España
Cordura (8/9/2011)ppsoe
«En los grandes asuntos de España se necesita tener la conformidad básica de los dos grandes partidos de este país. [Si gana las elecciones, Rajoy ofrecerá] grandes pactos en los grandes asuntos del país al primer partido de la oposición.»
(María Dolores de Cospedal)

A principios de agosto, el populista presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, se mostraba abiertamente partidario de un gobierno de coalición de PP y PSOE. Viniendo de él, y a pesar de que apelaba a la unidad para hacer frente a la crisis, podía sonarnos a puro chascarrillo, a puyacín contra Zapatero, a que le tocaba un día «patriótico» de los suyos, o a simple maniobra de distracción.

Sin embargo, nueve días después Bono insistía en la misma propuesta, añadiendo esta vez que «no hay diferencias insalvables entre los programas del PSOE y el PP» (algo muy sensato si exceptuamos el «ya»). «Desde mi puesto me he fijado bien», enfatizaba en alusión a su cargo, como si esas similitudes no se vieran a una legua.

Esa reiteración no nos pasó inadvertida.

Pasaron otros nueve días y el cadáver político Zapatero, todavía presidente del gobierno español, anunciaba una reforma constitucional tras ponerse de acuerdo con Rajoy, líder del Partido Popular y previsible nuevo presidente desde el próximo 20 de noviembre. Por fin, tras siete años y pico años tirándose los trastos a la cabeza, las dos alas del partido-régimen escenificaban un pacto en algo relevante. Era lo que sus adversarios conocerían como el «reformazo» que clausura constitucionalmente el estado del bienestar. ¿Había comenzado ya la «coalición» propuesta por Bono? (Ver, por cierto, el precedente de Javier Arenas unos meses antes).

Puede, pero lo cierto es que la campaña electorera continuó y, antes de dos semanas, se puso de moda entre las dos facciones del régimen la palabra ‘motosierra’. José Blanco, en alusión a los recortes sociales de María Dolores de Cospedal como nueva presidenta de Castilla-La Mancha, echó mano de su tono sentencioso para proclamar que «el PP ha sacado la motosierra». No tardó en replicarle la gélida «Cospe» asegurando que «el Partido Socialista Obrero Español es la motosierra del estado del bienestar». [Nótese que por una vez ambos grupos decían la verdad, hito histórico que nos preguntamos cuándo se repetirá.]

Pero tan sólo dos días después, con el «reformazo» ya encarrilado y casi ultimado (pendiente sólo de la segura aprobación en la «cámara alta»), surgió de nuevo la voz de Cospedal, que es asimismo la secretaria general del PP y una reciente bilderberger con la lección muy bien aprendida. En un tono que sonaba mucho más conciliador, efectuaba el anuncio que encabeza estas líneas. Sus palabras quizá no remiten a un gobierno de coalición stricto sensu, pero sí a «»grandes pactos» en el ámbito económico, en política exterior, en política territorial, en el ámbito de la justicia, en educación o en «nuestra estructura territorial»», según recogía el diario ABC. O sea, en todo.

Estamos hablando, cuidado, de los líderes del mismo partido que durante estos años de gobierno del PSOE se han caracterizado por el sistemático «NO» a (casi) cualquier medida de éste en todos los ámbitos señalados, fuera buena, mala o regular. Y del mismo partido que desde el comienzo de la crisis económica inducida apenas ha hecho otra cosa que contribuir a agudizarla con sus declaraciones catastrofistas y profundamente antipatrióticas. ¿Por qué de pronto sus dirigentes parecen cambiar el discurso como de la noche al día?

No, no se han vuelto patriotas de golpe. Que la avenencia de fondo se haga ahora más visible huele a mera conveniencia del PPSOE. En concreto, para su ala psocialista, sobre estas bases:

– El candidato Rubalcaba sabe que no puede ganar las elecciones. Ya no tiene a un Aznar empeñado en hacer la guerra al pueblo iraquí contra viento y marea, ni parece concebible que otro 11-M, aunque ocurriera, pueda sacarle de su pozo electoral. Para empezar, no está en la oposición frente a un gobierno quemado por años de poder, sino que representa a éste. Tampoco será suficiente el (escaso) apoyo que recale entre los partidarios del  movimiento español por la dignidad.

– Los compromisos del PSOE con el Sistema son totales (incluyendo sus conexiones con Bilderberg y la Trilateral), como lo acreditan sus continuas cesiones de todo tipo (ejs.: 1, 2 y 3). Un PSOE en la oposición tendrá un futuro precario (ver) y desde luego sus líderes no caerán en la bendita «tentación» de buscar mejorarlo enfrentándose a la Elite Global; antes bien, buscarán conservar sus vínculos con ella como única garantía de regreso al gobierno en unos años como muy tarde. De ahí, por ejemplo, el «más Europa»  de Rubalcaba. Esto descarta que, a diferencia de lo que ocurriera en la preguerra contra Irak, el ala rubalcabiana del régimen vaya a liderar las protestas contra la política antisocial de Rajoy, cosa que por lo demás no consentiría el grueso del movimiento 15-M.

– Con las convulsiones sociales que previsiblemente traerá la crisis, no es descartable que el propio régimen borbónico-partitocrático se vea conmovido. Este PSOE ha ido ya demasiado lejos en su derechización y sabe que su salvación, caso de producirse, sólo llegará de aferrarse a dicho régimen no menos que al Sistema global. Y, para ello, alcanzar pactos con el gobierno del PP le ofrece más garantías de futuro que recuperar sus (supuestas) señas de identidad socialistas para oponerse rotundamente a las políticas de Rajoy.

En cuanto al ala popular del PPSOE:

– Sus líderes no ignoran que, ya desde el principio, les esperan tiempos duros de gobierno. Tanto la izquierda real como el movimiento 15-M se radicalizarán con ellos en el poder, máxime si se confirma la recesión (o similar) que vienen  anunciando/promoviendo personajes tan ilustres como Christine Lagarde, la gerente del FMI (declaraciones cuyos efectos ya hemos empezado a ver en los desplomes bursátiles).

– Un repentino crash con carácter de shock masivo, como el que auguran algunos banqueros para este mes o el que viene, podría agudizar la crisis de golpe, facilitar nuevos y rápidos «ajustes» antisociales, y dar lugar a una contundente respuesta de los sectores populares afectados. Ante una eventualidad como ésa, el líder del PP podría estar mentalizando a los suyos para un posible gobierno «de concentración» o «de emergencia» (su probable mayoría absoluta no bastaría dada la desconfianza presente hacia nuestro sistema electoral, popularizada por el movimiento 15-M). Sólo ese gabinete de amplia base se aseguraría una «legitimidad» ante la opinión pública pese a la brutal represión policial que se vería «obligado» a desplegar.

En función de este análisis, ya no resultan tan sorprendentes, ni vacías de sentido, las palabras de Bono y Cospedal. Se trataría más bien de ir preparando a la masa electoral para esa posibilidad.

Pero tal horizonte confirma que los representantes del núcleo duro del régimen, como el propio Sistema, están dispuestos a resistir cualquier embate del pueblo por defender sus derechos. Y que, desde ahora mismo, se están pertrechando para ello.

La creciente sintonía entre las distintas ramas del Poder en España es reflejó, a su vez, de la confluencia de los sectores de la Elite a escala planetaria en el camino hacia la tiranía global. Un camino impulsado de manera decisiva con el 11-S, pero que en los últimos meses viene experimentando un nuevo acelerón.

Humanamente hablando, sólo la lucha del pueblo unido podría frenar estos planes. Pero, ¿dónde está ese pueblo?

 N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.