Rafael Calduch Cervera (27/8/2008)
EL ATAQUE DE LAS TROPAS GEORGIANAS a Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, el pasado 8 de agosto de 2008, constituyó el inicio de un breve pero intenso conflicto armado extendido a Abjasia, que la intervención de las tropas rusas ha resuelto militarmente con una aplastante derrota del ejército Georgiano de la que tardará años en recuperarse.

«Resulta sorprendente la iniciativa de Shajasvili de optar por el uso de la fuerza en lugar de recurrir a la negociación con Rusia». La insensata decisión del presidente Shajasvili de utilizar la violencia para acabar con las tendencias secesionistas de ambas regiones, lejos de resolver el problema lo ha agravado haciendo, probablemente, irreversible la independencia de abjasios y osetios a medio plazo.

SORPRENDENTE INICIATIVA DE SHAJASVILI
Ni la contundente y decisiva reacción de Moscú, ni la tardía y diplomática respuesta de Estados Unidos y la UE a la intervención militar de Tbilisi han sido distintas de las que cualquier analista podía prever. En cambio, resulta sorprendente la iniciativa de Shajasvili de optar por el uso de la fuerza en lugar de recurrir a la negociación con Rusia que, por razones análogas de rechazo a las tendencias secesionistas, nunca había reconocido la independencia de ambas regiones.

«El desarrollo de los acontecimientos habría sido claramente distinto si en la reciente cumbre de la OTAN se hubiese aceptado la propuesta norteamericana de incluir como miembro a Georgia». La información disponible sugiere que esta decisión fue la resultante de una conjugación de varios factores: un creciente temor y rechazo a la influencia rusa en ambas regiones, una flagrante sobrevaloración de la capacidad militar georgiana y, finalmente, la errónea convicción de que enfrentados a los hechos consumados, tanto Estados Unidos como la UE terminarían respaldando incondicionalmente la actuación georgiana.

¿Y SI GEORGIA HUBIERA ENTRADO EN LA OTAN?
Naturalmente, el desarrollo de los acontecimientos habría sido claramente distinto si en la reciente cumbre de la OTAN, celebrada en Bucarest (2 al 4 de abril de 2008), se hubiese aceptado la propuesta norteamericana de incluir como miembro a Georgia. Obviamente, conscientes de la fragilidad de las condiciones de paz en la zona y tratando de evitar verse involucrados en un conflicto directo con Rusia, los aliados europeos más importantes, con el Reino Unido al frente, se opusieron abiertamente a las intenciones del presidente Bush.

«El precedente de Kosovo ha jugado un papel crucial en la actuación del gobierno de Tbilisi». La frustración de las expectativas del presidente Shajasvili de integrar su país en la OTAN, debieron desempeñar un papel sicológico decisivo en el convencimiento de que si no rompía de forma inmediata y abrupta el status quo, el tiempo terminaría consolidando la realidad de la independencia de ambas regiones, como acababa de ocurrir en Kosovo.

En efecto, el precedente de Kosovo ha jugado un papel crucial en la actuación del gobierno de Tbilisi. Aunque no quiera o no se pueda reconocer oficialmente, tanto Washington como Bruselas son conscientes de que el apoyo y posterior reconocimiento de la declaración unilateral e ilegal de independencia de Kosovo, les priva de la autoridad política y jurídica para rechazar ante Moscú su apoyo a la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.

EL EJERCITO RUSO SE PROFESIONALIZA
En último extremo, el mismo argumento que llevó al Enviado Especial para Kosovo, Sr. Ahtisaari, a proponer en su informe al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la independencia como única solución para Kosovo, ignorando el mandato de la Resolución del CS 1244, se podía aplicar al caso georgiano, a saber:

«La independencia es la única opción para un Kosovo (Abjasia, Osetia) políticamente estable y económicamente viable. Sólo en un Kosovo (Abjasia; Osetia) independiente podrán ser las instituciones democráticas plenamente responsables de sus actos y rendir cuentas de ellos. Esto será de importancia vital para asegurar el respeto del estado de derecho y la protección eficaz de las minorías. Si persiste la ambigüedad política estarán en peligro la paz y la estabilidad de Kosovo (Abjasia; Osetia) y de la región. La independencia es la mejor salvaguardia contra ese peligro. También es la mejor oportunidad para establecer una asociación sostenible a largo plazo entre Kosovo (Abjasia; Osetia) y Serbia (Georgia).»

«La política exterior practicada por el Kremlin durante la etapa de Yeltsin y, también, durante la etapa de Putin ha respetado todos los compromisos asumidos con la UE y Estados Unidos». En cuanto a Rusia, resulta evidente que la intervención georgiana en Tsjinvali le ha servido en bandeja la oportunidad de demostrar la voluntad de aplicar su doctrina del extranjero vecino (Near Abroad Doctrine) y de mostrar la capacidad operativa de su ejército en pleno proceso de profesionalización. Los dirigentes políticos y militares del Kremlin han enviado un mensaje político inequívocamente claro tanto a las potencias occidentales como al resto de las repúblicas de la antigua Unión Soviética, especialmente a aquellas con las que existen conflictos como Ucrania, Moldavia (Transniester) o Lituania (Kaliningrado): cualquier alteración unilateral de los intereses de seguridad o de la influencia rusa en los países de su entorno, será respondida unilateralmente por Moscú con todos los medios necesarios. Incluido el uso de la fuerza, en cambio cualquier solución negociada con la participación de los dirigentes rusos será respetada y cumplida.

MOSCÚ HACE LO MISMO QUE WASHINGTON, LONDRES Y PARIS
Es frecuente escuchar en las cancillerías occidentales alusiones a la vuelta de la guerra fría y las argumentaciones sobre la necesidad de no hacer concesiones a los dirigentes rusos porque suelen ser interpretadas como una muestra de debilidad. Semejantes declaraciones traducen más el arraigo de los estereotipos políticos del pasado bipolar que el análisis de una realidad del presente. La política exterior practicada por el Kremlin durante la etapa de Yeltsin y, también, durante la etapa de Putin ha respetado todos los compromisos asumidos con la UE y Estados Unidos pero al mismo tiempo, y esa es la gran diferencia entre ambas etapas, ahora está haciendo valer sus intereses nacionales con la misma firmeza y convicción que lo hacen los países europeos y la Casa Blanca.

En esta defensa de sus intereses está utilizando, de forma deliberada y sutil, todos los instrumentos de poder (blando y duro) de que dispone, desde la propaganda hasta el recurso a la fuerza, pasando por la presión diplomática o económica. Nada distinto de lo que practican Washington; Londres o París, pero sí muy diferente de aquella época en la que la amenaza nuclear estuvo siempre presente como la última razón de toda decisión política internacional.

N. de la R.
Rafael Calduch Cervera es catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid y director del Master en Relaciones Internacionales y Comunicación de la misma universidad. Ha realizado un doctorado en Ciencias Políticas y Sociología y preside la consultora «Análisis Estratégico Internacional».
Este artículo se publica gracias a la gentileza del autor y de Safe Democracy.