Guinea Ecuatorial
José Manuel G. Torga (25/7/2011)

Coronel Diego Camacho y José Manuel González Torga
Coronel Diego Camacho y José Manuel González Torga

En la biografía del coronel Diego Camacho quedan hermanadas las Armas y las Letras. Así lo avalan 33 años en las Fuerzas Armadas, la licenciatura en Ciencias Políticas con un master añadido, actividades docentes en varios países, y una labor como escritor. Es un  hombre de acción con formación académica. Oficial de tropas nómadas, en el desierto, y también de los «boinas verdes». Otra  mitad de su vida militar transcurrió en los servicios de Inteligencia; ha vivido, a fondo, la cara y la cruz de los mismos.

Una conversación abierta con él ofrece interés, aún cuando podamos suponer que, si toca temas sensibles, evitará rutas minadas.

P.- Para empezar por el principio, al abrir el diálogo ¿cómo es fichado un militar para los servicios de Inteligencia?
R.-
   Normalmente un militar o un civil, yo creo que son fichados de manera similar. En el ochenta por ciento de los casos por cooptación; es decir, una persona que ya trabaja en los servicios secretos, si considera que alguien a quien conoce, tiene las condiciones adecuadas para entrar en los servicios de Inteligencia, entonces habla con él  y, después de un acuerdo por parte de la persona a proponer, pasará a hacer una serie de pruebas dentro del servicio con otras personas que no conoce; si las pruebas  dan un resultado positivo, será reclutado, con los deberes y los derechos que tiene un agente.

Un perfil del Agente
P.- Fundamentalmente ¿cuáles son esas cualidades requeridas?
R.-
 En principio, deben estar de acuerdo con la Constitución, que es la piedra angular en la que se debe basar la lealtad de un agente secreto y, a partir de esa lealtad a la Constitución, ya son las normales que debe tener cualquier funcionario público, pero en el caso de un servicio de Inteligencia deberán aparecer en su grado óptimo. Podríamos señalar la capacidad de trabajo, un espíritu abierto, capacidad de análisis flexible, autocrítica, acendrado espíritu de servicio, espíritu de sacrificio, saber trabajar en equipo y sólo,  no tener tampoco horario, es decir, ser una persona disponible las veinticuatro horas del día. A partir de eso, estar dispuesto a ir destinado a cualquier parte de España o del mundo.

P.- ¿Hay alguna aproximación entre el  «guerrillero» u otro  tipo de tropas a las que has pertenecido y la actuación del espía?
R.-
 Depende de la misión, en cualquier servicio de Inteligencia existen las unidades operativas que ejecutan misiones de inteligencia operativa y que disponen de una serie de equipos para alcanzar su objetivo y, también encontramos al analista de Inteligencia que es quien lee los informes y a su vez los elabora y hace recomendaciones. Hay, por tanto, acciones de un sentido activo-operativo y otras de un sentido pasivo-analítico. La idiosincrasia de la Escuela de Operaciones Especiales del Ejército, es la que impregna las  acciones operativas. Para darte un ejemplo, en mi época,  todos los oficiales, pertenecientes al Ejército que estábamos en unidades operativas, éramos diplomados de Operaciones Especiales.

P.- ¿Tú has estado, en distintas épocas, en los dos tipos de tareas?
R.- 
 Sí, en principio estuve destinado en las unidades operativas; y después ya, estuve destinado en cuatro países. Cuando estás destacado en un país extranjero, tienes que hacer las dos funciones: tienes que ser un agente de adquisición, salir del despacho para enterarte de las cosas y, por otra  parte, tienes que elaborar informes.

P.- Dentro del organismo español de Inteligencia ¿se pasa por una fase             preliminar de aprendizaje o de adaptación a las técnicas propias de La Casa?
R. –
 Sí, existe un curso nada más entrar, con una duración aproximada de seis meses. Era dirigido sobre todo al analista; y después había un Curso de Técnicas Operativas para misiones especiales, que duraba alrededor de un año. Depende de lo que tú fueras a hacer, realizabas un curso u otro. Yo, tuve la suerte de hacer los dos a la vez.

Servidores del Estado y espías contratados
La literatura del espionaje español no ha desarrollado unos mitos  nominales como los que lucen Inglaterra, Estados Unidos o Rusia. No obstante disponemos de figuras tan legendarias como la del aventurero Domingo Badía, transformado en Alí Bey; o, entre los militares de Inteligencia, José Ungría, o Gustavo Villapalos (padre).

P.- ¿Puede haber -sigo preguntándole a Diego Camacho López-Escobar-  una moral del espía; o, en principio, la acción del espía se plantea como amoral?
R.-
Vamos a ver, la moral del «espía» cuando se trata de un español, es la misma que la de un funcionario: su lealtad al Estado. Pero si el «espía» es una persona que se contrata y colabora con un servicio de Inteligencia, a cambio de  una remuneración, la motivación es evidentemente diferente.

P.- Pero, en definitiva,  el Estado siempre se plasma en un Gobierno, en una Administración, personificados, a su vez, en unos individuos concretos. ¿A quién se presta realmente la lealtad?
R.-
 La lealtad te obliga hacia tus jefes naturales. A veces se dan  casos límite, como en el 23-F, en el que podías ser leal a tus jefes y no ser leal a la Constitución. Lo que estamos viviendo ahora en España con el «Caso Faisán», y la colaboración con la banda terrorista ETA. Ahí está la grandeza y la servidumbre de un funcionario que actúa al servicio del Estado en temas de Seguridad. Es decir, llega un momento en el que el Rubicón pasa por delante de ti y puedes cruzarlo o puedes detenerte y no atreverte a cruzarlo.

P.- Bien, si te parece, pasamos…
R.-
 Antes querría recalcar que como te he dicho al principio, la lealtad  básica de un funcionario de Inteligencia debe residir en su respeto a la Constitución. Si el Gobierno al que sirve no tiene ese respeto a la Constitución, ese funcionario se encuentra con un grave problema que tiene que resolver individualmente.

Primeros pasos en Guinea Ecuatorial
P.- Pasamos ya a hablar de tus primeras armas cuando fuiste destinado a Guinea Ecuatorial. ¿Qué supuso para ti entrar, con las correspondientes misiones que llevabas,  en ese país?
R.-
Guinea Ecuatorial supuso mi primera experiencia en el extranjero. Sobre la cultura guineana y su realidad política tenía muy poco conocimiento y, cuando te enfrentas a lo ignoto y tú mismo reconoces lo poco preparado que estás, vas con mucho cuidado. Luego, poco a poco te vas abriendo paso en el conocimiento de las cosas y vas comprendiendo determinadas situaciones. Lo que me sorprendiadolfo-suarez-y-felipe-gonzalezó nada más llegar allí, fueron dos cosas. La primera, que la política de cooperación, que planificó el Gobierno Suárez cuestionaba el modelo que Francia aplicaba en el África francófona. Por lo tanto,  éramos vistos como una amenaza por los franceses, ya que, si el modelo español, menos intervencionista y más próximo  llegaba a  triunfar, todo el andamiaje postcolonial que había planteado Francia en el África subsahariana, en poco tiempo podía venirse abajo. Esa fue la primera sorpresa que me llevé. Después, desgraciadamente, esa formulación no pasó de ser una formulación teórica, que no se llevó a la práctica.

P.- ¿Cuál fue la segunda sorpresa?
R.-
 Siendo España la antigua metrópoli de Guinea, donde acababa de dar un golpe de Estado Teodoro Obiang que estaba  solicitando respaldo de España, que los gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo y de Felipe González no fueran capaces de orientar hacia un camino democrático a los responsables de la rebelión que eran políticamente muy débiles y que hubieran aceptado, en aquellos momentos,  lo que se les hubiera puesto encima de la mesa. En lugar de escoger el camino de reconducir el golpe de Estado hacia unas vías de pacificación de toda la sociedad guineana, se respaldó a la clase dominante, que en el caso de Guinea coincide con un clan, Mongomo,  perteneciente a la tribu fang y dejar que el resto de la sociedad de  Guinea fuera de segunda o de tercera categoría. Hay varias etnias diferentes  y, precisamente el camino hacia la libertad pasa por evitar el tribalismo. Eso es lo que no se hizo. Bien es cierto que, a cambio, esas autoridades guineanas fueron enormemente generosas con las autoridades de los dos partidos españoles que ocuparon el poder. Esa ocasión perdida por España hizo que Francia se frotara las manos y aprovechara nuestra debilidad para ir  situándose en Guinea Ecuatorial e, incluso, para orientar la moneda del país, hacia el franco Cfa.

Modelos postcoloniales
P.- ¿En qué estribaban, básicamente, las diferencias que apuntas entre los modelos postcoloniales español y francés?
R.-  
La diferencia fundamental estriba en que el modelo francés, en los países de la francofonía, implica que detrás de cada decisión importante se  cuenta con  un despacho que está al lado del  oficial -aunque aparentemente no se note- en el que entra el nativo a preguntar qué se hace; allí hay un francés que dice cual debe ser la decisión que hay que tomar. El modelo francés es un neocolonialismo que se orienta hacia una tutela política y administrativa total y absoluta, aunque adornado todo de una apariencia de independencia y de constitucionalidad. Por parte de España, el modelo era llegar a ese asesoramiento, pero, de modo que, en último término, fuera un guineano el que tomara la decisión, no un español. Que el español estuviera allí únicamente como asesor, para informar al guineano de que una medida pudiera tener determinadas consecuencias o representar ciertos peligros; pero, en definitiva, sería el guineano quien optara y decidiera.

P.-  ¿En el tiempo que estuviste sobre el terreno, consideras que se defendían convenientemente los intereses de España?
R. –
 Convenientemente, no, porque uno de  los problemas grandes  que tenía España en Guinea, en aquella época, era la Cooperación, muy numerosa,  mal dirigida y peor coordinada. ¿Por qué digo esto? Porque llegó un momento en que perpetuar la Cooperación era el objetivo principal. El alargar la misión se convertía para los que iban allí,  en una especie de «modus operandi». No se iba, realmente, a hacer un juicio crítico, pormenorizado, de los avances o de la situación de los proyectos, sino que se hacían unos informes de los proyectos para que todo apareciera como maravilloso. Era una cooperación que, en su misma perdurabilidad, estribaba el fin de la misma, cuando el fin de la cooperación eficaz es que revierta en las personas hacia las que va dirigida.

Infiltración y corrupción
P.- ¿Con  qué capacidad de maniobra contabas, dentro de tus funciones, ante la corrupción percibida en las relaciones de España con Guinea Ecuatorial?
R.-
 La situación era muy difícil. En el tiempo que estuve, tengo que hacer mención a una persona, ya desaparecida, que fue el Encargado de Negocios, Norberto Ferrer, quien quedó al frente de la Embajada durante la  crisis que hubo a consecuencia del intento golpe de Estado del sargento Micó. El Encargado de Negocios tenía un cúmulo de virtudes profesionales, en lo que se refiere al manejo de las relaciones bilaterales, pese a que estaba continuamente torpedeado por la corrupción existente, de tal forma que había personas dentro de la Cooperación, incluso algunas vinculadas a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Seguridad, que le pasaban información a los guineanos sobre la situación interna de la Embajada. Nosotros estábamos, en Guinea Ecuatorial, mucho más infiltrados por la acción de la otra «potencia» de  lo que, por nuestra parte,  llegábamos a influir sobre los guineanos. Esto se debía  al comportamiento de  bastantes  cooperantes y al  Gobierno que dejaba hacer.

P.- ¿Qué otros servicios de inteligencia operaban por  entonces, de forma destacada, en Guinea Ecuatorial?
R.-
En Guinea Ecuatorial operaban, con carácter destacado, los cubanos por ejemplo; pero estaban, a su vez, los norteamericanos, los franceses, los chinos  y los marroquíes. Y después teníamos, como cercanos a Guinea Ecuatorial, a vecinos, como Gabón y Camerún; cuando hablamos de Gabón y Camerún estamos hablando también de Francia.

felipe-gonzalez-y-teodoro-obiangP.- Los chinos  debieron de pasar, allí,  por  etapas con distinta significación…
R.-
Claro, los chinos y también los rusos. Los rusos estuvieron a punto de instalar una base de submarinos nucleares en la costa continental. Los chinos tenían muy buen cartel porque llevaron a muchos trabajadores   que llegaban a Guinea para hacer carreteras y, a lo mejor, se tiraban cuatro, cinco o seis años sin salir de la carretera; trabajaban, vivían, comían y dormían al pié de la obra de la carretera. Era una especie de  campo de concentración en Guinea Ecuatorial.

Balance de la etapa
P.- ¿Qué balance harías, como síntesis, de esta primera etapa tuya dentro del CESID?
R.- 
Las experiencias fueron variadas. En primer lugar, pude comprender cómo se movía la cooperación europea en países que habían sido colonias. España intenta salirse de ese modelo y se atrae la animosidad de Francia; bien que  una animosidad soterrada y que, por ciertos  canales, consigue sus fines.  Después, la realidad me descubrió la debilidad endémica de una política exterior española cuando tiene suficientes argumentos para pelear por ellos. En lugar de hacerlo, cae bajo la tutela de otros países que como Francia se preocupa de sus propios intereses. En definitiva, lo que se logra  es debilitar nuestro prestigio internacional. España al respaldar a un  dictador militar como Obiang que además es un reconocido violador  de los derechos humanos, queda en evidencia.
Algunos gobernantes españoles, sin duda, han obtenido beneficios en sus cuentas corrientes; pero la imagen de España ante el pueblo guineano, está bajo mínimos. Desde luego tiene, como país colonizador, una responsabilidad con su antigua colonia. El que un guineano no pueda ser libre en su país, constituye un baldón para nuestra responsabilidad histórica. Bajo ese criterio se firmó el Tratado de Berlín de 1885 y sucesivos tratados que ha habido  sobre colonias, mandatos o protectorados, para que el país protegido pudiera llegar a unos niveles asequibles de libertad, organización y bienestar.

P.- ¿Consideras conveniente decir algo más sobre tu etapa guineana?
R.- 
Yo remacharía un poco, la necesidad de superar la diferencia entre las distintas etnias que existen en Guinea Ecuatorial, un país muy pequeño y con muy pocos habitantes. Es la «conditio sine qua non» para resolver los problemas que tiene. Evidentemente, esa solución no puede venir de la mano del tribalismo, tiene que venir de crear un proyecto en común. El punto de partida ha de ser igual para un bubi que para un fang, que para un playero, que para un ndowe…