Mi Columna
Eugenio Pordomingo (26/9/2008)
Aquí, como casi todo se lleva a hurtadillas, en secreto, pues resulta que la mayoría de las veces no nos enteramos de nada hasta que sucede lo que tiene quesuceder. En España, parece que todo se rige por una especie de Ley del Silencio.

Los españoles no sabemos, ni por apro ximación, lo que percibe al mes un diputado, ni un concejal, y mucho menos un ministro, el Presidente del Gobierno o la mismísima Casa Real.

Desconocemos, también, la cuantía de esas partidas presupuestarias que se denominan «fondos reservados»; asimismo, desconocemos qué ministerios las tienen asignadas y qué criterios se siguen para que determinados organismos o instituciones las reciban. Y así sucede lo que sucede…

Pues bien, el caso que voy a mencionar ahora tiene algo que ver con esa manera de llevar a cabo las cuestiones del Estado. Desconocemos a qué acuerdos ha llegado el Estado, más en concreto el ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, que dirige Miguel Ángel Moratinos, con algunos de los países africanos de los que recibimos, vía patera, decenas o cientos de inmigrantes a diario.

No sabemos en qué partida aparecen esos «acuerdos» ni la cuantía de los mismos. Todo, repito, se hace sin luz ni taquígrafos, y así pasa lo que pasa. ¿Sabe alguien el número de aviones, barcos o coches, que parten para esos países, para devolverles a los inmigrantes que con suerte han llegado a nuestras costas del Sur?

¿Sabe alguien el número de inmigrantes que se devuelven a diario? ¿Sabe alguien el costo de esas operaciones?

En la etapa de José María Aznar, como presidente del Gobierno, se montó un tremendo espectáculo mediático y político, porque se descubrió que los inmigrantes que iban en uno de esos aviones habían sido ligeramente «adormecidos» con alguna sustancia médica.

Ahora no los duermen, parece ser, pero en los traslados va más de un policía nacional por cada ser humano que se devuelve.

Gracias a la prensa hemos sabido que hace unos días, las autoridades de Gambia se negaron a permitir el desembarco en Banjul de 101 inmigrantes ilegales repatriados en avión desde España, de acuerdo con la noticia publicada en el diario «El Mundo».

Según parece, Gambia es uno de los países con los que Exteriores ha firmado acuerdos para, eso que se llama «flujo de inmigrantes», aunque a mí más bien me parece que es un reflujo.

La repatriación de inmigrantes se hace a «cambio de financiar proyectos de desarrollo en el país», se dice oficialmente. Ni los arqueólogos más avezados son capaces de encontrar rastro de esos proyectos…

El caso es que, ya digo, nos hemos enterado que uno de esos aviones aterrizó en el aeropuerto de Banjul, capital de Gambia. Iba cargado de pasajeros: 101 inmigrantes y 124 policías nacionales. Más o menos, que no es cuestión de discutir.

Tal y como llegó el avión a Banjul, de la misma forma y con la misma carga, partió. O sea, que inmigrantes y policías nacionales, todos juntos, regresaron a España, a Fuerteventura.  El griterío debió ser  ensordecedor. «¡España puta madre! ¡España güena…!. Después vinieron las explicaciones de Exteriores… Que si ha sido una sorpresa para nosotros; que es la primera vez que esto nos sucede con Gambia…

Nada más tocar tierra, en pocos días, los del «flujo» serán enviados, en otro vuelo, a Madrid. De Barajas a la Plaza de Atocha, con veinte euros en el bolsillo, y a deambular…

En el aeropuerto de Fuerteventura, los inmigrantes tocaban la pandereta, mientras los más avispados se aprestaban a formalizar notarialmente un partido político para poder participar en las próximas elecciones generales. «Un diputado de Gambia«, será su lema…