albert-montagutJosé Manuel G. Torga (29/1/2009)

“Fe de errores. Una historia de periodistas”, de Albert Montagut, ha sido presentado en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid, ante una amplia concurrencia.

 Oficiaron de padrinos, es decir de presentadores, el presidente de la misma Asociación, Fernando González Urbaneja y el presidente de la Agencia Efe, Alex Grijelmo. Cumpliendo su papel hicieron, al alimón, la laudatio de la obra.

 

Coincidieron, y no les faltaba razón, en el interés del libro para cuantos se interesan por el universo del Periodismo, con sus atractivos y sus problemas.

 

Otro mérito, resaltado durante el acto, estriba en el reconocimiento por el autor de algunos fallos profesionales, que cualquiera ha tenido en su trayectoria profesional; pero lo excepcional está en no callarlos. Aquí, incluso resulta bastante exagerado, al elevar la confesión al mismísimo título, cuando la proporción de los fallos, en el conjunto de la labor realizada, queda muy exigua.

 

Urbaneja dudaba a la hora de clasificar el libro, en el que predomina el testimonio biográfico-profesional.

 

A Grijelmo, sin duda el ritmo trepidante de la agencia Efe, no le permitió recordar precedentes para el planteamiento del enfoque de Montagut. Sin tener que remontarse a Julio Nombela (“Impresiones y recuerdos”), ahí está “Mi medios siglo se confiesa a medias”, de César González Ruano; los dos tomos de Eduardo Haro Teglen; “Caso cerrado”, de Eugenio Suárez, que creó y perdió “El Caso” y su cadena de revistas; y, aún más cerca, José Luis Gutiérrez, con sus “Días de papel” o Enrique Meneses, autor de “Hasta aquí hemos llegado”, años después de “Escrito en carne”. Por descontado que cada autor tiene su perspectiva y su estilo; pero esos y otros títulos responden a materiales con algo en común.

 

En el propio acto de presentación, cuando quién firma este comentario preguntó al autor del libro recién aparecido, por su condición de director del diario “Adn”, sobre la presunta dificultad de la Prensa gratuita para lograr calidad informativa, dado su carácter preponderante de soporte para la venta de publicidad, Albert  Montagut no quiso hablar sobre ese tipo de periódicos como conjunto, ciñéndose a defender el suyo.

 

Fácil lectura

Y, vamos ya con el libro, leído al ritmo que uno solamente logra cuando puede seguir lo que se cuenta sin que decaiga la atención suscitada.

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Montagut asume una directriz de Martí Gómez: “Ir a los sitios es el único camino por donde avanzar en periodismo”. Evidentemente eso es así, sobre todo cuando significa buscar más allá de las convocatorias mostrencas de las ruedas de Prensa. Sin embargo la evolución de los hechos requiere subir el diapasón  porque la carrera va en sentido contrario. A finales del 2008, “El Mundo” publicaba que el diario digital californiano “Pasadena Now” había sustituido a cinco reporteros locales por colegas, en la India, que desempeñaran sus funciones.

 

La trayectoria profesional de Albert Montagut destaca por la variedad de medios y de cometidos. Estos últimos van desde lo más modesto a lo más relevante. Ha dejado rastro en “Catalunya Express”, “Mundo Diario”, “El Periódico de Catalunya” (cuatro etapas), “El País”, “El Mundo” y “El Mundo de Catalunya”, hasta recalar en “Adn”. Remarca su ilusión por ser corresponsal en Estados Unidos, algo que logra en los años de trabajo en “El País”. Cuando renuncia, deja entrever su descontento y, sin embargo, evita concretar el problema. Algún sector de lectores lo echará de menos.

 

Escribe con mayor desenvoltura sobre su experiencia de “El Mundo”, sin eludir el pasaje del vídeo de Pedro J., aunque ateniéndose, básicamente, a la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid. O sea, amarrando mucho.

 

Notas varias

Al hilo de su carrera profesional, Montagut esboza asuntos singulares, que ha seguido, como el caso Banca Catalana y más tarde, la corrupción de Lluis Pascual Estevill. Además, otros muchos, siempre con ritmo ágil y con asepsia.

 

Sorprende la frialdad con la que se registra el bombardeo estadounidense del barrio del Chorrillo, en la capital panameña, con miles de víctimas civiles, bajo un lema oficial tan gratuito como abusivo: operación Causa Justa.

 

Una anécdota simpática  está recogida en otro lugar, transcribiendo una frase oída a Aznar en relación con los nacionalismos: “A mí, mis mojones, no me los toca nadie”. Era su tono campechano y ruralista, antes de necesitar a Jordi Pujol para gobernar después.

 

Montagut deja caer, por otro lado, la sospecha existente sobre bandas organizadas detrás de algunos anuncios de prostitución en periódicos. Precisa que “Adn” no acepta ese tipo de publicidad.

 

El buenismo, como ahora se dice –antes el término en uso era angelismo-  invade las páginas de “Fe de errores”, editado por Temas de Hoy, cuando habla de colegas. Todos reciben epítetos elogiosos. Eso quita mordiente. Sin llegar al contraste extremado que utilizaba Umbral, combinando la rosa y el látigo, las tonalidades y  los contrastes vienen exigidos por la realidad misma. Lo que ocurre, en ese sentido, es comprensible por otro lado. Albert Montagut está en el mercado profesional y opta ahí por las Relaciones Públicas. Probablemente cuente además un carácter amable. Ahora bien un, aderezo de sal y pimienta va mejor, para muchas viandas, que la miel.

 

Por encima de cualquier claroscuro, “Fe de errores” constituye una exposición clara de vivencias periodísticas, bien seleccionadas y analizadas con criterio. Contagia pasión por la cara excelsa del medallón periodístico. La cara canalla no está a la vista. Ese sería otro libro y el autor es muy libre de elegir como ha hecho el suyo. En definitiva, el balance de “Fe de errores” no es un error. Es un acierto.