España
A. D. (30/6/2011)
El diario digital El Insurgente publicó el pasado día 28 un breve artículo del ex coordinador general de IU, Julio Anguita, que me ha llamado la atención por su claridad. Dice Anguita que «Desde el Tratado de Mäastricht para acá, se ha ido consolidando en los países signatarios del mismo, un golpe de Estado incruento y a cámara lenta que culmina en el llamado Pacto del Euro acordado en marzo por los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la zona euro y además Dinamarca, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Letonia y Lituania».
Para el ex coordinador general de IU, «Tres son los objetivos marcados en el acuerdo: impulsar la competitividad, espolear la creación de empleo y conseguir la sostenibilidad de las finanzas públicas». Las medidas que contemplan para ello se inscriben en la línea ya acostumbrada -afirma Julio Anguita– «Revisión de los mecanismos para fijar los salarios; Descentralización de la negociación colectiva; Fomento de la flexiseguridad; Aumentar la tasa de actividad; Combatir el trabajo sumergido; Reducir la presión impositiva sobre los salarios, bajando las cotizaciones sociales; Recortar salarios en el sector público; Mermar el gasto público; Elevar los impuestos indirectos; Privatización de empresas públicas; Retrasar la edad de jubilación; Mejorar el entorno empresarial; Mejorar el sistema educativo y aumentar el I+D», a las que añade etc., etc.
Anguita nos invita a medita: «A poco que se reflexione sobre estas medidas, se llega a la conclusión de que ni son nuevas ni coherentes entre sí. Para mejorar la educación, es indispensable el aumento del gasto público, el cual se niega, por otra parte, y así ocurre con otras medidas».
Pero lo que para Anguita constituye la prueba más clara de lo que el título de este artículo, «Un Golpe de Estado», indica es el párrafo del texto en el que se declara la intención de «Traducir en las legislaciones nacionales las normas presupuestarias de la UE establecidas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento».
Es decir -afirma Anguita-, «los presupuestos nacionales por cuyo control nacieron los parlamentos en su día quedan en manos de agentes supranacionales sin control de instancias políticas del mismo rango».
Y lo peor está por venir.