España/Marruecos
Miruca Falcón  (17/1/2011)gustavo-de-aristegui-diputado-del-pp
Sr. De Arístegui: todo el mundo es libre de relacionarse sentimentalmente con quien le plazca y por supuesto también de casarse si no existe impedimento legal para ello. Me refiero, claro está, a ciudadanos de países donde las libertades individuales y derechos humanos universales se respetan. No obstante, se conocen bastantes historias en las que uno de los cónyuges, perteneciente a una nación en la que esas condiciones democráticas esenciales no se cumplen, ha sido utilizado por su aparato represor para obtener información del otro cónyuge por medios sutiles o incluso coercitivos. En el caso de que éste último sea funcionario, político o simplemente pertenezca a círculos empresariales o  sociales importantes del país objeto de espionaje, la ocasión la pintarían calva y los servicios secretos no la dejarían escapar.

En su caso Sr. De Arístegui, como relevante político del Partido Popular, somos muchos los que observamos con honda preocupación que su relación afectiva con una mujer marroquí, tanto si se ha casado con ella como si no, lo convierte automáticamente en una perita en dulce para la Inteligencia de Marruecos. No basta con que usted sea consciente de su incómoda posición como objeto de codicia de unos servicios de información que aprovecharán cualquier ocasión para extraer datos, atar cabos y obtener conocimientos a través de su mujer.

 Tampoco basta con que ésta sea consciente y abandone, al menos formalmente, toda relación con el puesto de trabajo que desempeñaba en una agencia de comunicación que vela por la buena imagen de Marruecos. Todo ello no basta a los ojos de unos ciudadanos para los que la lealtad a los intereses españoles de cualquier actuación suya, y en relación con asuntos que afecten a Marruecos, debe quedar libre de toda sospecha.

Tanto a usted como a su mujer marroquí le van a llegar toques de todos los «lobbies» y sectores alauítas, disfrazados en su mayoría de «acciones para estrechar lazos de amistad» ¡ojo con eso!, no se confíe Sr. Arístegui, no caiga en las probables  trampas que le van a interponer en su camino, que acostumbrados estamos al «modus operandi» de nuestros vecinos marroquíes.

La información que codician no solo la podrían obtener por lo que usted o su mujer pudieran llegar a decir, sino también por lo que pudieran callar, viajar, leer, responder, aplaudir, comprar, vender, etc. Ustedes mismos van a constituir el «chivato portátil» que pondrá sobre aviso a los servicios de información marroquíes sobre multitud de cuestiones que, a simple vista y tratándose de cualquier otro, no tendrían un efecto negativo para la acción política española pero que, en su caso, la tienen. A la cabeza de esa acción política debemos situar el compromiso de España con el cumplimiento de los Derechos Humanos en su plenitud y a renglón seguido lo demás, llámese intereses económicos, sociales, culturales, etc.

Hemos seguido sus opiniones sobre el Sáhara a lo largo de estos años, y a los que conocemos el tema en profundidad y tenemos criterio nos preocupa sobremanera que continúe usted por esos derroteros en los que recurre falazmente a la repetida y viciada expresión «neutralidad activa». Esta expresión aplicada al problema del Sáhara es una burla, una tremenda burla al Derecho Internacional y a los Derechos Humanos y si no se quiere usted dar cuenta, debería. Cuando un Estado incurre en una ilegalidad flagrante («invasión del territorio saharaui por parte de Marruecos y la represión feroz para consolidarla»), cuando todas las resoluciones de la ONU aprueban el derecho de la autodeterminación, y cuando las dos partes en litigio ya acordaron hace años que para ello celebrarán una consulta popular, no es admisible que usted repita una y otra vez que «las dos partes deben llegar a un acuerdo».

El acuerdo ya existe: el plan de paz de 1991 que reconoce la autodeterminación y el referéndum. Cualquier cosa que España haga desde ese momento y en virtud de una «neutralidad activa» solo debe estar encaminada a cumplir lo firmado. Cualquier otra excusa es inadmisible en un Estado de Derecho.

Por lo tanto, sin perder la esperanza en su rectitud y en su compromiso con los ciudadanos que le han votado, le pido que esté ojo avizor, que su actitud hacia el conflicto del Sáhara sea siempre e inequívocamente fiel a los principios éticos y a la voluntad del pueblo saharaui, que España siempre ha defendido oficialmente, exigiendo a Marruecos que respete los Derechos Humanos, las resoluciones de la ONU y las leyes internacionales, y que nunca un solo ciudadano español pueda sospechar que sus relaciones de amistad y vínculos familiares con Marruecos se traducen en una nueva traición para el pueblo saharaui. De usted va a depender su parte mientras que por  la nuestra, no le quepa duda, le observaremos con denuedo y denunciaremos cualquier atisbo sospechoso.