Iberoamérica
Andrés Soliz Rada (12/11/2011)
Es inédito que el mayor referente ideológico de una corriente de pensamiento en el Cono Sur sudamericano hubiera pasado, en pocas semanas, a avalar, desde una embajada, a un gobierno que hizo exactamente lo contrario que postuló a lo largo de su vida. Jorge Abelardo Ramos (JAR, 1921-1994)), precedido por algunos aportes del santafesino Aurelio Narvaja, resumió en su obra lo mejor de las reflexiones antiimperialistas del Siglo XX, en nuestra región.
La esencia de sus preocupaciones podría resumirse en este concepto: «Somos un país porque no pudimos integrar una nación y fuimos argentinos porque fracasamos en ser (latino) americanos». El contradictorio papel de los Ejércitos en las semicolonias y la articulación entre nacionalismo y marxismo son otras de las ideas que configuraron la Izquierda Nacional (IN), al emerger el peronismo, en 1943. En la campaña presidencial de Carlos Menem (1988-1989), Ramos continuaba denunciando el desprecio europeo por la América morena.
Durante la Embajada de JAR en México (1989-1992), Argentina abandonó el Movimiento de los No Alineados (NOAL), se alineó a EE. UU., otorgó al Reino Unido la condición de socio privilegiado, pese a la guerra de las Malvinas (1982), y fue el único país de estas latitudes que participó en la Guerra del Golfo, de 1991. Por estos antecedentes, Bill Clinton designó a la Patria de San Martín, «aliado principal de la OTAN « (1998). De manera simultánea, Menem privatizó ferrocarriles, obras sanitarias, teléfonos, electricidad, nafta, siderurgia, telecomunicaciones y aeronavegación, además de propiciar el ingreso desenfrenado de transnacionales mineras y petroleras. La película «Memorias del Saqueo», de Pino Solanas, detalla lo ocurrido en ese periodo.
Enzo Alberto Regali (EAR), al escribir el excelente libro: «Abelardo Ramos, de los Astrónomos Salvajes a la Nación Latinoamericana. La Izquierda Nacional en la Argentina» (Ferreira Editor, Córdoba, Octubre de 2010), estima que JAR, al igual que Manuel Ugarte, en 1945, pensó que merecía ser embajador en reconocimiento a sus contribuciones teóricas y políticas. La diferencia reside en que Ugarte fue embajador en momentos en que Perón defendía el neutralismo frente a las grandes potencias, mientras JAR lo fue mientras Menem colocaba a la Argentina a la retaguardia del eje euro norteamericano. EAR estima, asimismo, que JAR sufrió el impacto de la Perestroika (1987), del derrumbe del muro de Berlín (1989), de la fragmentación de la URSS (1991), de la invasión de EE. UU. a Panamá (1989) y de la derrota electoral de los sandinistas en Nicaragua (1979). Recuerda, asimismo, que el propio Trotksy admitió la posibilidad de revisar todo el marxismo, si el socialismo no triunfaba al término de la Segunda Guerra Mundial.
Las razones de EAR son valederas, pero no se detiene lo suficiente en el antagonismo naciones oprimidas-naciones opresoras. Si este antagonismo no es tomado en cuenta de manera prioritaria, el nihilismo emergerá como el único destino de las semicolonias. Lenin, en sus Tesis de Abril (1917), después de lamentar que Plejanov se hubiera pasado al campo imperialista, destaca que entre 1883 y 1903, escribió «espléndidos ensayos», para luego demandar la reedición de sus obras filosóficas y convertirlas en lecturas necesarias para futuros revolucionarios. Lo anterior, como es obvio, no implicaba silenciar los errores de su ex camarada.
En el caso de JAR, cabe aconsejar también la lectura de sus excelentes libros, sin silenciar su inconsecuencia al final de su vida. De no hacerlo, la IN será utilizada por oportunistas que se beneficiarán de gobiernos de raíces populares, en lugar de defender sus aciertos y advertir sus errores mediante el apoyo crítico (mayor o menor, de acuerdo a las circunstancias), que el propio JAR usó frente a Perón. En el caso boliviano, si la IN tomaba en cuenta sólo el origen político de Gonzalo Sánchez de Lozada (el MNR), hubiera respaldado sus apátridas medidas, lo que habría ocasionado la pérdida de credibilidad en sus planteamientos.