor.

Con estos señuelos mediáticos se habló poco o casi nada de lo mucho que ha tardó en llegar a Somalia la fragata «Méndez Núñez» para apoyar la negociación para liberar a los pescadores del «Playa de Bakio». Con esos cebos no se comenta el envío de más soldados a Afganistán, incluidos los costosos aviones espía comprados a Israel. La mala gestión del asunto del «Alakrana», merece un volumen…

Así, sin que nos demos cuenta, estas manioel-coyote1bras de distracción, nos ocultan que el Ejército de España ha reducido el número de sus efectivos en las ciudades de Ceuta y Melilla. La merma en tropas y su correspondiente equipamiento va a ser de un 50 por ciento.

A pesar de que el Gobierno de España lo niega, en Ceuta y Melilla es ya un clamor esta situación; razón por la que ya hubo misivas de protesta ante el Rey y Zapatero con el fin de «poner freno a esta catástrofe». Esta reducción de efectivos militares no es casual. Y no lo es por varias razones. En primer lugar, Marruecos es el único país con el que España tiene contenciosos territoriales, aunque este Gobierno se desentienda del pueblo saharaui. La Monarquía alauíta viene reclamando desde su constitución la soberanía de Ceuta y Melilla, en una primera etapa, para hacerla extensiva a Canarias y Andalucía más tarde.

La crisis del islote de Perejil fue el primer envite serio, por parte de Marruecos, con el apoyo de la Francia de Jacques Chirac. La respuesta militar y diplomática del gobierno presidido por Aznar disgustó enormemente a Marruecos y a Francia. Las reacciones que ambos países tuvieron todavía no están aclaradas.

Más tarde, el viaje de los Reyes a últimos del año 2007 a Ceuta y Melilla provocó por parte de Marruecos la llamada a consultas de su embajador en Madrid, Omar Azziman. Como la crisis se agrava, Zapatero hace llegar una carta conciliadora a Mohamed VI, cuyo portador es Miguel Ángel Moratinos. El embajador marroquí regresa entonces a España.

Poco se sabe del contenido de esa misiva, cuyo autoría intelectual se atribuye al diplomático Máximo Cajal, pero es posible que en la misma se contemplara el futuro de Ceuta y Melilla, el conflicto del Sáhara Occidental y la actuación del juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, en relación con la acusación de genocidio a saharauis por parte de destacados miembros de los Servicios de Inteligencia y de las Fuerzas Armadas de Marruecos.

No es difícil pensar que detrás de la reducción de tropas puede estar la co-soberanía de Ceuta y Melilla, de la que son partidarios ciertos sectores socialistas, entre ellos el poderoso «grupo de presión» que apoya a Mohamed VI en España. Sin obviar, que Marruecos se afana por terminar una imponente base militar naval a tan sólo 10 kilómetros de Ceuta, y que Estados Unidos ha instalado el AFRICOM (Mando de África) en la costa atlántica marroquí, en la localidad de Tan Tan, pegada a  la antigua colonia española del Sáhara Occidental y frente a las Islas Canarias, con el objetivo de controlar militarmente el continente africano.

El Imperio necesita extender sus hercúleos brazos; no quiere que le molesten mientras actúa y, eso sí, precisa adhesiones inquebrantables a cambio de las migajas que otorga el detentar el Poder aunque sea en países más pequeños. El modelo Americano se extiende rápidamente y de forma imparable -ya lo dijo Alexis de Tocqueville-; y así, la seguridad privada sustituye a los Ejércitos, mientras éstos se nutren de «mercenarios», aunque se vean obligados a gritar ¡Viva España!

Comemos hamburguesas y bebemos refrescos de cola; celebramos el Halloween;  nos enamoramos del grito de Santa Claus y apartamos a nuestros queridos Reyes Magos; y hasta Gallardón -alcalde Madrid- nos planta un inmenso árbol de Navidad y una pista de patinaje sobre hielo al más puro estilo americano.

Por si fuera poco, Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy no cesan de propalar las bendiciones del idioma inglés, mientras el nuestro es excluido como lengua oficial en Europa, sin que nadie rechiste.

Por eso y para eso, el Imperio y sus adláteres, necesitan políticos genuflexos y nada críticos…