Economía/Política
Juan Torres López (5/10/2012)

Mariano Rajoy, junto al presidente del Consejo de Ministros de Italia, Mario Monti. Foto La Moncloa
Mariano Rajoy, junto al presidente del Consejo de Ministros de Italia, Mario Monti. Foto La Moncloa

Las evidencias son cada vez más abrumadoras. La aplicación de recortes presupuestarios en toda Europa, y especialmente en los países que ya se han encontrado o se encuentran en recesión, empeora su situación económica.

Cuando se reduce el gasto en todos los países al mismo tiempo, no solo disminuye la demanda interior con el fin de que se reduzca el déficit, como se proponen los impulsores de estas políticas. Al mismo tiempo, es inevitable que lo haga también la demanda exterior, las compras al extranjero. Y como la mayoría del comercio exterior de los países europeos se registra entre ellos mismos,  resulta que los recortes iniciales de gasto terminan provocando una caída generalizada, aunque sea desigualmente distribuida, de la actividad económica en toda la economía europea.

De entrada, pues, lo que están consiguiendo las políticas de austeridad europeas es que las diferentes economías se depriman unas a otras. Pero no acaba ahí la cosa.

Los estudios empíricos que se vienen realizando muestran además que los recortes de gasto orientados a reducir el déficit no lo disminuyen finalmente, o lo disminuyen en proporciones muy insignificantes.

La explicación de esto es que el gasto público tiene un efecto llamado multiplicador sobre la renta y la actividad en su conjunto. Cuando, aumenta el gasto público en una determinada cantidad, se crea ingreso (por esa cantidad) para alguien (por ejemplo, para el empresario que ha vendido algo a la administración pública, para el funcionario que cobra su sueldo, etc.). Este alguien, a su vez, ahorrará quizá una parte de ese euro, pero el resto lo gastará; y este gasto se convierte en ingreso de otra persona que, a su vez, ahorrará una parte y volverá a gastar el resto, y así sucesivamente… Por tanto, el efecto final sobre la economía del incremento inicial del gasto público en un euro es de algo más de ese euro y se puede calcular sumando las diferentes cantidades que han ido gastando quienes han participado en ese proceso.

Es una gran ventaja, porque si funciona ese efecto multiplicador, resulta que aumentando el gasto público en una cantidad dada podemos conseguir un aumento final en la renta y en la actividad de mucha mayor cuantía.

Ahora bien, ese efecto multiplicador tiene otro inconveniente: cuando se reduce el gasto también se produce la disminución multiplicada de la renta y de la actividad.

De hecho, la existencia de este efecto multiplicador está produciendo el encadenamiento fatal en el que han caído las políticas europeas. Los recortes de gasto disminuyen el crecimiento de la actividad y finalmente ni siquiera reducen sustancialmente el déficit, lo que lleva a que las autoridades insistan en los recortes de gasto, que vuelven a disminuir la actividad y que hacen aún más difícil reducir el déficit. Todo lo contrario: aumenta la deuda, permitiendo que los bancos vayan saliendo adelante al ir aumentando su negocio.

Un estudio reciente del banco francés Natixis estimó hace poco una los multiplicadores de distintas economías europeas y a partir de ahí dedujo las caídas en la actividad que se producirían si se llevaran a cabo los recortes de gasto previstos por los respectivos gobiernos. Y subrayaba el caso explosivo de España: si el gobierno de Mariano Rajoy aplicara de verdad las medidas que dice que nos conviene y que tiene previstas para reducir el déficit a los límites anunciados, el PIB caería en España un 11,8% (Natixis, Flash Economics,  What growth would really be in France, Spain, Italy, Portugal and Greece if the fiscal deficit targets were to be met, September 4th 2012 – No. 561).

Es evidente, por tanto, que la política europea de recortes generalizados y de imposición de límites al gasto público ahora que tantas economías se encuentran incluso en recesión es sencillamente suicida. No hay manera posible de demostrar las ventajas que eso pueda tener para salir de la crisis ni su conveniencia para mejorar la situación de deuda, desempleo y estancamiento en la que nos encontramos. Todo lo que se dice para defenderlas y justificarlas es una gran mentira para encubrir el sometimiento a los poderes financieros de los políticos que las imponen y los verdaderos objetivos que se persiguen con ellas.

Así lo demuestra la situación mucho más grave en la que se encuentra la economía española.

La teoría económica más reciente también está demostrando que estos multiplicadores son mayores cuando las economías están en recesión, cuando los tipos de interés son muy bajos y cuando hay una gran deuda privada sobre la espalda de empresas y hogares.

Eso es justo lo que viene pasando en España y por eso nuestro multiplicador es bastante elevado que en otros países europeos, lo que significa que los efectos positivos o negativos de las variaciones de gasto público son más acentuadas en nuestra economía.

Si nuestros gobiernos fuesen conscientes de esto y si fuesen libres o desearan realmente defender los intereses generales no aceptarían ni por un minuto más los corsés que nos quieren imponer desde Europa por influencia directa de los grupos de poder económico alemanes porque todo demuestra que no hay posibilidad alguna de que España salga adelante, o ni siquiera de evitar que caigamos en una depresión de años, aplicando este tipo de políticas.

Por eso la actitud de Rajoy, limitándose a reproducir el discurso de la austeridad y solo tratando de evitar lo inevitable es igualmente suicida y, además, algo mucho peor.

El disparate de defender la austeridad como forma de recortar la deuda lo lleva a mantener un engaño igualmente descomunal: afirmar que ésta es el resultado de que España no puede pagarse el Estado de bienestar y que hay que reducir gastos en educación, sanidad, dependencia, etc.

El economista Eduardo Garzón acaba de demostrar que si el Estado español hubiese podido seguir monetizando total o parcialmente su deuda recurriendo a un autentico banco central y, por lo tanto, no pagando intereses o pagando menor cuantía por ellos, la deuda a la que tendría que hacer frente en estos momentos sería aproximadamente del 14% del PIB y no de del 87% actual (Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública).

La deuda pública española no proviene, pues, ni del despilfarro de las administraciones públicas (lo que no significa que no lo haya habido en ocasiones), ni del excesivo gasto en bienestar (estamos muy por debajo del nivel que nos correspondería según nuestro nivel de renta). La genera principalmente la carga de los intereses y, en bastante menor medida, los gastos extraordinarios para hacer frente a la recesión, los de apoyo a la banca y la pérdida de ingresos fiscales por la crisis.

Juan Torres López
Juan Torres López

La conclusión es entonces evidente. La política de entrega de Rajoy a las imposiciones europeas (como la que anteriormente iniciara Rodríguez Zapatero) es suicida porque no va a conseguir reducir la deuda y, además, va a provocar un empeoramiento progresivo del ingreso y el empleo. Pero, además de eso, constituye un verdadero saqueo: en lugar de enfrentarse a los financieros que están hundiendo a España pone a su disposición los servicios públicos, con la falsa excusa de que son muy caros, para que hagan de ellos otro suculento negocio privado.

 N. de la R.
Esta noticia, que también pueden ver en  ´Ganas de Escribir´, se publica con la autorización del catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres López.