obama-21Bernardo Kliksberg (27/3/2009)
Malestar creciente sobre los bonus de los altos ejecutivos.

EL PRESIDENTE OBAMA SE HA caracterizado por su serenidad y calma. La perdió estos días frente a los 168 millones de dólares en bonos pagados a los ejecutivos de la aseguradora AIG con fondos que aporto el Estado para que no quebrara. Fue la segunda vez en breve tiempo en que califico duramente esos comportamientos. Poco antes, reunió a los periodistas. Les refirió que los ejecutivos de las organizaciones financieras de Wall Street –beneficiarias, en su mayoría, de los paquetes de salvataje– habían cobrado, en el 2008, bonos por 18.400 millones de dólares. No ahorró adjetivos: Es el colmo de la irresponsabilidad. Es vergonzoso. «Dick Fuld viajaba a su oficina en helicóptero desde cada una de sus cinco casas. La que más utilizaba tenía 20 habitaciones, ocho dormitorios, piscina y canchas de tenis y de squash». Exigió al sector privado norteamericano que se autoimpusiera moderación, disciplina y sentido de la responsabilidad. No era demagogia. Estaba reflejando la ira masiva de la ciudadanía ante esta cultura corporativa.

Poco antes, Dick Fuld, presidente de Lehman Brothers, compareció ante el Congreso. Llevó a la quiebra a un banco de 150 años. Cobro 255,9 millones de dólares de 1998 a 2007. Nicholas Kristof destacó en «The New York Times» que percibía 17.000 dólares por hora. Dos mil veces más que el sueldo mínimo, de 8,25 dólares. La revista «New Yorker» refirió que viajaba a su oficina en helicóptero desde cada una de sus cinco casas. La que más utilizaba tenía 20 habitaciones, ocho dormitorios, piscina y canchas de tenis y de squash. En la interpelación que le hizo el Congreso, el Representante Waxman le preguntó: ¿Es esto juego limpio?

50 VECES EL PRECIO DE BUSINESS
«No hay ninguna razón por la que los contribuyentes americanos que trabajan duro deban financiar las compensaciones de los ejecutivos corporativos». Los tres presidentes de las mayores empresas automovilísticas fueron interpelados en el Congreso por su pedido de ayudas extraordinarias. La primera pregunta no fue financiera, sino muy práctica: en qué habían llegado de Detroit a Washington DC. Lo habían hecho en sus jets privados. Un viaje que costaba 50 veces el precio de un pasaje business.

El despido del presidente de Merrill Lynch, John Thain, causó sensación. El procurador general de Nueva York, Andrew Cuomo, abrió investigaciones para saber por qué a pesar de que la empresa había sido vendida a otra había hecho en el último momento pagos adelantados de bonos por 4.000 millones de dólares. Mientras recortaba puestos en la empresa, hizo redecorar su oficina por valor de 1.200.000 dólares. Ello incluyó desde una cómoda de 35.000 dólares y un par de sillones de 87.000 hasta un cesto de 1.500 dólares. Las historias continúan.

LOS PARACAÍDAS DE OROaig1
«El estadounidense promedio considera que los CEO de las grandes corporaciones deberían ganar un 98,57 por ciento menos». Los norteamericanos protestan por las disparidades más entre los altísimos ingresos de los ejecutivos y su pobrísima performance, y las groseras brechas entre esos ingresos y los sueldos promedios de la economía. También se quejan por los paracaídas de oro, las indemnizaciones multimillonarias que se fijaron en caso de despido.

Consideraciones básicas  -no ya sólo morales, sino también pragmáticas- les exigían otro comportamiento. ¿Qué ocurrió?

Entre otras causas la combinación de lo que Obama llamó codicia desenfrenada, la altísima concentración de poder, la desregulación salvaje y la sensación de impunidad, incidieron en su casi total pérdida de la noción de la realidad.

DAÑOS INCALCULABLES
Los daños para el ciudadano medio fueron incalculables. Entre otras, la senadora Claire McCaskill afirmó: «Los ejecutivos de Wall Street estuvieron echando arena a la cara de los contribuyentes». El senador Dodd planteo: No hay absolutamente ninguna razón por la que los contribuyentes americanos que trabajan duro deban financiar directa o indirectamente las excesivas compensaciones de los ejecutivos corporativos, cuyas decisiones, en muchos casos, perjudicaron fuertemente sus empresas y debilitaron toda la economía.

Según una encuesta en «Newsweek», el estadounidense promedio considera que los CEO de las grandes corporaciones deberían ganar un 98,57 por ciento menos de lo que están cobrando.

QUE DEVUELVAN LOS BONUS
«The New York Times» pregunta: «Es difícil ver enojado al presidente Obama, pero tenía sus razones»¿Deben los ejecutivos retener sus suculentas remuneraciones cuando las ganancias que generaron sus compensaciones se han esfumado?. En el Congreso se está pidiendo el reintegro de los bonos pagados a los ejecutivos de compañías que colapsaron. Amy Borrus (subdirectora del Consejo de Inversores Institucionales) señala: «Los paquetes de pago pobremente estructurados estimularon la mentalidad de enriquecimiento rápido y conductas de riesgo extremo, que han ayudado a poner de rodillas a los mercados financieros y han eliminado las ganancias de muchísimas empresas. Y aun así muchos de esos ejecutivos se han quedado con enormes compensaciones».

Hay una enseñanza adicional de fondo, subyacente, que hoy resuena fuertemente en Estados Unidos y en todo el mundo desarrollado y que tiene que plantearse América latina, con tanta necesidad de optimizar sus recursos escasos frente a la crisis que crece, más de 200 millones de pobres y la mayor desigualdad de todas las regiones.

Corresponde revisar preguntas, como: ¿cuál es la formación ética que se da en los programas de preparación de altos ejecutivos? ¿Cómo se los capacita para usar con responsabilidad colectiva los instrumentos estratégicos de alta gerencia que se les entregan y qué mensaje se les transmite respecto a la misión del ejecutivo en la sociedad?

Es difícil ver enojado bernardo-kliksbergal Presidente Obama, pero tenía sus razones.

N. de la R.
Bernardo Kliksberg es experto en la lucha contra la pobreza y asesor principal del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de América Latina y el Caribe. Es autor de 40 libros. El más reciente, escrito con el premio Nobel, Amartya Sen, «Primero la gente» (Planeta/Deusto). Ha asesorado a más de 30 países en alta gestión, incluyendo a diversos presidentes y a numerosas organizaciones públicas de la sociedad civil y empresariales.
Este artículo se publica gracias a la gentileza del aitor y de Safe Democracy.

No hay etiquetas para esta entrada.