Bolivia
Andrés Soliz Rada (4/12/2010)
El editorial de «El Nacional», de Tarija, del 30-11-10, destaca que la nueva Ley Financial, al permitir al país reinvertir en el territorio nacional hasta el 30 % de sus reservas monetarias, que ascienden a 9.300 millones de dólares, es la medida más trascendental de Evo Morales, en sus seis años de gobierno, a condición de que no sea desvirtuada como la nacionalización de los hidrocarburos, de mayo del 2006. Añade que es prioritario definir si ese capital servirá para procesar leche o industrializar el litio y el gas, financiar carreteras con nuestro dinero en vez de depender de créditos caros de la CAF y del Brasil, ampliar la frontera agrícola para garantizar la seguridad alimenticia e incorporar tecnologías a la industrialización minera o proseguir estancados, como hasta ahora, en la exportación de materias primas sin valor agregado.
Bolivia presta sus reservas a Bancos de Europa y EE. UU., vinculados a petroleras y fabricantes de armas, a 0.25 % al año, de cuya suma se descuentan comisiones, en tanto recibe préstamos de la CAF a más del 8 %, es decir a un monto 32 veces más alto. El éxito de la Ley depende del buen manejo de las empresas estratégicas, sin nefastos interinos, como el de YPFB. Requiere de transparencia y de una nueva normativa de calificación de riesgos. No puede ser que EE. UU., el país más endeudado y deficitario del mundo, ostente calificación de riesgo soberano casi cero, en tanto Bolivia, que tiene superávit fiscal y comercial y alta liquidez, tenga una deuda soberana de altísimo riesgo.
Es fundamental que las reservas del país no beneficien a socios transnacionales. Repsol, por ejemplo, que explota los mega campos de gas, no hizo inversiones en la última década. Pretenderá utilizar el dinero de Bolivia para ese objetivo. Nuestro futuro financiero depende, en consecuencia, de «una buena gerencia, cambios regulatorios, transparencia y nuevos criterios de calificación de riesgos».
Lo malo de Evo emerge de contradicciones entre sus palabras y sus actos. De esta manera, es incoherente decidir que las FF. AA. se declaren «socialistas, anticapitalistas y antiimperialistas» y que, al mismo tiempo, tropas bolivianas ocupen Haití, junto a soldados de EE. UU., Israel, Francia y Canadá. Es insuficiente decir que esos efectivos fueron enviados a pedido de la ONU, ya que el Consejo de Seguridad de ese organismo, que tomó la decisión, es, como dice James Petras, el Comité Ejecutivo del imperialismo euro norteamericano. EE. UU. y Francia propiciaron la invasión. En similar inconsecuencia, incurren Cristina Kirchner, Lula, José Mujica y Rafael Correa. Qué importante sería que UNASUR repliegue sus tropas de Haití en solidaridad con el pueblo haitiano, en repudio a las bases de EE. UU. en Colombia y al colonialismo inglés en Malvinas.
Al calvario de Haití, que aún paga el delito de haber sido el primer país de esclavos que conquistó su independencia, en 1804, se han sumado invasiones, dictaduras genocidas, apadrinadas por el país del norte, además de huracanes y el terrible terremoto del 12 de enero pasado, que ocasionó 230 mil muertos. Cabe añadir que la actual epidemia de cólera, contagiada por soldados nepaleses de la ONU, ha causado también más 1600 víctimas fatales y 20.000 infectados. En las pasadas elecciones, se vetó la participación de Fanmi Lavalas, el partido del derrocado presidente Aristide.
El 22-XI-2010, la OTAN, reunida en Lisboa, ratificó, por iniciativa estadounidense, el derecho de sus integrantes a invadir cualquier país del planeta en defensa de sus intereses. Evo y UNASUR no pueden seguir avalando el ininterrumpido genocidio del pueblo haitiano. Recuérdese que Haití está gobernado por una Comisión de la ONU, que encabeza el «virrey» Bill Clinton.