Mi Columna
Eugenio Pordomingo (12/4/2011)eugenio-pordomingo
Políticos (la mayoría), banqueros (todos), grandes empresarios y ejecutivos (casi la totalidad) y sindicalistas (sobre todo los gerifaltes de UGT y CC. OO.), vienen laborando cual hormigas para que la «moderación salarial», o sea, la rebaja abusiva, unilateral, provocadora  y obscena de salarios se implante sin la menor protesta, sin disgusto alguno; como algo imprescindible y absolutamente necesario para salir de la crisis. A políticos, banqueros, grandes empresarios, ejecutivos  y sindicalistas, hay que sumar el trabajo subliminal, de zapa, que ejerce más de un ´tertuliano´ (periodista que cobra un pastón por exponer en radio o televisión lo que una hora antes ha buscado en internet).

¡Ah!, se me olvidaba. A se coro de plañideras que abogan por la «moderación salarial» no podían faltar los economistas, cuyas  soluciones, quejas y recetas se producen después de acontecido el tsunami.

Todos ellos, en unión, y en perfecta sintonía, se dedican a enviar mensajes, defendiendo las «bondades» de la «moderación salarial», con la intención de que calen en nuestro cerebelo, para que así lleguemos a creernos que la reducción salarial es necesaria y urgente si queremos salir de la crisis. Mientras, ellos son incapaces de acometer el más mínimo gesto de solidaridad con los millones de parados, millones de ´mileruristas´, millones de pensionistas congelados y mies de funcionarios y contratados laborales  a los que se les ha reducido el sueldo sin esperar a los nuevos presupuestos. Un ejemplo, el de los europarlamentarios, que han votado en contra de bajarse el sueldo, las dietas y de seguir volando en clase VIP. Otro tanto se puede decir de los beneficios de la banca, de los bonus de consejeros delegados y ejecutivos, y de…

Ayer, la compañía de recursos humanos Michael Page ha publicado un estudio en el que se recoge una realidad latente y conocida, pero poco expuesta, y es que los españoles cobran un 40 por ciento menos que la media de nuestros paisanos europeos. Tan solo griegos, portugueses y polacos cobran menos que nosotros.

Según ese estudio, el salario medio de los españoles es de 22.000 euros anuales, mientras que el de la Unión Europea se aproxima a los 35.000 euros; o sea, que los españoles percibimos 13.000 euros de media menos al año, un 40 por ciento de diferencia.

El efecto de esos datos se palpa, se plasma y se hace evidente en la calle, en los hogares, en los juzgados, en los bancos y cajas de ahorro y, por supuesto, en el consumo y la salud, la física y la psíquica. Los culpables no son los de a pie. O, quizás, sí, por su tolerancia, sumisión, incapacidad de crítica, de protesta y de organización.

Se habla de la corrupción, pero siempre se disculpa o se soslaya la que anida en el partido político al que estamos afiliados, por el que sentimos simpatía  o al que votamos cada cuatro años, mientras se airea, se propala, se reprueba y se fustiga la corrupción que acontece en la otra orilla. Y así nos luce el pelo.

Más de cien imputados por distintas causas se presentan a las elecciones autonómicas y municipales de mayo de este año. Algo, que no parece llamar la atención ni preocupar a nadie.

La realidad de esta España nuestra es muy negra. Ya no somos ni ciudadanos; somos, simplemente, unidades de producción y consumidores. Unos más que otros; y otros, ni producen -no les dan la oportunidad-, ni pueden consumir.

En España hay más de 8 millones de personas, aproximadamente, 2.150.000 hogares, que viven en la pobreza. Esta cifra representa más del 20 por ciento de la población. La denominada pobreza  severa afecta a casi dos millones de personas, unos 300.000 hogares. Las cifras son escalofriantes: 4 de cada 10 pobres es menor de 25 años. 6 de cada 10 pobres extremos tiene menos de 25 años.  En la tasa de pobreza somos casi líderes, solo nos sobrepasan Grecia  y Portugal.

¡Que no nos hablen más de «moderación salarial»!