Mi Columna
Eugenio Pordomingo (7/7/eugenio2010)
El pasado día 4 de este mes, el general David Petraeus asumió el mando de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán. Lo hizo en un sencillo acto, como corresponde a la austeridad militar, en el Cuartel General atlantista en Kabul. Petraeus sustituye al también general Stanley McChrystal cesado días atrás por el presiente Barack Obama.

Las declaraciones del general Stanley McChrystal  a la revista Rolling Stone han tenido un efecto fulminante como era de esperar. El presidente Obama cesó al general McChrystal como comandante de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán. El motivo han sido las críticas del militar, vertidas en la revista Rolling Stone, contra altos cargos políticos de la Administración Obama.

En una entrevista o correctivo de treinta minutos, Obama ha dejado zanjado el asunto, al menos de momento. Al general cesado le sustituye David Petraeus, hasta ahora responsable militar en Irak.

La revista Rolling Stone, publicó unas declaraciones de McChrystal en las que éste se mostraba muy crítico contra el enviado especial estadounidense para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, al que califica como un «animal herido» y del que afirma que teme hasta leer sus correos electrónicos. Asimismo, arremete contra el embajador estadounidense en  Kabul, Karl Eikenberry, por tener dudas sobre la conveniencia de enviar más tropas a Afganistán. Tampoco se libra de sus críticas el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, James Jones, al que define como un «payaso».

El general McChrystal llevaba un año al mando de las tropas internacionales en Afganistán, tras sustituir al general David McKiernan, que fue cesado por plantear una estrategia militar y política más convencional en ese país, posición que contrastaba con la marcada por la Casa Blanca  y quizás por la influencia de las empresas contratistas.

Nada más producirse el cese de McChrystal, el presidente afgano, Hamid Karzai, ha aprovechado para marcar sus diferencias con Estados Unidos, elogiando de inmediato al militar cesado, afirmando que su sustitución no ayudará a sacar adelante el delicado proceso de paz afgano: «El presidente opina que el general Stanley McChrystal ha sido un gran socio del Gobierno y el pueblo de Afganistán», declaró en rueda de prensa en Kabul el portavoz presidencial, Wahid Omar, al poco de conocer la decisión del presidente Obama.

En el reportaje de la revista Rolling Stone, McChrystal manifiesta que Obama le decepcionó, pero nada más salir a la luz la entrevista, y recibir las oportunas llamadas de apercibimiento, el general se disculpó afirmando que tenía un «gran respeto» por el presidente y sus ayudantes.

En un reportaje en exclusiva de la edición estadounidense de Rolling Stone, titulado «El General fuera de control», escrito por Michael Hastings, se afirma que McChrystal había tomado el control de la guerra «no perdiendo nunca de vista al verdadero enemigo: los blandengues de la Casa Blanca».

La entrevista se hizo en París en la suite del Hotel Westminter, de cuatro estrellas, donde el general se encontraba para «vender su nueva estrategia de guerra a nuestros aliados de la OTAN». Afirma el periodista que desde que el general se ha hecho cargo del mando en Afganistán «la guerra se ha convertido en propiedad excluisiva de los Estados Unidos».

Tras repasar el alejamiento del conflicto de Dinamarca, Canadá y Holanda, entre otros países,  el general McChrystal se fue a París para evitar «que a los franceses, que han perdido más de 40 soldados -desde entonces ha habido más bajas- en Afganistán, les tiemblen las piernas y comiencen a dudar».

El periodista retrata al general como un hombre que huye de trajes con corbata, de los restaurantes de lujo y al que no le gusta el vino de Burdeos. Paladar muy distinto del que tiene nuestro ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos -digo yo-, al que los caldos galos le subyugan.

El día de la entrevista, McChrystal tenía una cena, que detestaba, con políticos franceses. El reportero se interesa con quién, y uno de los ayudantes le responde con  «Algún ministro francés (…) es una gilipollez».

Michael Hastings nos describe escenas del  militar ahora cesado como un hombre que se siente  «con más cojones que nadie», pero ese descaro «tiene un precio», ya que durante el año que lleva al mando de las tropas en Afganistán ha cabreado «a casi todas las partes implicadas en el conflicto». Así, desestimó la estrategia del  vicepresidente Joe Biden, como «corta de miras», pues «conduciría a un estado de Caos-istán».obama-con-los-presidentes-de-afganistan-y-paquista

McChrystal votó por Obama -al menos eso dice-, pero le decepcionó algo tras el primer encuentro que ambos mantuvieron, en presencia de altos mandos militares, una semana después de tomar el mando en Afganistán, en  «una sala del Pentágono conocida con el (nombre) Tanque». Al general le pareció que Obama estaba  «incómodo e intimidado».

La segunda ocasión en la que se vieron -esta vez a solas- uno de los ayudantes de McChrystal la califica así en palabras de su jefe: «Obama claramente no sabía nada de él ni quién era. Aquí está el tipo que va a dirigir su jodida guerra, pero no parecía muy comprometido. El Jefe estaba muy decepcionado».

Las declaraciones de McChrystal y su sustitución por Petraeus no son más que un síntoma de que Estados Unidos, la gran maquinaria de guerra de los tiempos modernos, está perdiendo la batalla frente al talibán, arrastrando a sus aliados, entre ellos España que  cada vez se involucra más en una guerra que nadie entiende ni comprende, y que supone una sangría para nuestro erario público, además de la perdida de vidas humanas.

Como recoge Rolling Stone en palabras de un oficial de la Armada estadounidense: «Los talibanes tienen la ciudad bajo su bota». Frase que nos traslada inequívocamente a la precipitada salida de Estados Unidos de Corea y Vietnam.

Como dejo dicho el gran estratega chino Sun Tzu, «No hay ningún país que se haya beneficiado de guerras prolongadas».

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