fernando-savater España
Cordura (23/8/2010)
En su momento estimamos valioso abrir una serie inspirada por la abolición de la «fiesta nacional» en Cataluña. El asunto va más allá de las aberraciones practicadas sobre unos animales (no sólo los toros) para adentrarse en toda una idiosincrasia colectiva y en la inicua naturaleza de esa bestia llamada «ser humano». Ofrecemos a continuación la segunda parte de la serie que, previsiblemente, todavía contará con alguna nueva entrega.

 «Depuis le temps que je patiente dans cette chambre noire
J’entend qu’on s’amuse et qu’on chante au bout du couloir
Quelqu’un a touché le verrou […] Je vais bien finir par l’avoir cette danseuse ridicule…»
(Francis Cabrel, «La corrida»)

La polémica en torno a la tauromaquia vuelve a mostrarnos lo improbable que es el imperio de la racionalidad y el buen sentido entre los seres humanos (señaladamente, entre los españoles, aunque otros más «civilizados» no se andan muy lejos). Con motivo de la prohibición catalana, a la consabida pataleta del gremio y de la Reacción se unieron las voces de algunos así llamados filósofos (la palabra es demasiado noble como para prodigarla) en defensa de la «fiesta». Como la de Fernando Savater, tan sensato y valiente otras veces, quien llegó a declarar: «Es el regreso del Santo Oficio, sólo que ahora hay cada vez más ramas: hay una rama para el tabaco, otra para los anuncios pornográficos, otra para los toros». Con semejantes argumentos, se entiende mejor que los más conocidos intelectuales de este país -o por tales tenidos, pues la cosa tampoco está clara- callen ante tantas otras muestras de barbarie. Y es que al margen del fenómeno etarra, a Dios gracias en retroceso, ¿cuántos han oído a ése y otros líderes de opinión pronunciarse contra la tiranía de los mercados, el mito del 11-S o el acoso a Irán, por poner tres cruciales ejemplos? Mientras lo poco libre que queda se desmorona, ellos callan.

El Savater más frívolo
Pero volvamos a esas palabras de tan insigne escritor. Manidas y superficiales, no llegan siquiera a la típica extravagancia del «intelectual» que busca epatar. Puede que eso sea hasta positivo, pero, ¿cabe algo más trivial y vacío que quejarse de una prohibición con el flojo argumento de que es malo prohibir? Se diría que al hoy «hombre de orden» Savater todavía le quedan progres reminiscencias nietzscheanas y huellas del vacuo Mayo del 68 (al menos éste, siquiera por prelación, resultaba más original). ¿No implica su perorar, tan inmaduro y torticero, desviar la atención de lo concretamente prohibido al genérico prohibir? Si es así, habría que preguntarle a Savater si le parece bien que esté prohibida -ilegalizada- la banda criminal ETA (seguro que sí, claro). Y por qué le parece mal que se legisle para defender del humo tóxico del tabaco a quienes sencillamente no quieren ni tienen por qué fumárselo. Y si es que está a favor de que las mafias de la prostitución sigan esclavizando mujeres, y de que los niños y niñas puedan seguir siendo víctimas de los pornógrafos.

Denostando el supuesto afán prohibicionista, compara Savater la abolición de la «fiesta» taurófoba con el espíritu de la Inquisición. Pero entonces, ¿le parecerá mal que ésta se prohibiera? (Qué lío…). ¿Es posible que considere malhadada la fecha del 15 de julio de 1834, la de su abolición definitiva? Sería interesante saber si cuandtoros-2o efectuaba tan desafortunada asociación de ideas se acordaba de Fernando VII. Es probable que no. Tan nefasto monarca, casualmente el gran reavivador de las corridas de toros entonces, había restaurado el Diabólico Oficio en pleno siglo XIX. Pero es que no hay que atribuir las palabras de nuestro philosophe al sosiego reflexivo, sino a frívolas tendencias reactivas combinadas con el reaccionario populismo ambiental (ése que, por cierto, caracteriza a su partido, UPyD, y a su vocinglera lideresa).

La Derechosa se viste de progre para oponerse al progreso
Desde que va de «liberal», la Derechosa a menudo parece más progre que la (pseudo) izquierda. Se trata de un fenómeno que en algún momento ha de merecer un análisis detenido. Así, Rajoy no ha criticado menos que Savater la decisión catalana, por democrática que ésta haya sido. Y en un estilo aún más sesentayochista que don Fernando, el señor del traje oscuro, la barba cana y el tono engolado ha proclamado «que en España tenemos que empezar a hablar de «prohibido prohibir», porque ya se prohíben demasiadas cosas».

Basta pensar en el Estatut para que la lógica se vuelva contra él. Pero mejor dejemos al líder del PP, únicamente preocupado por instalarse en la Moncloa (y a los toros, que los sigan torturando…), para retornar a Savater, alguien pese a todo mucho más serio y cabal (!!!).

El manifiesto taurófobo
Hace meses, cuando aún no se había aprobado en Cataluña la abolición, el pensador donostiarra leyó un manifiesto «en defensa de la fiesta» suscrito por gente del gremio taurófobo y otros partidarios de la barbarie. En él expresaban su apoyo a ésta por ser «una de las señas de identidad de nuestro país y nuestra cultura». En todo el mundo, creo que por desgracia, Sicilia es conocida por la Mafia. Se puede decir que es una de sus señas de identidad.

Sigue diciendo el manifiesto que «los toros forman parte de nuestro patrimonio cultural y como tal deben ser respetados y protegidos por el Gobierno de la nación». Yo más bien hablaría de patrimonio zoológico; en todo caso, respetarlos y protegerlos, ¿no es justamente lo que ha buscado hacer la ley catalana? (Recuérdese que en este blog siempre tratamos de hablar con propiedad). Invoca después el escrito «la libertad y el derecho a seguir disfrutando de la emoción del toreo en las plazas de toros de todo el mundo, sin que nadie nos pueda privar de una de nuestras más preciadas aficiones y formas de ocio». ¿Por qué privar a nadie de la libertad y el derecho a escupir en el suelo o en el ojo del vecino, de la emoción de maltratar a su mujer, de su preciada afición a conducir a 200 kilómetros por hora en sentido contrario al permitido…?

«Proclamamos que el toreo es cultura en sí, por su capacidad de transmitir emociones a las personas que lo presencian». Como cualquier (otra) forma de violencia. Además, ¿las emociones son necesariamente algo bueno? Y, sobre todo, ¿es saludable que la crueldad despierte emociones positivas, que es lo que parecen insinuar los «manifestantes»?

«Estamos de acuerdo con Federico García Lorca, que decía que el toreo es «la fiesta más culta que hay hoy en el mundo».  Suponiendo que así fuera, ¿no debería darnos pena que una fiesta tan brutal sea la «más culta»? Y en todo caso, ¿es la más ética?

«Reconocemos que el toreo ha sido y sigue siendo fuente de inspiración de artistas de todos los tiempos». Sí, como las guerras, el odio, la infidelidad, la corrupción y la explotación en todas sus formas…

«Resaltamos el gran valor económico de la Fiesta de los Toros como generadora de puestos de trabajo y de importantes ingresos». En Sicilia una relevante fuente de ingresos por turismo es el popular «Tour de la Mafia».

«Destacamos los valores ecológicos del toro de lidia como especie única y creación cultural del hombre, que lo ha seleccionado durante siglos». ¿«Valores ecológicos»? ¿«Especie»? Se duda, incluso, que sea una raza. Se cuestiona que desapareciera si se erradican para siempre las corridas (¿no son sino una minoría los toros de esta clase que son destinados a aquéllas? ¿Es inconcebible reorientar esta variedad hacia usos menos sádicos?). En todo caso, ¿no hay una perversa forma de argumentar aquí? Sabido es que el «toro de lidia», lo indica su nombre, existe para las corridas, es decir, para ser torturado y matado. ¿Y pretenden justificarlo diciendo que ha de ser torturado y matado para que exista? (¿Ser filósofo para esto…? ¿No metertorosía Sócrates más bien a los tales entre los peores «sofistas»?). Aun en la peor de las hipótesis, ¿un destino tan cruel no haría preferible la extinción de la «especie»?

Así concluye el manifiesto: «Por todo ello, reivindicamos el compromiso tanto del Gobierno Autonómico como el Gobierno de la Nación para valorar y proteger un patrimonio único de gran arraigo en nuestra cultura». ¡Ay, la tradición…! No mencionan la palabrita, pero el concepto late prácticamente como el único «argumento» real del manifiesto. Las raíces de la Mafia están en el feudalismo. Se trata de una institución verdaderamente tradicional.

Conclusiones provisionales
«Los oigo reírse mientras agonizo
Los oigo bailar mientras perezco
No pensaba que algo así resultase tan divertido
¿Acaso es serio este mundo?
¿Acaso es serio este mundo?»
(Francis Cabrel, «La corrida»)

Es triste que haya que andar explicando estas cosas… Obliga a ello, como en tantos otros temas, la corrupta condición humana, siempre empeñada en disfrazar el mal de bien. Eso, y nada más que eso, es lo que pretenden el citado manifiesto y las restantes declaraciones en favor de la barbarie taurófoba. Dotar a un significante de un significado distinto del que le es propio. Ocultar la maldad pura y dura bajo la máscara de la «cultura» y la «libertad».

Estamos de acuerdo en que no todos tenemos por qué pensar igual en todo, ni mucho menos. Pero la racionalidad y el buen sentido que añorábamos al principio debieran servirnos a todos, en la medida en que compartimos unas bases éticas comunes (la «ética mínima» de la que hablase otra pensadora quizá más sensible, Adela Cortina) para estar de acuerdo en el rechazo de cualquier forma de crueldad. Sólo así cabrá -cabría- hablar de progreso moral de nuestra especie.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de
Cordura. Las fotografías que figuran en este trabajo son, propiedad del autor.