España
Andrés Soliz Rada (15/6//2010)las-malvinas-son-argentinas
BICENTEMARIO DE LOS CONSULADOS BRITANCOS
En las tres primeras décadas del Siglo XIX se fundaron la mayoría de las repúblicas de Indo América. Tal situación fue descrita por el mexicano José Vasconcelos con estas palabras: «Nuestras naciones surgieron a la vida independiente como los restos de un naufragio… cada nación iberoamericana, si se exceptúa el Brasil, aparece como un aborto antes que como un fruto. La madre enferma que era España no tuvo poder para arrojar de tierras y mares a los agentes ingleses que nos urgían a la discordia, y salimos a la vida obligados por el fórceps de la intriga extranjera, antes que el pellejo adquiriera consistencia» (1).

Una de las piezas más pequeñas del naufragio descrito por Vasconcelos es Uruguay, país creado por la diplomacia británica, de lo que hizo alarde el cónsul inglés en el Río de la Plata, Lord Ponsomby, quien escribió al ministro Roxas, en 1828: «El gobierno inglés no consentirá jamás que sólo dos Estados, Brasil y Argentina, sean dueños exclusivos de la América del Sur…».

En carta del mismo año a Lord Dudley añadía: «La Banda Oriental contiene la llave del Plata y de Sud América… debemos perpetuar una división geográfica de Estados que beneficiaría a Inglaterra» (2) El vigoroso pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, en reportaje a Luís Vignolo, dice: «El Uruguay como Estado fue una resolución inglesa. El ‘libertador’ de este país se llama Lord Ponsomby y no José Artigas» (3). En efecto, al producirse la creación de la República Oriental del Uruguay, se invitó a Artigas (cobijado en Paraguay) a retornar a su país, ante cuya proposición respondió: «Ya no tengo Patria», recuerda Luís Tappa, quien sostiene que la creación del Uruguay «fue la mejor movida de esa partida de ajedrez, en la que Inglaterra siguió partiendo en pedazos a la ya recontra partida América del Sur» (4). Otro historiador uruguayo, Washington Reyes Abadie, dice que sería más correcto llamar a su país «Ponsombilandia» (5).

Los ingleses ya podían vanagloriarse de tener otro Gibraltar en la Banda Oriental del Río de la Plata, una nueva «nación» que sirviera de cuña entre Brasil y Argentina y punto de apoyo para futuras ingerencias (6). Este fue el pronóstico que sobre el tema hizo el primer ministro George Canning: «América Latina se independizará de España, pero si hacemos las cosas bien, será inglesa» (7), el que se cumplió sobre todo en el campo de la economía sudamericana.

La penosa historia uruguaya es apenas otra de las exitosas maniobras de Londres para imponer su monopolio marítimo y la apertura de las manufacturas inglesas en nuestros mercados interiores, acompañados del veto a la defensa de la producción propia, susceptible de convertirse en industrias productivas, como planteaba el «Plan de Operaciones». Bolívar, al culminar la gesta de la independencia, aceptó leoninos tratados comerciales a cambio del reconocimiento diplomático, pese a que, en forma previa había llegado a la siguiente conclusión: «Formado el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil» (8).

El otro camino conducía a rechjose-vasconcelos-escritorazar esas exigencias, lo que ponía en riesgo la independencia política de España, cuya monarquía absolutista, con el apoyo militar de la Santa Alianza (al que amenazaba sumarse Gran Bretaña), estaba en condiciones de postergarla indefinidamente. A este dilema se ha denominado «los riesgos del día después» y Bolívar optó por la independencia primero, con la cual pensaba encarar los futuros desafíos. Con ese criterio guardó silencio frente al primer empréstito británico suscrito con la flamante República de Colombia, la cual abarcaba los territorios de Venezuela, Ecuador y Panamá. Creía que esta nación, junto a las de México, Perú y de las Provincias del Río de la Plata, serían después reunidas en una sola nación de naciones, con enorme capacidad defensiva. Sin embargo, como todo nuevo tratado comercial firmado en la región, y eso ocurrió con los suscritos con México, Lima y Buenos Aires, los cónsules ingleses conseguían acentuar la balcanización y lograr rebajas impositivas para manufacturas británicas que causaron las protestas y la envidia de Washington.

Si bien la diplomacia inglesa consideró un error las invasiones militares a Buenos Aires, de 1806 y 1807, debido a que, a juicio de Canning, era preferible concentrarse en las ventajas comerciales, lo anterior no fue óbice para que las ocupaciones territoriales queden descartadas. El 6 de enero de 1833, la armada británica ocupó las islas Malvinas, de las que la República Argentina había tomado posesión soberna, en 1820. Luego de expulsar a los habitantes argentinos, trasladó agricultores de Inglaterra, para plantear ahora un referéndum en el que los descendientes de los ocupantes británicos sean consultados sobre el destino de las islas. Estos hechos tienen plena actualidad.

El primero de diciembre de 2009, entró en vigencia el «Tratado de Lisboa», por el que la Unión Europea incorporó al viejo continente los territorios que detenta en ultramar. Se trata de otra maniobra inglesa para consolidar la ocupación de las Malvinas, para luego explotar el petróleo presuntamente existente en la plataforma marítima.

A los empréstitos de Londres siguieron, entre otras «hazañas», el financiamiento de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y el financiamiento de la Guerra del Pacífico, que enclaustró a Bolivia. Similares tareas cumplió Estados Unidos en Centro América y el Caribe. Una vez destruida la Asamblea Nacional Constituyente de Centroamérica, reunida en Guatemala y convocada por el hondureño José Cecilio del Valle, el 6 de noviembre de 1823, el Tío Sam ya tenía el camino expedito para arrebatar a México la mitad de su territorio, crear la «República de Panamá», a costa de Colombia, y desatar sucesivas invasiones a débiles países, cuyas aduanas acababan siempre en manos gringas, que fiscalizaban el ritmo del saqueo. El «Plan de Operaciones» emerge, hoy en día y al cabo dandres-solize 200 años, como la alternativa destinada a detener tanto oprobio.

En el mismo lugar en el que el «Plan de Operaciones» se detuvo está la necesidad de recuperar el rumbo perdido. La coordinación de políticas de Estados nacionales defensivos sigue siendo el camino que necesitamos recorrer para cambiar nuestro destino.

Notas:
1.- José Vasconcelos: «Breve Historia de México». Compañía editorial «Continente» S.A. Vigésima impresión. Marzo, 1976. pagina 113.
2.- http:uykalipedia.com/historia-uruguay.
3.- Entrevista de Luís Vigñolo a Alberto Methol Ferré (marzo, 17 mdt 2007)
4.- www.uruguayinforme.com/news/24112006/24112006_tappa.php
5.- Citado por Alberto Buela: Bolpress, 26-02-10
6.- Ramos: Ob. Cit. Página 274
7.-Galasso: «Vida de San Martín». Página 240
8.- Ramos: Ob. Cit. 274