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España
Carlos Ruiz Miguel (19/5/2011)
«As-shaab iurid isqat an-nidam». Ese es el grito que recorre las calles del mundo árabe. Que traducido significa: «el pueblo quiere la caída del régimen». El 15-M tiene muchos defectos, pero también virtudes. La principal: denunciar que el régimen político actual ya no sirve. Por eso creo un grave error no tomarse en serio lo que significa esta movilización popular que pienso que cierra el ciclo político iniciado el 15-J de 1977.
Un proceso que expresa las enfermedades del régimen político de 1978.I. LAS ENFERMEDADES DEL RÉGIMEN POLÍTICO DE 1978
El régimen político actual nace a partir de las elecciones democráticas de 15 de junio de 1977. Aquel día se eligieron unas Cortes Generales que decidieron hacer una Constitución, la actualmente vigente de 1978. Pero el régimen instaurado por esa Constitución está aquejado de graves enfermedades que las circunstancias han convertido en, quizá, terminales para el régimen político. Me voy a referir, ahora, a dos.

Primera enfermedad: la democracia de partidos
La primera enfermedad fue el propósito consciente de crear una democracia «de partidos» y de «sindicatos». Sobre todo, «de partidos». No era España el único país europeo que establecía este sistema. Hubo otros que también crearon una democracia «de partidos». Pensemos en Francia, Alemania, Italia.

Sin embargo, era difícil, por no decir, imposible encontrar otro sistema más restrictivo que el español del principio democrático.

Veamos:
– Francia es un sistema de partidos, pero…
tanto el poder ejecutivo (presidente) como el legislativo se elige por sufragio universal.
Es más, todos los parlamentarios, al ser elegidos en distritos uninominales a doble vuelta, cuentan CADA UNO DE ELLOS con el apoyo de más del cincuenta por ciento de los votantes.
En España, por contra, el poder ejecutivo no es elegido directamente por los ciudadanos.
Los parlamentarios no son elegidos individualmente, sino en listas y la gran mayoría de los diputados no cuentan con el apoyo de la mayoría absoluta de los votantes en su circunscripción.

– Italia es un sistema de partidos, pero…
el poder legislativo se elige mediante una fórmula electoral proporcional que permite que todas las opciones, por minoritarias que sean tengan una representación parlamentaria que refleja la realidad política.
Además, en Italia el pueblo puede derogar mediante referéndum las leyes que haya hecho el Parlamento, lo que impide que el Parlamento pueda actuar de espaldas al electorado.

– Alemania y el Reino Unido son sistemas de partidos, pero…
en Alemania la mitad de los diputados de la cámara principal del Parlamento y en el Reino Unido la totalidad de los diputados de esa cámara son elegidos en distritos uninominales donde es la persona y el trabajo del candidato, y no la sigla, lo que más pesa en la votación.

Añádase que la Constitución de 1978 establece fuertes restricciones a la iniciativa legislativa popular y prohíbe los referendums vinculantes (excepto para aprobar ciertas reformas constitucionales o ciertos Estatutos de autonomía y sus reformas).

En España, todos los diputados se eligen en «listas». Con lo cual el votante vota a un «partido» independientemente de quien sea el individuo que ese partido pone en las listas. Puede ponerse así en la lista de Zamora a un individuo que nada tiene que ver con esa provincia. Es lo que se llama un diputado «cunero».

Si alguien quiere encontrar en la obra de los profesores de Derecho Constitucional una crítica a la democracia de partidos tendrá que buscar mucho y eso en sus obras de los últimos años.

Ni qué decir tiene que las críticas a la partitocracia eran calificadas con calificativos como el de «fascistas».

Segunda enfermedad: la Constitución de papel
El sistema de 1978 no era bueno. Pero era algo. El problema fue que, desde muy pronto, ni siquiera lo que establecía la Constitución de 1978 se cumplía.
Los incumplimientos empezaron con el desarrollo del sistema autonómico.
Recordemos, sin ir más lejos, lo que ocurre con el artículo 3 de la Constitución en materia lingüística.
Pero han ido a más.
Pensemos en cómo se han ido vaciando preceptos como el que regula el Decreto-Ley (art. 86, recordemos Rumasa), o el que consagra el derecho a la vida (art. 15), … o el que establece que el funcionamiento de los partidos debe ser democrático (art. 6) o, los más sangrantes: el que establece la solidaridad entre todas las regiones de España (art. 2 y art. 138) o el que garantiza la igualdad de derechos y obligaciones de todos los españoles en cualquier parte del territorio nacional (art. 139).

Para colmo, quien ha provocado que la Constitución se haya convertido en un puro papel del que cada vez hay más artículos que no se cumplen, es el órgano que tendría que haber procurado que la Constitución fuera escrupulosamente respetada: el Tribunal Constitucional. La reciente sentencia sobre «Bildu» en la que el Tribunal Constitucional invade de forma escandalosa las competencias que la propia Constitución reserva al Tribunal Supremo es la gota que colma el vaso.

II. 15-M: CONFUSIÓN Y ESPERANZA
El proceso anterior no es nuevo. De hecho, la corrupción jurídica del régimen político de 1978 empieza desde el principio. Pero había circunstancias que impidieron que estas enfermedades se desarrollaran excesivamente: primero era el «miedo al golpismo», luego fue el ingreso en la Unión Europea, etc.

Pero ahora todo se acabó.
El gobierno de Rodríguez Zapatero se encargó de demoler las bases cívicas de la transición resucitando el fantasma de las dos Españas. Pero el aprendiz de brujo ha conseguido un efecto inesperado. Una vez que ha convertido la transición, que es el fundamento del régimen actual, en algo cuestionable, lo que ha conseguido es hacer cuestionable el propio régimen político de la transición.

La brutal crisis económica, que, como ha demostcarlos-ruiz-miguelrado el profesor Velarde Fuertes, es la más grave que ha padecido España desde la guerra civil (esa guerra civil que, precisamente, ha querido recrear el actual presidente del Gobierno), esa brutal crisis, digo, ha llevado a la desesperación a millones de españoles.

Y, cosas de la historia, esos millones de españoles desesperados acaban de ver cómo otros millones de desesperados en los países árabes se echan a la calle gritando

«as-shaab iurid isqat an-nidam».

 

La situación es grave. Harían bien los actuales políticos usufructuarios del régimen político de 1978 en dejar de decir estupideces. Y harían bien en meditar si no será el momento de convocar unas Cortes Constituyentes o proceder a una radical reforma de la Constitución para dejar que la democracia entre, de par en par, en nuestro sistema político.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de su autor, Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional  en la Universidad de Santiago de Compostela, que también pueden ver en Desdeelatlantico.