España
Oscar Riaño (17/6/2011)rubalcaba
En diversos círculos  periodísticos se considera que la operación Rubalcaba llevará al PSOE a continuar en caída libre por diversas razones que, por otro lado, parecen claras.

En primer lugar, como vicepresidente primero del Gobierno de  Zapatero, ha sido y sigue siendo corresponsable de los errores del presidente, que han llevado a los cinco millones de parados y a una travesía institucional que hace aguas por todas partes.

Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba dice que las cosas con el tema Bildu se podían haber hecho mejor, cualquiera deduce que es él  -con Rodríguez Zapatero– quién podía haberlas hecho bien y no rematadamente mal.

Las pitadas que ha suscitado en concentraciones de guardias civiles y de policías, las críticas  por parte de sindicatos policiales, y los ascensos de policías por razones de confianza política y no de profesionalidad, convierten al ministro nacido en Solares (Cantabria), en un Fouché de vía estrecha, por más que amenace con verlo y oírlo todo.

El «caso Faisán» perseguirá «sine die» a quién ya fue portavoz del Gobierno de Felipe González durante sus peores años de terrorismo de Estado, y de incremento del paro, que terminaron en revés electoral para el PSOE. En las sesiones de control al Gobierno no se recuerda que haya contestado a una sola pregunta aportando un mínimo contenido.

Ya aburre por su método de salirse por peteneras.

Con relación a la política de cada día, Rubalcaba ha demostrado su incapacidad para resolver, dentro de la ley, la ocupación de la Puerta del Sol, en Madrid y en otros espacios públicos de diferentes ciudades españolas durante semanas, pese a contar, de entrada, con el plus de un mandato de la Junta Electoral Central en la fase sensible de las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Su pasividad se interpreta por muchos como sospechosa de intentar aprovechar con miras  partidistas una indignación evidente, causada, sobre todo, por el Gobierno socialista, aunque sea extensiva a la casta política en general.

Hasta su decisión de participar en las primarias para candidato a La Moncloa por el PSOE se ha fraguado con la trampa del candidato único, con un mal disfraz que no ha valido para engañar.

Parafraseando la comparación proverbial que hacen los yanquis,  cabría preguntarse no ya cuantos españoles, sino simplemente cuantos socialistas le comprarían un coche usado a Rubalcaba.

ZP nos ha hundido en la sima de las crisis pero Rubalcaba carece de fiabilidad para permitir confiar en  qué nos pueda sacar de ella. Si acaso, hundirnos más.